“Sonora”, un viaje a través del desierto, el racismo y el perdón
El racismo, por mucho que se luche contra él, es una actitud que difícilmente (por no decir imposible) desaparecerá de la humanidad, ya que durante años se ha alimentado y lo seguirá haciendo de miles de prejuicios; prejuicios tan infinitos como la cantidad de granos de arena en los desiertos. Ejemplo de ello es la cinta Sonora, del director Alejandro Springall, la cual nos muestra el tortuoso viaje de un grupo de personas por un ardiente páramo en busca de escapar del infierno mexicano.
Año 1931. Tras las deportaciones de mexicanos por parte de Estados Unidos, y México expulsando a los chinos de Sonora, 12 personas de diferentes razas e ideologías se atreven a cruzar el desierto en un Chrysler 1929 esperando encontrar la paz en Baja California. Sin embargo, en el camino deberán enfrentarse a sus propios prejuicios, odios y hasta la paranoia si es que quieren sobrevivir.
Protagonizada por Joaquín Cosío, Juan Manuel Bernal y Dolores Heredia, Sonora es una más que interesante road movie que resulta una grata sorpresa en el cine mexicano actual, cual si de un oasis en el desierto se tratara. En parte eso se consigue no sólo por su historia tan atrapante, sino también porque nos da a entender que a poco menos de 100 años de historia, la humanidad no ha cambiado tanto en su mal trato hacia sus semejantes.
Sonora, además de ser un viaje de hombres y mujeres en busca de una mejor vida, es una travesía al interior de ellos mismos que a la par nos deja ver las actitudes tendenciosas y el racismo que ha predominado durante tantos años en las ideologías más conservadoras. Por ello, aquí somos testigos de diversas situaciones que van de lo conmovedor a lo repulsivo gracias a los giros en su trama que mantienen al espectador en una constante montaña rusa de emociones.
Así, este grupo de 12 individuos es un vivo retrato de la sociedad actual, pues entre ellos hay mexicanos odiando extranjeros, extranjeros odiando mexicanos pero también mexicanos odiando mexicanos; aunque también vemos personas que únicamente ven en los demás sólo eso: personas sin ninguna diferencia social ni étnica.
Esto da pie a que durante toda la trama de Sonora se desaten varias discusiones entre ellos que no en pocas veces terminan en peleas que van de los insultos a los golpes, motivo por el que la cinta se desarrolla en una constante tensión de principio a fin. Por supuesto, lo más llamativo de ello es la causa de estas riñas, pues no sólo son incentivadas por las infernales temperaturas del desierto, sino principalmente por el desprecio que se tienen entre sí.
Claro, este desprecio carece de fundamentos, o al menos de fundamentos razonables, ya que el odio que sienten surge de la misma razón por la que miles de personas se aborrecen actualmente: sólo porque otros, generaciones presentes y pasadas, han enseñado que se debe odiar al extranjero, al extraño, al invasor, por el sólo hecho de ser diferentes o por las malas decisiones que sus antepasados tomaron en nombre de su raza e ideología.
Por ello que, como toda road movie, en Sonora la evolución de los personajes, así como sus infortunios pero también sus revelaciones y redenciones, se van dando conforme avanzan en su viaje por el desierto. Claro, con los respectivos tropiezos y errores que deben cometer para lograrlo.
Además, aunque Sonora también podría estar repleta de ciertos clichés sobre el racismo, consigue ser una trepidante historia llena de giros inesperados, a veces tan bruscos y con motivos tan egoístas por parte de los protagonistas, que logra muy bien algo tan difícil de conseguir: que el espectador ame y odie a los personajes y, al mismo tiempo, se percate de los prejuicios que quizá puedan albergar en su interior.