“El esqueleto de la señora Morales”, un crimen perfecto no tan perfecto
Cuando uno es amante de la novela y el cine negro, le queda muy en claro que el crimen perfecto no existe, pues sin importar qué tan despiadado sea el asesino o el bandido, siempre habrá tras él otro personaje –casi siempre un detective- más inteligente y audaz que terminará por capturarlo. Sin embargo no son pocas las ocasiones en las que el criminal decide poner a prueba su inteligencia y entrar a un juego del gato y el ratón con la policía, burlándose de ellos y demostrando que a veces el crimen perfecto sí existe pero, además, puede ser increíblemente divertido, como lo es el caso de El esqueleto de la señora Morales (1960), del director Rogelio A. González.
El taxidermista Pablo Morales (Arturo de Córdova) y su esposa Gloria Morales (Amparo Rivelles) son un matrimonio inestable privados de cualquier placer carnal y material debido al fanatismo religioso de la mujer, quien aquejada por una malformación física le hace la vida imposible a su esposo al tratarlo como el culpable de todos sus males. Sin embargo, cuando la señora Morales decide irse de vacaciones a Guadalajara, al mismo tiempo aparece un extraño esqueleto dentro de la tienda de taxidermia del esposo… ¿podría tratarse de los restos de la señora Morales?
Rogelio A. Gonzales nos trae una película clásica mexicana de comedia negra cuyo único crimen es pecar de divertida y sombría, pues a pesar de que nos presenta una situación bastante turbia lo hace mediante situaciones y diálogos llenos de humor, ironía, crítica y, por qué no, hasta empatía, pues es un caso en el que el espectador no sólo se encariña con el “malo” de la historia, sino que termina por comprenderlo y hasta por justificar y aplaudir sus macabros actos. ¿Qué tanto dice eso de nuestra “ética”?
Hacemos esta pregunta porque durante toda la película el público será el único testigo de todo lo que les ocurre al señor y a la señora Morales. Por ello decimos que se trata de un caso en el que es fácil empatizar con el sospechoso, sobre todo porque éste resulta ser un buen hombre que, sea culpable o no, sólo parece ser víctima de las circunstancias.
Así, el taxidermista Morales es un tipo noble, carismático, alguien fiel a sus ideales y, ante todo, amable y respetuoso con todo el mundo; en pocas palabras, es el tipo de amigo que cualquiera querría tener y por quien se meterían las manos al fuego sin dudarlo. Sin embargo, lo lamentable es que a pesar de esto es un tipo triste, infeliz y frustrado, pues debe compartir su vida con una esposa a quien por más que se esfuerza en hacerla feliz, sólo recibe regaños, injurias, mentiras y falsas acusaciones por parte de ella.
Esto último convierte al matrimonio Morales en una bomba de tiempo, pues mientras vemos al esposo ser un hombre totalmente complaciente, su esposa, por el contrario, es una mujer abnegada, marchita y neurótica, pues se trata de alguien que cada segundo de su existencia se queja de su forma de vida, lamentándose por el destino que dios le dio y cuyo único objetivo es hacer infeliz a su marido.
Todo esto lo consigue no sólo haciéndose la víctima en todo momento, sino inventando grandes mentiras sobre el señor Morales, las cuales van desde tacharlo de infiel hasta de ser un alcohólico golpeador de mujeres –llegando incluso a masacrarse ella misma para hacer creíble esto último-, por decir lo menos.
Por supuesto es fácil sentir cierto odio hacia ella al saber que nada de esto es verdad, sino que todo es mentira con tal de verse como una mártir frente al sacerdote de la iglesia y de otras mujeres que, al igual que ella, son totalmente religiosas y abnegadas.
Sin embargo estas situaciones son las que dan pie a que la historia esté dotada de una buena y equilibrada dosis de humor negro, pues será mediante las confrontaciones que el señor Morales tenga con el sacerdote, su esposa y las amigas de ésta, que la película no sólo hace cierta crítica a la iglesia, sino también a la moralidad de las personas.
Esto ocurre mediante varias conversaciones en las que veremos al taxidermista discutir con el clérigo, pues mediante chistes y bromas es que se encarga de hacerle ver que sus creencias no sólo son contradictorias, sino que su proceder mismo como persona deja mucho que desear ante los ojos de su dios.
La parte interesante del filme es cuando la relación entre este matrimonio llega a tal punto de tensión, que a uno no le extrañaría que ambos terminaran asesinándose, pues entre extremas privaciones matrimoniales (que van desde lo alimenticio a lo sexual) y discusiones entre pareja cada tres minutos, bien se puede llegar a desear la muerte de alguno de estos personajes con tal de que uno de ellos deje en paz al otro.
Seguramente llegados a este punto –además del título de la cinta- ya habrán imaginado cómo termina la relación de esta pareja, aunque claro, hay que decir que lo interesante aquí es mirar el proceder del señor Morales, pues veremos cómo gracias a su carisma y su personalidad feliz y templada es que deberá enfrentarse y defender su inocencia en un juicio final por demás divertido, donde nos daremos cuenta que si bien puede ser un hombre bastante tierno, también es capaz de albergar una mente por demás perversa que hará cuestionarse a más de uno hasta qué punto un asesinato puede estar justificado o, al menos, hasta dónde es comprensible.
En resumen, El esqueleto de la señora Morales es una película bastante simple y ligera pero a la vez divertida y sombría, pues mediante bromas y situaciones mínimamente siniestras veremos una comedia trágica llena de eventos irreverentes que si bien hoy en día difícilmente podrían ser vistos en cualquier trama debido a su sencillez, al menos para la época en que fue lanzada demostró que a veces el crimen más imperdonable es el matrimonio.