Nanito: el amor cuando el tiempo se acaba

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¿Puede el amor resistir incluso cuando la vida parece estar llegando a su final? Esa es la pregunta que plantea Nanito, la película de Guillermo Fernández Cano rodada en Arequipa, que nos invita a mirar a la vejez de frente, sin romantizarla ni caer en la lágrima fácil.

La historia sigue a Nanito, un viudo octogenario que, tras años de soledad, se reencuentra con la posibilidad de enamorarse otra vez. La historia gira en torno al amor en la tercera edad y la soledad, explorando lo que significa envejecer con dignidad, acompañado de alguien que todavía puede amarte y compartir tus últimos años. La cinta muestra la vejez con honestidad, con sus fragilidades, lagunas mentales, enfermedades y limitaciones, pero siempre desde el respeto.  Esa decisión la vuelve auténtica y conmovedora. No manipula al espectador ni lo obligar a llorar, sino que construye un retrato sobrio y humano de una etapa muchas veces invisibilizada.

Una película pequeña pero necesaria

Lo conmovedor no está en provocar lástima, sino en recordarnos que los adultos mayores siguen teniendo derecho a sentir, a desear y a acompañarse. Esa mirada convierte a Nanito en una rareza valiosa dentro del cine peruano, más inclinado hacia las comedias ligeras o dramas sociales. 

Uno de sus puntos más valiosos es la identidad regional. Filmada íntegramente en Arequipa, sus calles, plazas y casas aportan frescura a un panorama demasiado centralizado en Lima. La presencia de actores locales refuerza esa raíz, y la pareja protagonista transmite ternura y dignidad, logrando un retrato creíble y conmovedor del amor en la tercera edad.

Entre falencias narrativas y un retrato respetuoso de la vejez

Sin embargo, no todo funciona con la misma solidez. La dirección tropieza en la conducción de varios actores secundarios, donde interpretaciones se sienten forzadas y poco integradas al relato, quitándole fuerza a la naturalidad lograda por los protagonistas. A eso se suma un ritmo narrativo irregular, con momentos que caen en cierta monotonía y que hacen predecible la evolución de la historia. Es en esos pasajes donde la película deja ver sus limitaciones técnicas y narrativas, propias de una producción pequeña y modesta.

Aun con esas fallas, Nanito es una película honesta, una cinta pequeña en recursos técnicos, pero con un corazón enorme, que no busca disfrazar ni romantizar la vejez como en un cuento de hadas, ni hundirla en la tragedia, sino que la retrata con humanidad y respeto. Puede que no sea perfecta, pero su decisión de hablar del amor y la dignidad en la tercera edad ya la convierte en un gesto valioso y necesario dentro del cine peruano.