“La parada de los monstruos”: la belleza de la deformidad
El cine de terror se ha consagrado por entregar grandes obras de culto, pues desde películas tan irreverentes como lo es Attack of the Killer Tomatoes! (El ataque de los tomates asesinos, 1978) hasta filmes más enfocados al género como Evil Dead (El despertar del diablo, 1981), sus historias han dejado marcada la memoria de un gran sector de cinéfilos. Sin embargo, existe una obra que sobresale no sólo por la época en la que fue realizada, sino por las situaciones y visiones tan mórbidas que presenta pero, sobre todo, por ser más terrorífica cuanto más real es, su nombre: Freaks (La parada de los monstruos, 1932), del director Tod Browning.
Esta película nos presenta la historia de un circo de la época de los años 30, en donde, por supuesto, las principales atracciones son personas con deformidades corporales. La historia nos muestra a Hans (Harry Earles), un enano perdidamente enamorado de Cleopatra (Olga Baklánova), quien sólo está interesada en él por su dinero, por lo que hará todo lo posible para quedarse con la fortuna de su amado. El único inconveniente es que los fenómenos saben de su perverso plan, por lo que tomarán drásticas medidas para vengar todo el daño hecho a su compañero.
Freaks nos presenta una gran historia en apenas una hora de duración, que en tan sólo 60 minutos desarrolla todo un cuento de terror con mezclas de romanticismo y tragedia, ya que la historia está repleta de sentimentalismos tan puros como el amor pero también el odio; sentimientos que al estar representados en seres humanos, sí, pero por demás deformes, ocasionan que el espectador experimente cierto temor e incomodidad al saber que hasta los seres más monstruosos son capaces de amar pero, también, de crear el peor de los horrores cuando se lastima a uno de los suyos.
Por supuesto, otra de las controversias en las que se vio envuelta esta cinta es el hecho de haber utilizado a verdaderos fenómenos de circo para su grabación en vez de recurrir al uso de maquillaje o prostéticos; pero es este hecho el mayor mérito de la película, pues nos deja ver el tipo de convivencia, el amor y el compañerismo que estos personajes tienen para con ellos mismos, ya que en ningún momento los vemos realizar actos circenses, sino que el director Browning nos muestra la vida detrás de la carpa de circo y nos los enseña como en verdad son: humanos.
Por supuesto, no está de sobra mencionar que Freaks le ha regalado al celuloide dos de las más grandes escenas en su historia, a saber: uno de los finales más impactantes del género; pero sobre todo, una emblemática cena familiar en donde el espectador se sentirá como uno de ellos…Gooble Gobble, Gooble Gobble, one of us.
Definitivamente, Freaks se convierte en una obra imprescindible para todo amante del cine.