A todos los chicos de los que me enamoré: renace el cine adolescente
Hasta un cascarrabias podría conmoverse con una buena historia de amor adolescente. Es que esas primeras experiencias románticas muchas veces llegan con un aura de inocencia que resultan digeribles y simpáticas. Las relaciones sanas que se alejan del drama de la adultez también tienen una audiencia importante. No siempre estamos programados para la intensidad. A todos los chicos de los que me enamoré (2018) se basa en el libro homónimo de la escritora Jenny Han y, en sus escasas semanas en Netflix, ya ha recibido buenas críticas ¿Por qué? Es el renacimiento de un subgénero que había estado bastante descuidado por la industria: el cine adolescente.
La historia es un tanto inverosímil pero esto no hace tanto ruido una vez el espectador se introduce en el film. La protagonista, Lara Jean (Lana Condor), ha escrito cartas de amor cada vez que se enamora de un chico en la escuela. Al terminar de drenar sus sentimientos en hojas, mete los papeles en sobres y luego los guarda y atesora en un cajón. Un día, sin entender muy bien cómo, se percata de que cuatro de los destinatarios leyeron sus textos. Todo se complica cuando uno de ellos, el exnovio de la hermana mayor de Lara, de nombre Josh, se interesa en ella.
Es así como de pronto una vida tranquila de una típica buena chica empieza a tambalearse. En A todos los chicos de los que me enamoré, Jean, que supera junto a sus dos hermanas y su padre la pérdida de su madre, encuentra en todo este proceso mucho aprendizaje y valentía. La cinta no escapa de ciertos clichés del cine adolescente: hermana menor con agallas, padre extracomprensivo, enemigas y rivales, chicos populares, etc… pero cada cosa forma parte de un todo bien hecho.
Las actuaciones tanto de Condor como de Noah Centineo (Josh) no son excelentes, pero sí frescas y prometedoras. En realidad, todo el filme está envuelto en una atmósfera agradable. La dirección de Susan Jhonson hace que el suceso central de la película permita descubrir algo más trascendente que es la búsqueda de identidad de la joven. Por eso podríamos decir que más allá de estar dirigida al público adolescente y, a diferencia de muchas películas similares, ésta atrae a distintas audiencias. La creación de las emocionalidades que se intercambian durante la trama se genera de manera eficaz y subyace en ella algo un tanto más profundo de lo que vemos en historias similares.
No en vano la mayoría de las críticas que recibió A todos los chicos de los que me enamoré destacaron que es mucho más de lo que se esperaba. La anterior apuesta de cine adolescente de Netflix fue en éxito en vistas, pero un desastre en críticas. Se trata de El Stand de los besos (2018) que incluye todos los clichés del subgenero sin dar un plus.
Recomendable, hasta cierto punto, esta película no llega al nivel de las icónicas 10 things I hate about you (1992) o Mean Girls (2004), pero sin duda es de las mejores del subgénero que han surgido últimamente.