“Hasta el viento tiene miedo”, la pureza del terror de Carlos Enrique Taboada
El cine de terror, aquel género que durante los años 70 y 80 sirvió para criticar la podredumbre de una sociedad decadente, hoy en día cada vez es más visto como un simple entretenimiento que para muchos no vale la pena si sus tramas no contienen sangre, mutilaciones o por lo menos estridentes ruidos e inesperadas apariciones fantasmales que de un momento a otro hagan saltar al espectador de la butaca. Afortunadamente la historia ha generado directores que, sin importar el paso de los años, nos recuerdan que el verdadero miedo no es el visceral, sino aquel otro, ese que genera un escalofrió y eriza cada fibra de nuestro cuerpo gracias a una sensación de miedo tan sencillo y eficaz, pero a la vez tan puro, que es difícil no temblar ante impactantes historias; tal y como lo demuestra el mexicano Carlos Enrique Taboada y su cinta Hasta el viento tiene miedo (1968).
Un grupo de amigas que vive en un internado de mujeres decide infringir las reglas del lugar y entrar a una torre abandonada en la que supuestamente se suicidó una alumna años atrás. Esta acción provocará que sean castigadas por la directora al no dejarlas pasar las vacaciones con sus familias; ahora, todas ellas deberán permanecer sus días y noches de asueto encerradas en el desolado internado, donde al parecer, el fantasma de la joven mujer se pasea libre por las noches.
Carlos Enrique Taboada inicia su famosa tetralogía del terror con Hasta el viento tiene miedo, película que deja en claro porqué a este hombre se le otorgó el sobrenombre de “El duque del terror mexicano”. Por supuesto, este apodo no es para menos, pues con tramas sencillas –pero que resultan leyendas muy arraigadas en el imaginario mexicano- y escenas que impactan más por el sentimiento que generan que por su crudeza visual, el terror que este director presenta es tan puro que hoy en día parece haber quedado relegado.
Para ejemplo de ello no hay que esperar mucho tiempo en esta película, pues tan sólo su escena inicial es completamente aterradora, en donde se nos presenta el primer encuentro sobrenatural entre la protagonista Claudia (Alicia Bonet) y el fantasma de Andrea (Pamela Susan Hall). Por supuesto, el miedo que esta secuencia genera se debe, sobre todo, a la atmósfera en que ocurre, misma que se muestra durante toda la cinta: escenarios devorados por la oscuridad y acompañados de un fuerte viento cuyo silbido anuncia la llegada del espectro.
Luego de esto se nos presenta al grupo completo de amigas dentro del internado, quienes resultan ser las típicas “jovencitas acomodadas de la alta sociedad”. Por supuesto, Taboada no escatima en resaltar estos estereotipos al demostrar la soberbia y antipatía que expiden varias de ellas, sobre todo la excéntrica y rebelde Kitty (Norma Lazareno), quien no sólo resulta la más altiva de todas, sino también la más experimentada (en todo sentido) del grupo. Así, cuando todas ellas se enteran de la mala experiencia de Claudia con lo que parece haber sido una simple pesadilla, deciden comenzar sus propias pesquisas para saber si todo se trató de un mal sueño o si en verdad existe un fantasma dentro del internado.
Estas investigaciones sólo provocarán que sean castigadas por la directora Bernarda (Marga López), una severa y frígida mujer que a pesar de los ruegos de la dulce maestra Lucia (Maricruz Olivier) opta por dejar encerrado al grupo de amigas dentro de la institución durante las vacaciones. Por supuesto, el que la maestra haya sido tan insistente en pedirle a su superior que dejara ir a las muchachas no resulta ser por mera bondad, sino porque tras enterarse de qué trató la pesadilla de Andrea, tanto la encargada del internado como la profesora saben que una terrible historia podría volver a repetirse. Es aquí cuando el espectador se pregunta si lo visto en un inicio se trató sólo de un sueño o en verdad hay un oscuro secreto que resguarda la escuela.
Por fortuna a Taboada no le interesa mucho que el espectador dude, sino más bien hacerlo pasar miedo, es por ello que la trama avanza rápidamente en un solo sentido, que es el que las jóvenes pronto se den cuenta que han quedado encerradas con un fantasma. Esto lo consigue al no detenerse ni profundizar demasiado en la psicología de los personajes, sino que simplemente se encarga de darle una sola personalidad a cada una de ellas, así, por ejemplo, tenemos a una mujer estricta; a otra dócil; una responsable; otra más comprensiva; una envidiosa y a una completamente incontrolable.
De esta manera la historia puede enfocarse en el terror, el cual, prácticamente es causado por la atmósfera que maneja la cinta (recurso que hoy en día es más difícil de conseguir y, que cuando se logra, no suele apreciarse como debería). El Duque del terror consigue esto mediante escenas que, como bien dijimos antes, no son explícitas pero sí muy bien trabajadas y logradas, como lo es el hecho de brindarle un escenario casi gótico a toda la cinta gracias a la oscuridad en que ocurre la trama.
Asimismo, más que hacer que el espectador se asuste instantáneamente y sólo por un momento, Taboada se enfoca más en generar y sostener un ambiente de tensión cuyo miedo se crea por la incertidumbre de no saber qué va a pasar más que por lo que en verdad ocurre. Además, cabe destacar que la carencia de efectos especiales –más que el de los fuertes ventarrones- dan una mayor naturalidad y eficacia a la “preparación del susto”, por así decirlo. Además, no está de sobra mencionar que aquellas escenas que ocurren en la noche y con un fuerte viento cuyo silbido se asemeja a un lamento, son incluso más aterradoras que aquellas en las que aparece alguna aparición fantasmal en este filme.
Por si fuera poco, es de aplaudirse el giro de tuerca que da la historia, pues aunque en un principio el espectador mirará una historia que aborda 100% lo sobrenatural, el último cuarto de la película cambia totalmente de subgénero –aunque manteniéndose en el terror- para presentarnos una historia de venganza, con la cual, se deja en claro la verdadera razón y el porqué de la aparición de un fantasma dentro del instituto.
Una vez dicho lo anterior, si antes comentábamos que el terror de Taboada es tan puro que ha quedado relegado, no nos referimos a que sus historias hoy en día han pasado al olvido ni mucho menos a que su talento se mira empobrecido a comparación de las actuales cintas; no, sino todo lo contrario. Con ello, hacemos referencia a que las raíces primarias del cine de terror, muy presentes en el estilo oscuro, gótico y desolador de Carlos Enrique, quizá hoy en día se encuentren tan profundas que, una vez que vuelven a salir a la luz y se comparan con el terror actual, quizá luzcan bastante empolvadas, roídas y, sin embargo, mucho más hermosas.