«Kwaidan», historias japonesas de terror desde el más allá
Desde su surgimiento el género de terror ha evolucionado de tal forma que, hoy en día y muy erróneamente, un gran sector del público sólo considera como tal a aquellas películas cuyo miedo se basa en sustos de sobresalto o en imágenes explícitas y sangrientas capaces de generar una gran repulsión. Sin embargo los orígenes de estas cintas fueron mucho más sencillos y hermosos, logrando retratar el miedo de una forma tan simple mediante historias igual de sencillas pero escalofriantes, como lo es la antología japonesa de culto Kwaidan (1964), del director Masaki Kobayashi.
Basándose en los relatos que el escritor grecoirlándes Lafcadio Hearn recopiló de antiguas historias de fantasmas japonesas, Kwaidan es la adaptación de cuatro de estos cuentos de terror donde los muertos y los vivos comparten la misma realidad. Así, y aunque de forma inconexa, El cabello negro, La mujer de la nieve, Hoichi el hombre sin orejas y En una taza de té son adaptaciones que si bien traen consigo una gran moraleja, también son capaces de helar la sangre del más valeroso.
Kwaidan no es una película de fantasmas como cualquier otra pero, al mismo tiempo, es igual a todas ellas, sólo que en un estado más puro. Con esto nos referimos a que si bien fue una de las iniciadoras del J-horror, el temor que sus historias generan puede no ser tan escalofriante como las aterradoras Ju-on (2002)o Ringu (1998), pero logra transmitir el miedo de aquellas leyendas o relatos de simples “aparecidos” que nos enseñan que lo espectral no es ajeno a este mundo.
Así, cada uno de sus segmentos retrata una historia que aunque cuenta con elementos espectrales, el terror que maneja no se basa en temibles espectros de cara pálida cuyo cuerpo se retuerce de forma grotesca; no, sino que dicho terror se enfoca en la sensación de asombro, impacto e incredulidad que genera el hecho de haber sido testigos de un evento sobrenatural o inexplicable, casi fantástico. En pocas palabras, Kwaidan es más cercana a los orígenes del miedo que a lo visceral.
Ejemplo de ello es El cabello negro –un título que por sí sólo da mucho qué pensar-, una historia que nos cuenta la traición de un samurái hacia su esposa, a quien abandona con tal de contraer matrimonio con una mujer de más categoría y poder económico. Su trama es simple pero sumamente electrizante, pues mediante una base que parte de lo romántico y el arrepentimiento, poco a poco se adentra en el terreno de lo extraño hasta llegar a lo macabro en sus momentos finales, siendo quizás el precedente del porqué una cabellera más negra que la noche es uno de los elementos más aterradores del cine de género japonés.
La mujer de la nieve es incluso un relato que con otra visión podría parecer un cuento de hadas, pues conjunta elementos de la naturaleza con compromisos y cualidades del hombre como lo son el amor, la lealtad y la fortaleza de una promesa. Este segundo segmento resulta ser una clara muestra del poder de los sentimientos pero también de la verdad al contar la vida de un joven que, a punto de morir, es perdonado por una entidad de los bosques siempre y cuando éste mantenga en secreto el encuentro entre ambos, aunque su juramento se vuelve más difícil de cumplir cuando conoce a una mujer con quien le es inevitable compartir todo.
En cambio la tercera y más larga historia de la cinta, Hoichi, el hombre sin orejas, no es tan piadosa en cuanto al amor y la lealtad, pues al contrario, manifiesta el sufrimiento al que se exponen aquellos que por voluntad propia o por obligación se empeñan en realizar una tarea que poco a poco les consume la vida. Asimismo este es el segmento que más podría acercarse a lo sobrenatural como muchos de nosotros lo entendemos actualmente, ya que no está exento de elementos como fantasmas, una espesa niebla, cementerios y conjuros, además de revelaciones más que inquietantes.
En la historia, Hoichi es un joven ciego cuyo talento para recitar historias mientras toca el biwa le valen el ser reclutado por un poderoso señor feudal, quien durante varias noches le pide contar y cantar para todo su palacio la leyenda de una famosa batalla. Sin embargo, con cada una de sus visitas su estado de salud empeora, por lo que sus seres más allegados se verán obligados a tomar drásticas medidas con tal de que el muchacho se libere de su mal.
Ahora, aunque estas tres historias nos demuestran que el miedo puede ser mejor en su estado más puro como lo es la sencillez de una simple historia de fantasmas, no por ello Kwaidan se olvida de presentar una narración en la que el sadismo y el impacto llegan casi a lo visceral sin la necesidad de ser explícito a la mirada, pero sí de generar una enorme extrañeza en el espectador al grado de sumergirlo en un terror psicológico.
Nos referimos a En una taza de té, el último y más corto –pero tal vez el más impactante- de los segmentos, cuya historia nos sumerge en un cuento tanto espectral como increíble cuando vemos a un hombre que por alguna inexplicable razón está convencido de mirar el reflejo de un desconocido sujeto en el fondo de su taza de té, como si de un tétrico espejo se tratara, aunque el verdadero horror comenzará cuando decida “beberse” dicho reflejo.
En resumen, a pesar de su extensa duración de tres horas, Kwaidan es una maravillosa antología que nos enseña una vez más que el mejor terror es el que tiene sus bases en el miedo más puro, el cual no tiene la necesidad de mostrar encarnizadas matanzas ni sustos prefabricados que sólo duren un instante, sino aquel que nos recuerda que el temor más intenso es el que proviene de lo extraño, lo otro, lo desconocido…y en la mayoría de los casos toma la forma de un fantasma.