El compadre Mendoza: el zapatismo martirizado
En 1933, cuando se realizó la película El compadre Mendoza, la Revolución Mexicana era aún un tema complicado y las consecuencias que desencadenó la larga pugna armada afectaba la vida del país. En ese contexto, el director Fernando de Fuentes y el guionista Juan Bustillo Oro se acercaron al escritor Mauricio Magdaleno, a quien los unía la amistad y consciencia social. De esta unión surgió una película venida de un cuento que se convirtió con el paso del tiempo en una de las películas más importantes en la historia del cine mexicano (la revista Somos la coloca en el número 3 de 100).
El arte de adaptar
En efecto, el filme de Fernando de Fuentes, quien también pasaría a la historia por ¡Vámonos con Pancho Villa! y Allá en el Rancho Grande, es un producto artístico de primera categoría. La clave en el triunfo de Fernando de Fuentes está en el traslado que hizo del cuento al lenguaje audiovisual. ¿Cómo subsanó las distancias? ¿Qué se debió suprimir, o añadir, al original? ¿Respeta la postura ideológica del cuento? Sin afán de certeza, aventuro algunas respuestas.
Por desgracia, la fama (merecida, eso sí) de la película relegó al olvido el texto literario, el cuál encuentra detalles significativos modificados. El más claro: la extensión. La marcha zapatista rumbo a la hacienda de Don Rosalio, lamentable peregrinación, se alarga a propósito; mismo caso con las presentaciones del reparto o las escenas repetitivas de Don Rosalio, Felipe Nieto y Dolores bebiendo y charlando. Esto puede obedecer a que la extensión del relato no es mucha, por lo que el largometraje agota el argumento rápido.
La tormenta, mal augurio
Por otro lado, en ambos textos tenemos la presencia de las tormentas. En el filme, esta sirve como catalizador de la tragedia inminente y como reflejo del ánimo de los personajes. En el segmento de la boda, la tormenta se convierte en augurio del asalto zapatista a la hacienda. En la película, este asunto cobra una dimensión visual más importante, pues las luces de los relámpagos iluminando la escena avisan del peligro acechante. La tormenta culmina cuando Nieto llega a la hacienda justo a tiempo para salvar a Rosalio.
Hay dos personajes que fueron añadidos para la adaptación cinematográfica y que cumplen funciones particulares dentro de la cinta: el mayordomo Antenógenes y la muda. El primero juega dos roles importantes: ser quien cuelga en la pared el cuadro del líder del bando en turno que visita la hacienda, con esto ayuda a mantener la hipocresía que caracteriza a Don Rosalio sin necesidad de excesivos diálodos o voz en off; además, introduce el toque cómico que aligera la trama. Se vuelve el borracho gracioso y la burla frecuente. La muda en cambio crea suspenso; capaz de leer los labios a la perfección, sabe todo lo que se dice en la hacienda.
Los enfrentamientos mencionados en el cuento son omitidos de la película. Ocupan un segundo plano u ornamental, pues el director da más importancia al desarrollo afectivo de los personajes. Esto se evidencia desde con los encuentros y desencuentros amorosos, que ayudan a construir un denominador del cine del autor. Los sentimientos de los personajes en la película sirven a de Fuentes para realzar el valor patriótico de la causa Zapatista.
El compromiso ideológico
Esta es la principal diferencia entre el original y la adaptación. Mientras que Magdaleno evita comprometerse ideológicamente, la película se decanta por el bando zapatista. Las escenas de marcha zapatista, busca despertar la empatía en el espectador, por ello se extienden más tiempo que aquellas en que aparecen las fuerzas del gobierno. Esta determinación ideológica se construye con el personaje de Felipe Nieto.
En la caracterización de este personaje, mucho menos fuerte en el cuento, de Fuentes purga todos los vicios y rasgos defectuosos de una persona para construir un héroe. El general Nieto está enamorado de la mujer de su compadre, pero nunca lo traiciona. Nieto jamás intenta consumar este amor. Sabe que tiene el poder para hacerlo, pero jamás lo hará. Rosalio en cambio es un ser mezquino y egoísta. Como corresponde a los personajes tipo, Nieto perecerá para coronarse como martir.
La primera parte de la trilogía revolucionaria de Fernando de Fuentes, que continúa con El prisionero 13 y ¡Vamonos con Pancho Villa!, es sustancialmente fiel y los cambios realizados obedecen perfectamente a los fines buscados por el director. Personalmente echo en falta algunas estampas tremendistas del cuento que quizá habrían sido fuertes de ver: aquellas en que se ven cuerpos putrefactos alimentando animales. Sin duda el segmento fue eliminado por constrastar con el estilo del texto en general, o por cuestiones de censura en una época en la que hablar abiertamente de la Revolución Mexicana requería valor.