Enzo: entre el privilegio y la realidad

¿Qué pasa cuando un joven no encaja ni en el mundo que le tocó heredar ni en el que intenta construir por sí mismo? Esa es la pregunta que atraviesa Enzo, el último proyecto ideado por Laurent Cantet y llevado a la pantalla por su colaborador y amigo Robin Campillo tras la muerte del primero. La película nos presenta a Enzo (Eloy Pohu), un chico de 16 años que abandona el colegio para trabajar como aprendiz de albañil en La Ciotat, en la Costa Azul. Sin embargo, la imagen del joven obrero se desmorona cuando descubrimos que vive en una lujosa casa con piscina y vista al mar, junto a unos padres (Élodie Bouchez y Pierfrancesco Favino) que lo aman, lo comprenden… pero no saben cómo guiarlo.

Enzo se mueve entre dos universos que parecen incompatibles: el de su acomodada familia burguesa y el de los obreros inmigrantes ucranianos Vlad (Maksym Slivinskyi) y Miroslav (Vladyslav Holyk), que trabajan para enviar dinero a casa mientras la guerra sigue viva. Fascinado por el mundo de estos hombres —y, en particular, por Vlad—, el protagonista explora un territorio emocional confuso donde la atracción, la admiración y la rebeldía se mezclan. Su rechazo a seguir el camino académico de su hermano universitario y las expectativas de sus padres lo deja flotando, sin un lugar propio, como un personaje de Antonioni, buscando algo que no sabe si quiere encontrar.
Un coming-of-age minimalista y cargado de confusión
Campillo y Cantet apuestan por un estilo sobrio, sin música y con planos fijos largos, dejando que la tensión nazca de los silencios y las miradas. La película destaca por su honestidad al retratar las contradicciones de la adolescencia: un joven que dice no querer aprender, que rechaza la vida de su familia, pero tampoco abraza del todo la de sus compañeros de obra. Las interpretaciones aportan realismo a la trama, en especial la de Slivinskyi —un auténtico obrero convertido en actor—, que dota a Vlad de carisma y melancolía.

Sin embargo, el minimalismo narrativo y la falta de desarrollo en ciertos conflictos pueden generar distancia emocional, dejando la sensación de que hay historias, como la de Vlad, que merecían un mejor cierre o más espacio. Aun así, Enzo es un retrato inquietante sobre el desconcierto juvenil, el choque de clases y los caminos inciertos hacia la madurez, que nos recuerda tanto a Recursos humanos de Laurent Cantet como a Call Me Back Your Name.