[Entrevista] John Campos Gómez, director del Festival de cine “Transcinema”

Desde el 15 del presente mes y hasta el sábado 23, se desarrolla este festival que pone en vitrina al cine independiente peruano y de muchas otras latitudes. Su director y fundador, John Campos Gómez, charló con nosotros para resaltar las bondades de la edición 8º de Transcinema, cuya programación puede ser disfrutada gratuitamente a través de las plataformas online Festival Scope, Retina Latina y la web https://festivaltranscinema.com/

En un panorama en el que el cine de autor y con vocación más arriesgada suele ser visto como un nicho solo para cinéfilos relamidos, Transcinema ya tiene varios años luchando por acercar esa oferta a un mayor público, batalla que puede resultar desigual a la vista de un cine comercial que copa la mayoría de los espacios y preferencias. Para John Campos Gómez, esa dicotomía no resulta nada nueva y compartió en la siguiente charla su visión sobre un evento que evoluciona y cuyas semillas espera seguir sembrando a pesar de la pandemia.
Sayo Hurtado: Este año hay una situación atípica debido a que ocurrirán 2 ediciones de Transcinema en 2021: la que está postergada de 2020 y la que tendrá lugar en diciembre de este año…
John Campos Gómez: No lo teníamos pensado así, pero con el paso del tiempo uno se vuelve cada vez más abierto a las cosas y quien sabe a partir de como resulte esta edición, se pueda mover la fecha permanentemente. Es una posibilidad pequeña pero una posibilidad al fin, pero la idea es continuar en diciembre. Ya nos habíamos establecido ahí porque a nivel de programación y de difusión de calendarios no solía haber nada. De seguir todo tal como lo hemos anunciado, efectivamente habrían 2 ediciones este año.

¿Cuál crees que es el cambio más significativo que han hecho para esta edición?
A nivel curatorial pudo haber revoluciones, pero es muy imperceptible para mí, porque cuando estás muy metido en esto no tienes la distancia para darte cuenta de esas cosas. Lo que si estamos aprovechando con esto del online es abrirnos no solo a todo el país. Como festival presencial, Transcinema era solo para Lima y si alguien fuera de la capital se enteraba de él, ni modo. Aprovechando esta virtualidad, en el caso de las películas peruanas las estamos programando para toda Latinoamérica a través de Retina Latina.
Del resto de la programación, en la medida de lo posible hemos intentado y logrado que muchas películas se vean fuera del Perú, lo cual busca consolidar la idea de que el festival es muy querido y reconocido fuera del país y queremos hacer el esfuerzo por llegar a ese público que nos aprecia pero que nunca había podido participar en él. Ese es el cambio más radical: aprovechar el online para expandirnos.
A diferencia de otras ediciones, ya no se destaca en las promociones la frase: “películas de no ficción”. ¿Esa premisa se mantiene o la están reformulando?
Esa frase la mantuvimos solamente hasta la cuarta edición y desde la quinta optamos por “Transcinema: Festival Internacional de cine”. La idea es abrirse lo más posible porque si uno va a programar películas no puede ser tan restrictivo. Si bien tiene que haber una línea curatorial, hay que amalgamar el sentido común con la producción del año, la sensibilidad como programador y muchas cosas más que uno pone al fuego al momento de escoger los contenidos.
Si bien es un cine contemporáneo no comercial, lo que queremos es que lo vea la mayor cantidad de gente posible y que con su programación se desprejuicie la idea de que lo no comercial es malo o aburrido. Si bien la línea del festival es clara, comunicacionalmente no queremos segmentarnos de ninguna manera.
Desde los artes y el tipo de comunicación, intentamos ser lo más amable posible. Que las películas hagan lo suyo, pero nosotros como organizadores intentamos convocar a la mayor cantidad de público posible. Queremos que vengan todos, pero sin traicionar la idea. O sea, si eres actor de teatro de la Plaza ISIL ven, pero no te voy a mandar un parte impreso ni taxi a tu casa. Son todos bienvenidos, pero no hay un trato diferencial ni exclusivo para nadie. Todos somos iguales al momento de acercarnos a las películas.
Otros eventos locales como el Festival de Lima o Al Este se acomodaron muy bien a la necesidad de ser virtuales en una pandemia. En el caso de Transcinema tiene una particularidad que comparte con otros festivales de afuera y que es poder hacerlo gratuitamente. Ese es un punto que no todos pueden conceder.
Si nosotros decidimos hacer un festival es para acercar películas a la gente. Al poner un precio se vuelve una excusa o un impedimento para que alguien vea una película que de por sí, es difícil que acceda en sus ratos libres o saliendo del trabajo. Nosotros como gestores debemos hacer todo lo posible para acercar cada vez más nuestro contenido a la gente. Son modelos de gestión y se piensa que todo debe tener un valor porque el público así lo valora más. Si la gente funciona así, ok, pero eso no significa que nosotros tengamos que formatearnos de esa manera.
La gratuidad responde a la necesidad de estrechar lo más posible la distancia entre un público general y películas no comerciales. Para nosotros es fundamental ese acercamiento, pero además generamos un tipo de gestión donde la taquilla no sea preponderante y más bien las instituciones culturales, públicas y quienes apoyen se encarguen de pagar el festival para que ese contenido llegue gratis a la gente. Yo no le voy a decir al espectador: “apoya el festival porque si no, no va a tener arcas. Más bien, acércate y nosotros nos encargaremos que las instituciones que nos apoyan lo sigan haciendo para que veas buen cine gratis”.
Si bien todo proyecto requiere de un presupuesto, nosotros no queremos que el público sienta que está comprando una pollada de apoyo. Solamente se ha cobrado hace algunas ediciones en el Centro Cultural PUCP de la Universidad Católica, pero lo poníamos a un precio de filmoteca que es S/. 10. Tú sabes que ahí el precio regular del boleto es superior a ese monto, y si bien no era posible ofrecer acceso gratuito, buscamos bajar el precio y en lo posible hacer gratis el ingreso en todas las demás sedes. Ahora gracias a esta virtualidad, el festival es 100% gratuito en todas sus secciones.
Debido a la pandemia, mucho cine independiente ha terminado en plataformas comerciales como Netflix o Amazon. ¿Crees que esta circunstancia ha permitido que mucha gente interiorice un cine fuera del paraguas hollywoodense?
La gente suele vincular el término “una película normal” a lo que suele ver generalmente en Cineplanet o en multisalas. No habiendo en este momento multicines que puedan parametrar la “normalidad” de una película, pues el público busca ahora las películas en la misma pantalla donde ve sus series favoritas. Ahí sucede algo que nos hemos planteado desde el principio: de que las películas hablen por sí mismas y que no sea la parafernalia la que hable por ellas.
Un espectador está acostumbrado a ser bombardeado por todos los medios para ver un cine comercial, pero como ese mecanismo ya no ha existido en 2020, ahora la gente se ha acercado sin prejuicio a las películas y dejándose llevar por la calidad de las mismas y no por lo que la rodea. Eso lo he visto en muchas listas de lo mejor del año de personas que suelen ver solo cine en multisalas. Esperemos que eso se vuelva sostenido y sean conscientes de eso que están haciendo y que sean más profesionales.
Una película como la española “El año del descubrimiento”, un documental de 3 horas y 20 minutos con personas que hablan de política todo el tiempo, por más que es muy interesante, en condiciones normales no llamaría mucho la atención, pero la vi en muchas listas. Entonces pensé: “Ah, mira. Estos que se dicen cinéfilos están comenzando a ver un cine diferente al que siempre consumieron”. De todo lo malo que significó la pandemia, ese desprejuicio por un cine no comercial, esperemos que se mantenga, ya que varias de las películas de esta edición –que debió salir en diciembre- están en las listas de esas personas que no suelen apreciar ese tipo de cine.
Mi trabajo es programar en esa línea cinematográfica, pero veo series de Netflix, fútbol o “Avengers”. Esto no significa que uno viva en una burbuja en la que lo comercial es malo. Pienso que es bueno separar una cosa de la otra y tener un foco claro para no confundir papas con camotes. Las películas de nuestra programación de repente podrían estar en las secciones paralelas de otros festivales, pero nosotros creemos honestamente que son lo suficientemente valiosas para ocupar el centro del nuestro.
Muy aparte que la fecha regular del festival sea en diciembre, a lo largo del año han tenido eventos que les ha permitido mantenerlo vivo…
Esta idea de hacer un festival que dura solo una semana, generaría un efecto muy efímero y sería incluso contraproducente para nosotros mismos. La idea de Transcinema como línea editorial y propuesta es normalizar la convivencia con un cine contemporáneo. Por eso, cada cierto tiempo estamos proponiendo un ciclo temático o cursos, e instalando cada vez más la idea de este cine que es tan o más valioso que el oficial, pero que por falta de mecanismos de difusión y de medios que lo respalden no se conoce.
No lo hacemos para que alguien que es conservador deje de serlo. Si lo podemos provocar, genial, pero esto es más para los jóvenes. Ya hemos recibido un feedback inmediato de que, al menos, eso cala a su propio ritmo al abrir la convocatoria y recibir muchos cortos de gente muy joven y estudiantes que van por la línea del festival. Es un cine de no ficción, de más experimentación, de guerrilla y que encaja con la propuesta del evento.
Frente a las circunstancias sociales y políticas por las que el país ha atravesado a lo largo de 2020, muchos festivales, instituciones y páginas tuvieron una manifestación prácticamente “institucional”. En ese sentido, Transcinema si se manifestó de una manera mucho más frontal…
Lo de tener postura política me parece lo más sencillo que un ciudadano debería tener, para que a través de las cosas que hace pueda manifestar lo que piensa de la sociedad donde vive. A nosotros nos pareció que siendo un evento y un proyecto que exhibe películas, que debíamos manifestarnos primero verbalmente con un comunicado y luego con una selección de películas, que es como intervenimos el mundo y vivimos esta sociedad. Desde ese granito de arena y ese oficio, quisimos aportar lo que pudimos. Si nos dedicáramos a otra cosa, interpelaríamos el contexto desde esa área. Lo único que hicimos fue ser consecuentes con nuestros propios principios ciudadanos aplicados al cine.
A partir de las personalidades que integran los jurados de Transcinema este año, se podría concluir que festivales como Radical de Bolivia o Valdivia de Chile son sus aliados más cercanos…
Sí, por una cuestión geográfica y por el hecho de que yo trabajo en esos festivales. Pero hablando sobre colegas, el Festival de Mar del Plata es muy amigo nuestro y siempre nos ha convocado para las publicaciones de sus libros, para ser jurado o programador invitado. Programar no es como hacer crítica ni subir o bajar el dedo, sino tender puentes y generar redes entre películas y territorios nuevos, contextualizar los contenidos para que tengan un significado pertinente en cada lugar.
A mí me interesa mucho proponer las películas que yo considero valiosas en el Perú en festivales amigos como Mar del Plata, Radical, Valdivia, Viña del Mar, Black Canvas o la misma Cineteca de Bogotá. He tenido el honor y la suerte de programar películas peruanas en la Cineteca de México y ver a mucha gente asistiendo a ver películas de un país con una cinematografía muy desconocida. Eso me conmovió porque en Perú nunca había visto una sala tan llena para esas producciones. Esas películas son invisibilizadas aquí no por lo cinematográfico, sino por la parafernalia, la “gentita”, los valores de producción y todas esas cosas que no tienen nada que ver con el cine como esencia.
Si bien Transcinema defiende el espíritu del cine independiente, hay también en ese circuito muchas producciones disfrazadas con ese empaque y que resultan siendo productos industriales tratando de parecer lo que no son en realidad.
Preferiría no referirme a la independencia a través de lo económico. En México, por ejemplo, hay un caso complejo porque tienes a los gringos allá arriba y a Cuarón, Del Toro e Iñárritu en Hollywood. Luego hacen una película en castellano y dicen que eso es cine independiente. Aquí lo veo yo como más disfrazado de otra cosa. Películas como “Retablo”, “Contracorriente” o “Magallanes”, quieren aparentar una austeridad que no tienen y un discurso transversal cuando claramente es conservador. Es una corrección política que desde su posición de poder y de estrato social hace que miren hacia abajo con cierta condescendencia.
Es un cine que tenga dinero o no, es la clásica mirada del pituco bien portado que engaña quizás a quien está más atento a los temas que a los planteamientos y que se vende afuera como una transgresión nacional. Eso tiene que ver más con los mecanismos de distribución, pero eso es un tema que da más para un seminario sobre cómo se oficializa una película para representar a un país.
El cine de Chile y Colombia hizo eso muy bien -aunque muchas de esas películas no me interesen- y el modelo de esas películas peruanas que mencioné va por ahí. Aquí en Perú, que es un país muy subdesarrollado en cine, hay una brecha muy marcada entre un cine más burgués, con subvenciones por todos lados y muy celebrado por gran parte de la crítica -y a veces por el público-, y un cine más del sitio del que habla y que formalmente carece de muchas cosas y por eso se le ningunea.
Eso es algo que Transcinema quiere combatir: las películas valen por su puesta en escena y por lo que dicen más que por “como se ven”. Aquí estamos muy atrás en el sentido de valorar las películas más por lo técnico que por su discurso. Me ha sorprendido como las películas fuera de Lima están comenzando a alcanzar una factura más profesional y que está poniendo en jaque esos prejuicios que muchos tenían antes. Películas como “Wiñaypacha”, “Manco Cápac” o “Samichay” (a pesar de no ser hecha por un director cusqueño), están poniendo eso en entredicho.
¿Crees que hay una idea malentendida de que el cine peruano deba apelar al exotismo o que el simple hecho de que una película sea hablada en lengua aborigen es una manera de hacer un cine más apreciable ante “ojos europeos”?
Eso pasa en todas partes del mundo. A veces se decía, medio en serio y medio en broma, que el cine peruano no tenía un tema “For Export”. En Chile, casi todo está vinculado a la dictadura de Pinochet, ya sean películas buenas, malas o regulares. El cine mexicano y colombiano, siempre está ligado al narco. El tema del terrorismo en el cine peruano nunca caló afuera. Ahora, algunas mentes más estratégicas con la venta, distribución y cálculo de películas están viendo que las lenguas originarias son el tema que estaban esperando para empezar a exportar.
Lo que le corresponde a los críticos, periodistas y programadores es separar a la paja del trigo. Van a comenzar a aparecer un montón de estas películas y hay que aprender a reconocer cuales valen realmente la pena y cuáles forman parte de un paquete más con pasaporte que con DNI. A veces nos obnubila la idea de que como el cine peruano es desconocido afuera, a cualquiera que sale se le comienza a aplaudir sin pensar si lo que hace es realmente bueno o clasista. La falta de reconocimiento de nuestro cine en el extranjero hace que digamos que bueno por todo.
“Nuevo Orden” de Michel Franco está en los festivales más grandes del mundo, pero a él le cae palo en México. Eso aquí sería impensado. Alguien que compite en Venecia o en Cannes y que en su país le caiga un caño en la cabeza, da pie a clichés como: “El peor enemigo de un peruano es otro peruano”. La precariedad de nuestro cine hace que caigamos en chauvinismos bastante infantiles.
*Consulten aquí la programación de «Transcinema»: TRANSCINEMA – FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE (festivaltranscinema.com)
