«La Llorona»: el lamento de toda una nación
El terror de La Llorona (2019), la más reciente película de Jayro Bustamante (Ixcanul, Temblores) trasciende cualquier origen sobrenatural. Más allá de los fenómenos inexplicables que presenta, el lamento de una nación se convierte en el horror que acecha al responsable de su dolor. Pero a diferencia de una aparición sin rostro, quienes se encuentran detrás de este tormento tienen un nombre y una identidad. En la cinta, la memoria y una culpa infinita compartida se convierten en los entes que han de reclamar justicia con el sufrimiento del victimario.
El general Enrique Monteverde (Julio Díaz), antiguo dictador de Guatemala, se enfrenta a un juicio por el genocidio maya ixil perpetrado durante su mandato. Gracias a los testimonios de los sobrevivientes, el militar es encontrado culpable; sin embargo, la sentencia se revoca por un aparente acto de corrupción. Monteverde pronto regresa a casa con su familia, quienes lo cuidan debido a su avanzada edad. Pero, además del descontento social que alcanza las puertas de su mansión, distintos incidentes comienzan a inquietar a los que se encuentran dentro. La llegada de Alma (María Mercedes Coroy), una mucama cakchiquel, acentúa tanto los incomprensibles acontecimientos como el drama en el seno de la familia.
La Llorona, estrenada en Venecia en 2019, se basa en la dictadura de Efraín Ríos Montt, uno de los más sanguinarios tiranos surgidos en Centroamérica. La trama recoge la forma en la que la sentencia fue revocada por supuestos fallos en el proceso penal, y el cómo murió sin castigo. Sin embargo, proyectando la ira de un pueblo lastimado, Bustamante imagina el desenlace soñado: el pasado regresando para saldar cuentas. En clave de terror, y aludiendo al mito del título, el guatemalteco desarrolla esta idea con un resultado sumamente cautivador.
Cada quien dirá si La Llorona realmente puede ser considerada como una película de terror. Esto, por supuesto, no denigra en absoluto su calidad, pero los acontecimientos que aquí se evocan tristemente tienen un origen palpable. La legendaria Llorona tiene cabida en esta historia como una brutal representación de aquellas mujeres violentadas que tuvieron que ver cómo asesinaban a sus hijos. Bustamante acierta al encontrar este símil, además de que muestra una gran habilidad narrativa al incorporarlo respetuosa y orgánicamente en la trama.
Bustamante y el coguionista Lisandro Sánchez nos posan en el punto de vista de Natalia (Sabrina de la Hoz), la hija de Monteverde. Las dudas en ella se pueden percibir desde el comienzo. A pesar de que Carmen (Margarita Kenéfic), su madre, pretende impedir que le dé vueltas al asunto, Natalia continúa dudando sobre la inocencia del general. Además, una pequeña subtrama, que igualmente señala el destino de los disidentes, sugiere que los mandatos de Monteverde la afectaron directamente sin que lo supiese. Aunque el hombre no muestra un ápice de arrepentimiento, la culpa se ha trasladado horizontal y verticalmente: a su esposa e hija.
Carmen es quizá el personaje más interesante de La Llorona. Como perpetuadora no solo del nefasto legado de su esposo, sino de los vicios machistas y elitistas que representa, su rol despierta un desprecio notable. Pero, al igual que con Monteverde, Bustamante y Sánchez la envuelven en un manto de vulnerabilidad y vergüenza que, eventualmente, se convierte en una pesadilla. En el inicio, mientras Carmen conversa con su hija sobre la posible culpabilidad del general, esta menciona que el pasado debe quedarse atrás. Sus insensibles palabras resuenan durante el desenlace, cuando el pasado finalmente los alcanza de la forma más violenta posible.
La esencia a la que Bustamante apela, al menos en la parte de género, sorpresivamente encuentra su inspiración en la imaginería del horror japonés. La apariencia de Alma, con su larguísima cabellera negra y espectral presencia, nos remite a Sadako en El Aro (Ringu, 1998); de igual manera, la amenazadora representación del agua alude a Agua Turbia (Honogurai Mizu No Soko Kara Lit, 2002).
Nicolás Wong, cinefotógrafo, consigue trasladar brillantemente esa escalofriante atmósfera ajena con su trabajo. Pero la fotografía no solo impacta en los momentos sobrenaturales. Ejemplo de ello son las escenas del juicio, en las que un dolly out revela la sala por completo, incluyendo un cameo de Rigoberta Menchú. Y las del flashback, que revelan el pasado de Alma y Monteverde, demuestran la habilidad de Wong para mirar en distintos entornos.
La Llorona, emerge como una fantasía colectiva: ¿Cuántas veces no hemos deseado que aquellos que han causado tanto dolor desde el poder obtengan su merecido? El filme también hace referencia al entorno en el que se desenvuelven estas familias de élite. ¿Cómo puede vivir alguien en uno en el que abunda la culpa y la vergüenza? Dicen que justos pagan por pecadores, pero para Natalia, por ejemplo, el martirio de la incertidumbre es castigo suficiente.
La Llorona, nominada a un Globo de Oro, busca ahora la nominación al Óscar como Mejor Película Internacional. Esta sería la primera en la historia para el país centroamericano.