[Crítica] “Wonder Woman 1984” de Patty Jenkins
La esperada secuela de la popular amazona de la DC Comics llega en un confuso ambiente en el que no hay certeza de sí podrá ser vista en salas en nuestro país. Ya disponible en diversas plataformas, la acción de “Wonder Woman 1984” no llega a cuajar por las decisiones de su directora, Patty Jenkins, más volcadas a referenciar filmes que a ofrecer algo realmente novedoso.
Sabido es el tortuoso camino que el personaje de Wonder Woman ha tenido que recorrer desde su creación en 1941 por el psicólogo William Moulton Marston para llegar a una adaptación fuera del cómic. Así, su segundo debut en la pantalla chica en 1975 encarnada por la inolvidable Lynda Carter (en 1974 ya había sido interpretada en un fallido piloto por Cathy Lee Crosby), supuso el encumbramiento de dicha actriz como icono a pesar de lo pueril de la producción, creando un nivel de identificación tan fuerte con los seguidores de la historieta, que parecía imposible y hasta casi un sacrilegio, pensar en alguien que pudiera dar la talla de cara al lanzamiento del Universo Extendido de la DC en el cine.
La elección de la israelí Gal Gadot causó dudas iniciales, pero ya enfundada en el traje de la amazona, tuvo una innegable presencia escénica que fue lo más rescatable de la fallida “Batman vs Superman” (2016) de Zack Snyder, lo que creó grandes expectativas que se cumplieron con el lanzamiento de su aventura en solitario en 2017, donde el cambio de escenario de la historia original de la Segunda Guerra Mundial a la Primera, ciertamente, le dio la oportunidad de manifestarse en un contexto más rico y que evitara paralelos con el episodio inicial de “Capitán América: El primer vengador” (2011) de la Marvel.
Los maravillosos años 80
La segunda entrega se ambienta a mediados de los 80 –un escenario que la serie de Lynda Carter no llegó a explorar por su cancelación en 1979-, un momento privilegiado por el boom económico que EEUU vivió bajo el mandato del republicano Ronald Reagan. Ahora, Diana Prince es una investigadora del prestigioso museo Smithsoniano en Washington, pero cuida mucho de manifestarse como su heroico alter ego. Mientras hace amistad con la torpe arqueóloga Bárbara Minerva (Kristen Wiig), el mediático empresario Maxwell Lord (Pedro Pascal) hace su aparición como un posible inversor de la institución.
Diana desconfía del tipo y con fundamento, ya que lo único que desea es apoderarse de una suerte de milenaria “piedra de los deseos” que ha sido entregada por el FBI al museo tras frustrar un robo de reliquias, muchas de las cuales son de dudosa procedencia. El artilugio en cuestión es una antigua ofrenda de los dioses que concede cualquier pedido a quien se lo haga, pero en manos de Lord solo sirve para aspirar a la gloria que sus deshonestas inversiones petroleras no le pueden dar.
Las cosas se salen de control cuando el pérfido tipo causa una crisis mundial por sus desmedidos apetitos, pero en el camino también toca las vidas de Diana y Bárbara, quienes ignorando el peligro que se avecinaba, pidieron inocentemente un deseo a la piedra. Así, la primera ve materializarse a su fallecido novio Steve Trevor (Chris Pine) en el cuerpo de otro hombre, mientras que la segunda empieza el camino que la llevará a convertirse en Cheetah.
Detrás de WW
A diferencia de la aventura que la precede, la directora Patty Jenkins optó por mostrar esta vez un lado más vulnerable de Wonder Woman para acrecentar el interés en la resolución de la historia. Esa baja en sus poderes se debe a que cada persona que pide un deseo a la piedra, pierde algo a cambio debido a que esta fue concebida por un Dios del engaño. Aunque Gal Gadot sigue componiendo al personaje con dignidad, los problemas derivan más bien del guión escrito por la propia cineasta junto a Geoff Johns, experimentado escritor del universo DC desde las series “Smallville” y “Arrow”.
Y es que es evidente que este cambio de escenario de 1918 a 1984, explota solo lo cosmético y chirriante de la moda de la época, ignorando la idiosincrasia y los modos de aquellos años, cuando la expectativa desde los tráilers era otra al ritmo de “Blue Monday” de New Order o alusiones al universo de John Hughes y su comedia “The Breakfast Club” (1985). Así, el súmmum de los 80 queda resumido en las vestimentas y algunos peinados “punk” que Steve Trevor descubre en un ánimo humorístico tantas veces y mejor usado en otras películas. Sera acaso por ese tipo de arrebatos que un piloto de 1918 aprende a manejar un moderno jet en segundos. En fin.
Los multiescenarios de la acción
El otro aspecto a resaltar es la explotación de los escenarios donde tienen lugar las secuencias de luchas y que resultan muy puntuales. El primero, cuando WW frustra un asalto en un centro comercial, es una alusión directa a “Comando” (1984) y a las maromas del fortachón Arnold Schwarzenegger. Otro espacio que ha sido canibalizado en el recuerdo durante el extraordinario inicio de “X2: X-Men United” (2003) lo es la Casa Blanca, donde Marvel ha dejado una huella que perdura. Por eso no es casual que esta locación sea motivo del primer enfrentamiento de la Amazona con Cheetah, como tratando de opacar esos momentos (lo cual resulta infructuoso).
Pero si hay un momento en el que la producción pone todas sus balas, es cuando WW y Steve van tras Maxwell Lord en una carretera de Egipto, siendo fuertemente custodiado por un convoy militar. Las referencias a un momento similar en “Los cazadores del Arca Perdida” (1981) son evidentes, incluso Diana replica a Indiana Jones al deslizarse bajo un camión en plena marcha. Es curioso también el aprovechamiento político que Hollywood hace de la heroína al mostrarla salvando niños musulmanes a la vista de los bombardeos que sufre Medio Oriente ya sea de republicanos o demócratas.
¿Son la suma de todos estos momentos un arrebato de originalidad de parte de la directora? En absoluto, ya que ella se concentra más en puntualizar sus citas que en representar un universo visual propio y del cual crear un recuerdo con solida autonomía.
Pero donde queda en evidencia la orfandad de ideas es en la batalla final en una base militar, donde el enfrentamiento entre WW y su felina enemiga tiene el carácter de un videojuego por lo postizo del escenario y de las acciones ejecutadas. Un error en el que Zack Snyder –productor de la película- ya incurrió groseramente en el remate de “Batman vs Superman” y del que ha contagiado a la Jenkins. Además, la tan promocionada armadura dorada de Diana, rescatada de antiguos comics, resulta ser tan solo un elemento decorativo sin mayor importancia en los acontecimientos.
Sobre los villanos
Entre los dos antagonistas que tiene al frente la Mujer Maravilla, el personaje de Bárbara Minerva resulta el más endeble. En el cómic original, la villana proviene de un universo oscuro al que es llevada por su propia ambición, encontrando en el corazón de África la oportunidad de encarnar a una mortal deidad felina gracias a un ritual que bien podría ser un homenaje al cine gore.
En el caso presente, ese antecedente fue descafeinado y tenemos a la arqueóloga en un perfil “nerd” cuya fórmula se agotó tras la gran caracterización de Michelle Pfeiffer como la Gatúbela de “Batman Vuelve” (1992). Bajo esa sombra, Cheetah es tan solo un recurso de animación desprovista de mayor interés y que ni siquiera se termina de resolver en sí misma.
Mejor parado resulta el Maxwell Lord de Pedro Pascal, qué sin llegar a la genialidad, transmite ese sentimiento megalómano de los empresarios sangrones en una directa mención a Donald Trump, tan poco querido por la Academia. Pero a pesar de sus esfuerzos, no salva a la película de un final plagado de una emotividad digna de un manual de autoayuda. Segundas partes fueron mejores, dice un refrán que aquí no se cumple. Ahora WW corre el peligro de no volver a superar la valla de su primera aventura.