«¡Están vivos!» Así que obedece, consume, reprodúcete, sométete, no cuestiones…
La verdad nos fue dicha y no quisimos escuchar, los falsos profetas nos enseñaron pero no quisimos mirar: no somos más que ganado que sirve como alimento de los más poderosos; nos hemos convertido en hombres y mujeres desechables al servicio de una minoría que sólo busca su propio beneficio. Los medios de comunicación nos mantienen sedados, dormidos e hipnotizados al decirnos qué hacer, qué comprar, qué decir…qué creer. Ni Zeus, ni Cristo ni mucho menos el mismo Ra o cualquier otra deidad a lo largo de la historia ha tenido más poder que nuestro actual dios, aquel al que llaman «dinero». Al menos así lo plantea la cinta They Live (¡Están vivos!, 1988) del director John Carpenter y basada en la obra Eight o’Clock in the Morning, de Ray Nelson.
George Nada (Roddy Piper) es un hombre honrado que sufre los estragos de una economía decadente en los EU, así que decide viajar a los suburbios para conseguir un mejor trabajo y tener una vida más cómoda. Todo parece ir bien hasta que se encuentra con un grupo de sujetos obsesionados con las teorías conspiracionistas; sin embargo, no es sino hasta que logra robarles unas extrañas gafas de sol que el protagonista comenzará a ver al mundo tal y como es: lleno de mensajes subliminales que orillan a la sociedad a seguir consumiendo y obedeciendo pero, sobre todo, a mantenerse sometidos bajo el poder de una raza extraterrestre.
Han pasado 30 años desde que el gran Roddy Piper nos enseñó que no tenemos un pensamiento libre ni independiente y que nuestro único objetivo en este mundo es el de rebajarnos y reproducirnos, todo con tal de que el mundo siga funcionando con “normalidad”. La película demuestra esto desde su inicio cuando presenta al personaje de George Nada migrar de su ciudad natal a una más grande y urbanizada para tener un mejor empleo, el cual consigue rápidamente como albañil, puesto en el que conoce a Frank Armitage (Keith David), un compañero que lo invita a vivir en una pequeña comuna de gente pobre.
Y aunque todo pareciera una película más en donde veremos al protagonista sufrir la desigualdad y los maltratos de la sociedad ante la gente de menos recursos económicos, pronto la historia da un importante salto a la ciencia ficción cuando George descubre un laboratorio dentro de una iglesia, lugar en el que logra hacerse de una caja que contiene varias gafas de sol, las cuales, al colocárselas le proporcionan la habilidad de mirar al mundo de una forma totalmente diferente pero, también, más real, pues dejan al descubierto todo el bombardeo comercial y consumista al que todos estamos expuestos.
En cuanto George usa los lentes, su visión del mundo se vuelve más fría y vacía, pues de ser un lugar en donde todo es feliz y pintoresco, todo pasa a ser un sitio totalmente frío y a blanco y negro (literalmente); pero no sólo eso, sino que a donde quiera que mira, ya sean anuncios publicitarios en las paredes, pantallas de televisión, periódicos o revistas, el único contenido que mira en estos objetos no son imágenes, sino palabras y frases como: obedece, cásate y reprodúcete, consume, ve televisión, sométete, compra, permanece dormido; e incluso la leyenda “esto es tu dios” sobre un fajo de billetes.
Sin escrúpulos ni piedad se nos revela el constante bombardeo que el mundo sufre por parte de empresas y medios de comunicación que tienen como única finalidad el vender y manipular la información de acuerdo con sus intereses, ya sea para orillarnos a comprar ciertos artículos o para decirnos qué y cómo pensar. Por supuesto eso no es lo más grave, sino que la visión mediante estas gafas de sol ocasiona que cuando George mire a ciertas personas éstas se muestren con una forma humanoide, casi a manera de zombis espaciales; es decir, los lentes le permiten ver quiénes y cómo controlan al mundo.
Al ver esto (y luego de matar a escopetazos a varias de estas criaturas), George reclutará a su amigo Frank para que le ayude en su cacería, sólo que para convencerlo primero deberá obligarlo a usar las gafas, lo cual consigue tras una mítica y graciosa pelea de varios minutos dentro de un callejón, en donde el golpe más fuerte que veremos no será sólo el de varios rodillazos a los testículos, sino el impacto de ver cómo el mundo se muestra en su verdadera esencia. A partir de esta lucha nuestros dos protagonistas unirán fuerzas junto con otro grupo de personas para derrocar el imperio de estos extraterrestres, quienes han llegado a dominar la tierra haciendo uso de la mejor y más efectiva arma: el consumismo.
They Live resulta ser un reflejo de la importancia que ha llegado a tener el consumo y los medios masivos de comunicación en la sociedad y la vida diaria; pues si bien una cosa es llevar a la exageración esta situación presentándonos como mera mercancía para una especie de colonizadores extraterrestres, no se puede negar que nuestro mundo pareciera ser cada vez más plástico y cuadrado. O tal vez, y sólo tal vez, esta película de John Carpenter nos hace ver que aquellos a quienes llamamos “locos conspiranóicos” podrían ser la parte más cuerda de la humanidad, mientras que nosotros, los más, no somos más que ganado incapaz de despertar y mirar nuestra cruda realidad.