“Red State”, entre sectas religiosas, operativos fallidos…y Kevin Smith
Los extremos siempre son peligrosos, sobre todo aquellos que tienen que ver con ideologías políticas o religiosas, pues pensamientos tanto conservadores como liberales se tornan siniestros cuando no se les pone un límite; por otro lado, la política y las autoridades a veces se vuelven tan turbias que no se sabe dónde termina la seguridad y comienza el crimen. Para darnos un ejemplo de basta con mirar Red State (La secta, 2011), del siempre carismático pero a la vez retorcido Kevin Smith.
Tres jóvenes van en busca de una mujer madura para tener una noche de sexo, sin embargo, lo que debería haber sido un momento de placer y desenfreno se convierte en una lucha por la supervivencia cuando quedan atrapados entre una secta religiosa extremista y un equipo especial de policías que, debido a un plan fallido, comenzarán una guerra sin cuartel.
Smith es uno de los directores a quien le importa poco el qué dirán sobre él o su filmografía, pues con divertidas comedias como Clerks (1994) o Dogma (1999) hasta perturbadoras historias como Tusk (2014), es un hombre que siempre ha dejado su particular sello de humor y crudeza en sus trabajos. Por supuesto Red State no es la excepción, pues nos deja ver cómo la suciedad y la podredumbre de la política y los extremos religiosos no están muy alejados entre sí.
Y por supuesto no hay mejor introducción para ello que tres adolescentes llenos de hormonas buscando saciar su apetito sexual. Por ello la trama comienza presentándonos a Jarod (Kyle Gallner), Travis (Michael Angarano) y Billy Ray (Nicholas Braun), tres jóvenes que con tal de tener una noche de pasión realizan un pequeño viaje para conocer a una mujer dispuesta a embriagarse y acostarse con ellos.
Claro, esta decisión resulta ser la peor de sus vidas, pues cual pecadores de Sodoma y Gomorra merecen ser castigados por su lujuria, algo que ocurre más pronto que tarde cuando son apresados por una secta religiosa que tiene como objetivo expiar el mal del mundo. Y sí, eso significa eliminar de la faz de la tierra tanto a adolescentes promiscuos, homosexuales, prostitutas y demás personas que no representen o sigan “los mandatos de dios”.
Si a esto agregamos que el pastor de la secta es interpretado por nada más y nada menos que Michael Parks –actor fetiche tanto de Smith como de Quentin Tarantino-, sabemos que las cosas se pondrán peligrosas; pues el trío de adolescentes deberá hacer frente a un grupo que –aunque cliché- nos demuestra hasta qué punto y a qué grado la religión es capaz de lavar el cerebro de algunas personas.
Y es que este grupo está conformado por una gran familia que no acepta otra palabra más que la de su líder, por lo que obedecen ciegamente sus órdenes, sin importar si se les pide cantar, bailar o hasta asesinar a inocentes que desde su punto de vista son culpables y pecadores.
Por otro lado Smith hace uso del tema de la homosexualidad para desatar el verdadero problema de la trama, pues mediante la figura de un Sheriff que busca mantener en secreto sus preferencias sexuales, es que toda la situación se saldrá de control entre el grupo religioso y un grupo especial de policías antiterroristas. Claro, y como dijimos antes, esto sólo ocasionará que los tres amigos queden atrapados, literalmente, en medio del fuego cruzado.
Es aquí cuando entra en escena el tema de la política y la corrupción, ya que si bien vemos al agente especial Joseph Keenan (John Goodman) tratando de hacer su mejor trabajo, él mismo se verá entre la espada y la pared al tratar de arreglar un asunto que cada vez se le sale más de las manos. Después de todo termina por ser la representación de un hombre que está allí para realizar el trabajo sucio que, como casi siempre, sus superiores no quieren hacer.
Por otro lado debemos decir que si bien toda esta mezcla entre policías, extremistas religiosos y adolescentes parecería ser una bomba de tiempo para la catástrofe, no resulta tan explosiva como se pensaría. Y no es que la cinta carezca de acción, de suspenso e incluso de terror; no, sino que estos elementos no son tan desmedidos, pues la película no busca crear miedo, sino más bien tensión e intriga, lo cual consigue correctamente durante su primera mitad.
Por otro lado esta tensión se termina apenas pasada la hora de duración, ya que después de “la acción” pasaremos a una parte más tranquila, lo cual parecería ser un giro de tuerca no para la historia, sino para la forma de mostrar una cinta de este tipo. Así, la historia no sigue los parámetros a los que estamos acostumbrados; es decir, no es una película donde haya héroes, ni donde el clímax llega hasta el final (sino antes), y que tampoco cuenta con personajes concretos; al igual que la revelación de ciertos secretos “apocalípticos” con los que cuenta terminan por ser graciosos, pero casi inverosímiles.
Sin embargo esto es lo que la hace diferente e incluso más pesimista que otras obras, pues gracias a sus giros en la trama, así como a las libertades que se toma en cuanto al destino de sus protagonistas, es fácil que el espectador se sorprenda al grado de preguntarse “¿Cómo diablos va a continuar la historia si a mitad de película ya todo se fue al demonio?”.
Es por esto que los últimos minutos podrían percibirse un tanto decepcionantes para aquellos que esperen una historia trepidante y llena de emoción. Sin embargo, también es gracias a estos instantes que la película adopta un toque más perverso, pues es en ellos cuando nos percatamos hasta qué punto pueden llegar a tergiversarse los hechos cuando existen intereses políticos de por medio.
En resumen, Red State es una película con personajes superficiales pero funcionales, pues en ningún momento se intenta ahondar en ellos, sino simplemente se busca exagerarlos. Además cuenta con una trama que al final podría sentirse un tanto inconclusa debido a que si bien es una cinta de acción/terror, estos elementos no están presentes durante toda la historia; aunque es precisamente por su ritmo y este tipo de giros que, aderezados con el típico humor de su director, resulta ser una grata y disparatada sorpresa cuyo mayor fuerte es ser diferente a lo acostumbrado a ver.
Cabe mencionar que la secta de la cinta está inspirada en La Iglesia Bautista de Westboro, la cual es extremadamente homófoba e intolerante con otras religiones.