[Crítica] Bring Her Back: el dolor de la pérdida convertido en horror

¿Hasta dónde puede llevarte el dolor de una pérdida? Esa es la pregunta que atraviesa Bring Her Back, la nueva película de los hermanos Danny y Michael Philippou, que con este segundo largometraje confirman que ya no son una promesa del terror, sino una voz sólida dentro del género. Si en Talk to Me exploraban el duelo adolescente a través de un dispositivo sobrenatural, acá llevan ese dolor a un terreno mucho más crudo y visceral, donde Cada plano transpira tristeza y desesperación.
La historia sigue a dos hermanos que, tras la repentina muerte de su padre, deben enfrentar no solo la orfandad, sino la extraña hospitalidad de un nuevo hogar donde nada es lo que parece. Entre paredes cargadas de secretos, ritos ocultos y tensiones familiares, el relato se va cerrando como una trampa, hasta estallar en momentos impactantes de horror físico y psicológico. El uso de grabaciones en VHS, la textura áspera de la imagen y un diseño sonoro inquietante convierten cada escena en una experiencia sensorial incómoda, que combina el folk horror y el body horror.

¿Aceptar la pérdida o revertirla?
Pero lo que sostiene a la película no es el gore, sino la tristeza que hay debajo. Bring Her Back es un retrato profundamente humano del duelo y de la imposibilidad de aceptar la pérdida, la ausencia de un ser querido. El dolor de sus personajes atraviesa la pantalla y hace que lo visceral nunca se separe de lo emocional. En ese sentido, se acerca más al espíritu de propuestas extremas como Martyrs (2008), donde el impacto físico siempre va de la mano con una herida emocional.

Las interpretaciones son clave para sostener esta atmósfera. Sally Hawkins ofrece un tour de force inquietante, capaz de variar entre la ternura y la amenaza con una naturalidad escalofriante. Billy Barratt y Sora Wong, casi debutantes, sorprenden con actuaciones cargadas de vulnerabilidad, transmitiendo con fuerza el lazo fraternal que sostiene la historia. Y Jonah Wren Phillips, con un rol casi sin palabras, se convierte en una presencia perturbadora que potencia el malestar del espectador.Reducir esta película a un simple “melodrama” sería no entender su propuesta. Bring Her Back no busca lágrimas fáciles ni sustos saltarines, obliga al espectador a mirar de frente el vacío de la pérdida y hasta dónde puede llevar a una persona el deseo imposible de revertirla. Es incómoda, es extrema, pero, por encima de todo, es profundamente triste.