«Borat: Siguiente Película Documental», un retrato de la ignorancia y el abuso
En una de las escenas más increíbles de Borat: Siguiente Película Documental (Borat Subsequent Moviefilm, 2020), el irreverente reportero y su hija consiguen una lamentable declaración de un cirujano plástico. Al ser cuestionado sobre si se abalanzaría sexualmente sobre ella al agrandarse los senos, este afirma que lo haría si el padre no estuviera presente. En otra, totalmente a la inversa, una amigable niñera la disuade de hacerse la operación al hacerle ver que vale tal cual es. En la misma secuencia, lo peor y mejor de las personas ha salido a la luz. Estos momentos son los que hacen del nuevo falso documental de Sacha Baron Cohen algo muy valioso.
Más allá de las risas y burlas, este trabajo documenta la dualidad de una sociedad enfrentada por todas las razones que se nos puedan ocurrir.
Después de que el gobierno de Kazajistán fuera humillado por la primera película de Borat (Cohen), el reportero es reprendido y condenado a trabajos forzados. Catorce años después, el presidente llama al deshonrado ciuadadano para cumplir una misión y restaurar no solo su honor, sino el de toda la nación.
Deseando que Donald Trump entable una nueva relación con Kazajistán, el mandatorio decide mandarle un regalo al vicepresidente Mike Pence a través de Borat. Este acepta la tarea con vehemencia, pero los problemas no tardan en surgir al volver a Estados Unidos. Además de no reconocer el lugar que visitó hace tanto tiempo, Borat debe lidiar también con la inesperada llegada de su hija Tutar (Maria Bakalova), quien desea convertirse en una “princesa” como Melania Trump.
Los nuevos aprendizajes culturales de Borat
Filmada en secreto casi en su totalidad, en plena pandemia y durante un coyuntura para la sociedad estadounidense, la secuela llega en el momento perfecto, a tan solo unos días de que el país tome la decisión más importante de su historia en lo que va de este siglo.
Baron Cohen resucita a uno de sus más desfachatados personajes para recordarnos por qué Estados Unidos ha llegado al punto en el que se encuentra. A través de una serie de graciosos sketches, el actor nos introduce en un mundo surreal y absurdo que, tristemente, es el nuestro.
En esta segunda parte, Borat es víctima de un shock cultural. Su descubrimiento de los teléfonos inteligentes, las redes sociales y el nuevo poder que gobierna Estados Unidos genera hilarantes e incómodas situaciones. Como el racista, antisemita, machista e ignorante que es, el reportero halla varios entornos en los que se siente como en casa. En un baile de debutantes, por ejemplo, en el que participa Tutar, su encuentro con padres que ¿en broma? le ponen un precio a su hija como si de una mercancía se tratase exhiben una conducta reprobable y repugnante.
En otra escena, quizá la más peligrosa de todas, Borat consigue que unos seguidores de Trump, muchos armados, canten una canción en contra de Obama. Estos momentos son reforzados por los personajes dentro de personajes que Baron Cohen concibe en esta ocasión. Con ellos, este trata de «pasar desapercibido» para quienes lo reconocen por la fama de su primera película.
Apelando a una gran cantidad de estereotipos, el actor logra conectarse con ideologías extremistas, retorcidas y hasta reprobables. Al bajar la guardia, estos sujetos nos abren la puerta hacia su lado más oscuro, alimentado, en buen parte, por su ignorancia y los retorcidos “valores” con los que fueron criados.
Los múltiples rostros de Estados Unidos
Irónicamente, la cinta también consigue saca a relucir el lado más bondadoso y compasivo de algunas de sus víctimas. Además de la ya mencionada niñera, otros personajes ofrecen al protagonista una oportunidad de redimirse por sus crueles y ofensivas ideas. Una anciana judía, por ejemplo, logra tener un encuentro cálido e íntimo con él a pesar de su ideología antisemita.
En otra escena, un par de sujetos claramente manipulados por todo lo que leen, entablan una breve pero linda amistad con él contra todo pronóstico. Cortando, aunque sea un instante, la influencia tan dañina de los medios radicales, estos individuos no ven a Borat como un sucio inmigrante, sino como una persona más con sus mismos miedos y preocupaciones.
Pero lo que más interesa a Baron Cohen ahora es indagar en lo que significa ser mujer en la nación «más libre» del mundo. Las imágenes en las que aparece Tutar enjaulada y asustada por los relatos de vaginas dentadas no distan mucho de aquellas en las que «defensores de la vida» o sugar babies sometidas a los deseos sexuales de hombres adinerados explican sus puntos de vista.
Todavía más deplorable es la controvertida participación de Rudolph Giuliani, uno de los actores políticos más cercanos a Trump. La forma en la que lo exhiben resulta un triste recordatorio del eterno acoso hacia el sexo femenino. Bakalova nos regala una grandiosa interpretación como la confundida chica. Baron Cohen ha encontrado en ella a la cómplice perfecta para construir este retrato sui generis de los Estados Unidos.
Aunque algunos de estos sketches se sienten un tanto manipulados para someterse a la narrativa diseñada por Baron Cohen y dirigida por Jason Woliner, Borat: Siguiente Película Documental demuestra que el toque del comediante sigue intacto.
En esta ocasión, el actor cuestiona el poder en todos los niveles. Su más reciente trabajo ciertamente no ofrece un aliciente para los males aquí representados, pero sí que apunta hacia donde se encuentran los problemas. Porque, tal y como el redimido reportero declara cerca del final, “la mayor amenaza ahora para Estados Unidos son los mismos yanquis”.
Borat: Siguiente Película Documental está disponible en Amazon Prime Video.