El Cairo Confidencial: la historia de una revuelta vista desde el noir
Antes de que dirigiera uno de los capítulos de la famosa serie Westworld, Tarik Saleh, el director sueco de ascendencia egipcia, entregó uno de los mejores films del 2017: The Nile Hilton Incident, o Cairo Conficencial, como la titularon en español, modificando el nombre de la novela de James Ellroy.
La película ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de Sundance, y tres de primera categoría en el Festival de Valladolid, incluido mejor película. Fares Fares, su actor protagonista, también fue reconocido por su papel en los Guldbagge Awards, el principal certamen cinematográfico en Suecia.
The Nile Hilton Incident es una pulida pieza de cine negro, situada sólo días antes de uno de los sucesos más importantes del siglo XXI: la Revolución del 25 de enero. Como sabemos, millones de ciudadanos egipcios, a inicios de 2011, encabezaron una contundente revuelta que depuso, posterior a cruenta represión, al presidente Hosni Mubarack, que tenía 30 años en el cargo.
A través de la desobediencia civil, la toma multitudinaria de plazas y confrontaciones con las fuerzas del orden, los egipcios protestaron durante semanas; sus demandas: la deposición del dictador, libertad de expresión, empleo, y una transformación radical de sus instituciones de justicia.
La brutalidad y la corrupción policial en aquel año en Egipto eran singulares: sólo en 2009, la Organización Egipcia de Derechos Humanos documentó 30 casos de tortura policial. Sólo un año antes de la revuelta, testigos presenciaron el asesinato de Khaled Mohamed Saeed, a manos de la policía.
Pues en el corazón de esa pudrición policíaca está centrada la película: el comandante Noredin Mostafa es un joven agente, cuyo tío, Kammal Mostafa, es el jefe del Departamento de Policía del Cairo. Noredin tiene un futuro brillante dentro del Departamento, gracias a sus silencios y complicidades para con Kammal.
Una noche, una bella cantante es asesinada de una cuchillada en el cuello en una habitación del Hotel Hilton. Salwa, una inmigrante sudanesa, trabaja como mucama en el hotel, y logra ver algo extraño en la habitación donde ocurre el crimen.
El caso le es asignado a Noredin, y algo en las circunstancias del mismo lo llevan a salir del área corrupta donde se encuentra, y comienza a investigar. No necesita mucho para sacar el hilo: al parecer, la cantante fue asesinada por un magnate de la construcción, Hatem Shafiq, que es dueño del hotel, diputado de la nación con goce de fuero, y también muy cercano al presidente Mubarak.
Salwa reconoce en Shafiq al hombre que estuvo en la habitación donde ocurrió el asesinato, y unas fotografías en poder de Noredin lo confirman. ¿Pero cómo arrestar a un pez tan grande? De pronto, a Noredin le informan que el caso está cerrado: la cantante se suicidó y no hay nada qué hacer.
Una serie de sucesos inesperados se detonarán entonces, y Noredin encontrará que los victimarios, las víctimas, incluso él mismo, son sólo pequeñas piezas en un gran tablero de ajedrez, regido por las leyes del más fuerte y del más rico.
La película, en este sentido, cumple con el principal requisito del noir: suprimir la idea del héroe masculino, y situar a su protagonista, usualmente un policía, o un investigador, dentro de un esquema mayor contra el cual no podrá pelear a puñetazos ni balas: la corrupción, la historia.
Mientras todo este relato sucede, la historia real de Egipto y su revuelta pasa enfrente de los ojos del espectador, pero inadvertida, como en segundo plano. Noredin, al ser un policía del Cairo, no sólo es cómplice y arquitecto de la corrupción, sino el objeto de una furia social harto justificada.
Noredin no es un héroe, menos un antihéroe, tampoco un ex policía corrupto en búsqueda de redención: es un paria, un cerdo de uniforme; y sin embargo, mientras sus compañeros y amigos disparan a los manifestantes de la Plaza Tahrir, él se encuentra huyendo, intentando salvar a la única testigo del crimen.
De tal forma que Noredin, sin quererlo, apenas saliendo dos pasos afuera de su zona corrupta, sacudida por la sociedad y un crimen, se convierte en algo más y deshilvana una trama de conspiración, corrupción y crimen que llega hasta las más altas esferas de las instituciones judiciales y el ejército.
El film no suelta en ningún momento al espectador, y aunque hay subtramas y giros inesperados, la historia principal se mantiene activa, sangrienta y brutal. Desde Kurosawa hasta Polanski, el aliento del género se siento vivo, fresco, y renovado en la cámara y pluma de Tarik Saleh.