“El libro de piedra”, la balanza entre lo racional e irracional en Taboada
La tetralogía del terror de Carlos Enrique Taboada consta de cintas que son capaces de generar desde el terror más puro hasta la incertidumbre más siniestra, pues con historias aterradoras que van desde hechos sobrenaturales hasta maravillosos, el espectador se mantiene al filo de la butaca durante toda la cinta. Sin embargo, en filmes como El libro de piedra (1968), el desarrollo de los hechos no es más que una balanza entre la razón y la locura, caminos que culminan en un desgarrador e impactante final.
Luego de que el millonario Eugenio Ruvalcaba (Joaquín Cordero) y su segunda esposa, Mariana (Norma Lazareno), se mudan a una mansión apartada de la ciudad, su hija Silvia (Lucy Buj) comienza a tener extraños comportamientos, entre los que se incluye el jugar con Hugo, su amigo imaginario de piedra. Por ello, el matrimonio decide contratar a Julia Septién (Marga López), una reputada institutriz que tiene como objetivo ayudar a la niña, sin embargo, pronto descubrirá que todos allí están en grave peligro por la obsesión de Claudia con la estatua de dicho niño.
Esta película, aunque no tan aterradora como Más negro que la noche o Hasta el viento tiene miedo, en un sentido sobrenatural durante el desarrollo de su trama, cuenta con una mejor construcción en su historia al momento de hacer vacilar al espectador entre la fantasía y la realidad. Esto lo consigue gracias a diversas situaciones que viven los protagonistas, pues a diferencia de los dos filmes mencionados, y los cuales siempre caminan por el rumbo de lo desconocido, El libro de piedra oscila en todo momento entre lo extraño y lo maravilloso, otorgando dos explicaciones posibles: lo sobrenatural efectivamente existe o, en cambio, todo se trata de una locura colectiva.
Estas dos características ocasionan que la película incluso raye en lo fantástico, aunque para entender mejor esto, es necesario que recordemos mejor cuál es la diferencia entre lo extraño, lo maravilloso y lo fantástico.
De acuerdo con Tzvetan Todorov: lo maravilloso aparece cuando frente a un hecho 100% sobrenatural, se aceptan nuevas leyes de la naturaleza que pueden explicarlo; lo extraño, en cambio, es aquello que puede ser explicado a partir de leyes racionales, naturales o científicas; mientras que lo fantástico es un “nivel” más elevado, pues vacila entre ambas explicaciones, es decir, el hecho sobrenatural no puede ser explicado de forma alguna, generando así una gran incertidumbre en el lector o el espectador.
Así, podría decirse que esta película es un vaivén entre estos tres términos. Todo inicia cuando vemos llegar a Julia con la familia para la que servirá ayudando a la educación de Silvia, quien resulta ser una niña sana pero un tanto incomprendida debido a que se siente relegada por su padre y su madrastra. Es por ello que la familia piensa que el hecho de jugar y hablar con Hugo -quien no es más que la estatua de un niño sosteniendo un libro de piedra en el gran jardín- es totalmente normal para una niña que debe sentirse sola.
Sin embargo, las cosas dejan de ser tan sencillas toda vez que en la casa comienzan a suscitarse eventos en los que la presencia de Hugo está directamente relacionada. Así, poco a poco se presentan situaciones tales como la desaparición a aparición de objetos, e incluso posibles actos de “adivinación” por parte de Silvia, que hacen pensar que la niña en realidad tiene una conexión sobrenatural con la estatua de Hugo.
Por otro lado, los personajes llegan a encontrar ciertas explicaciones para dichos eventos, las cuales, a decir verdad, son bastante racionales, por lo que todo indicaría que no se tratan más que de travesuras y jugarretas por parte de la niña. Lamentablemente la salud mental de Silvia parece agravarse, pues también se revelan actos de brujería que ha estado llevando a cabo, lo que indicaría ya un serio trastorno.
Esto obligará a su padre y Carlos (Aldo Monti), un amigo de éste, a consultar un antropólogo, lo que servirá como el punto clave de la película, ya que les dará ciertas explicaciones que harán que ellos mismos duden de la inexistencia de Hugo, revelándoles un secreto que podría cambiar por completo la percepción que han tenido de Silvia. Más aún, ya que la obsesión de su hija con el niño de piedra será cada vez más fuerte, pareciera que los demás integrantes de la familia se vean tan afectados por la presencia de la estatua del niño, al grado de tener fatídicas consecuencias para algunos de ellos.
Así, la trama, como dijimos, oscila primero entre lo extraño, es decir, lo racional, cuya explicación sería tan simple como el que la niña se siente tan sola y apartada de su familia, que se ha creado un amigo imaginario en la estatua de Hugo para huir de su realidad, pues incluso, podría decirse que el mismo niño de piedra no es más que una metáfora de la soledad de Silvia. Por otro lado, conforme la trama avanza la cinta entra en el terreno de lo maravilloso, o sea, de la sobrenatural, pues las apariciones de Hugo, así como otros eventos que no serían posibles a menos que la estatua en verdad tenga vida, comienzan a hacerse presentes de una manera cada vez más intensa.
Finalmente, el desenlace de El libro de piedra es tan impactante que independientemente de la explicación que se le dé, termina por ser uno de los finales más siniestros que ha dado el cine de terror mexicano.