“La frontera del miedo”, las torturas no tienen límites
El cine de terror tomó un nuevo aire a principios del siglo XXI gracias a una serie de películas que, por su brutalidad, crudeza e historias, lograron un equilibrio casi perfecto entre una trama envolvente y un gore por demás brutal. Esta serie de filmes fueron catalogadas bajo el término del Nuevo extremismo francés, pues se caracterizaron por ser obras de un carácter transgresor que tuvieron su apogeo a inicios del año 2000.
Y si bien este movimiento no está compuesto tan sólo por cintas de terror, en esta ocasión nos limitaremos a hablar sólo de éstas debido a que, en conjunto, conforman una excelente visión sobre la brutalidad humana pero, también, regresan a los origines del gore, es decir, se enfocan en las torturas y el maltrato del cuerpo humano sin llegar al “splatter”. Con esto último nos referimos a que terminan siendo obras más realistas en cuanto al uso del elemento sangriento en vez de aquellas que utilizan litros y litros de sangre en heridas por demás irreales.
De esta forma comenzaremos hablando de la cinta Frontière(s) (La frontera del miedo, 2007), del director Xavier Gens.
Esta película nos muestra el desafortunado destino de unos jóvenes franceses que, aprovechando los grandes disturbios que viven en su país debido a los tiempos electorales, deciden efectuar un gran robo. Una vez se hacen del botín se verán en la necesidad de huir con el dinero, sin embargo, el hostal al que llegan en busca de refugio es el hogar de una familia de neonazis que, en el mejor de los casos, los mataran de una forma rápida pero, en el peor, les harán pasar la peor y más dolorosa noche de sus vidas.
La película inicia con una trama demasiado oscura desde sus primeros momentos, pues éstos nos muestran una ola de violencia debido a diversos enfrentamientos entre los cuerpos policiales y la sociedad francesa. De esta manera se nos anuncia que lo que estamos por ver tendrá un alto contenido no sólo de maltratos físicos, sino hasta cierto grado con tintes políticos.
Afortunadamente no debe pasar mucho tiempo para que el espectador se dé cuenta de ello, pues apenas 15 minutos transcurridos de metraje ya estamos viendo a los pobres ladrones llegar a un hostal donde con tan solo ver el comportamiento tan extraño de sus propietarios, ya sabemos que algo va a ir bastante mal. Así, unos cuantos momentos después el espectador será testigo de un festín de torturas y dolor, además, claro, de unos cuantos improperios racistas a cuenta de una familia pervertida.
Ahora bien, es gracias a esta familia que la película funciona, pues de cierta forma resultan ser una extraña mezcla -pero sin llegar a la misma calidad- entre los Sawyer de The Texas Chainsaw Massacre (La masacre de Texas, 1974) con los Firefly de The house of the 1000 corpses (La casa de los 1000 cuerpos, 2003) ya que la locura de cada uno de sus integrantes sólo es superada por su sadismo; así que el espectador puede hacerse una idea de lo que les espera a las víctimas, quienes, no está de sobra decirlo, lo único que aportarán a la cinta es ser carne para el matadero.