Los Meyerowitz: la familia no se elige, la reivindicación de Adam Sandler de Netflix a Cannes
Producida por Netflix y estrenada en el Festival de Cannes el año pasado, donde se sumó a la polémica al competir por la Palma de Oro al igual que Okja) The Meyerowitz Stories (Los Meyerowitz: la familia no se elige 2017) es la película más reciente de Noah Baumbach (Una historia de Brooklyn, Frances Ha, Mientras seamos jóvenes, Mistress America) y una buena oportunidad de ver a Adam Sandler y Ben Stiller fuera de una de sus tontas películas y compartiendo créditos con un elenco monstruoso: Dustin Hoffman, Adam Driver, Grace Van Patten, Elizabeth Marvel, Emma Thompson, Rebecca Miller, Candice Bergen, Judd Hirsch y Sigourney Weaver.
Con The Meyerowitz Stories, Baumbach dirige la obra de su carrera, una comedia inteligente situada en Nueva York que comparte características con las primeras películas de Woody Allen, al igual que con el cine de Wes Anderson, con el que Baumbach ha colaborado en los guiones de Vida acuática (2004) y El fantástico Sr. Zorro (2009). Ambientada perfectamente con la música de Randy Newman (el mismo que compuso las canciones de Toy Story y Monster Inc. que ganaron el Óscar), The Meyerowitz Stories exige de Sandler y Stiller una sensibilidad y una vulnerabilidad que dista de sus actuaciones regulares, pero que cumplen de maravilla.
Determinismo familiar
La gran mayoría de nosotros procedemos de una familia a la que nos vemos arrojados sin consentimiento. Nadie elige a sus padres, así como nuestros hijos no nos elegirán a nosotros. A nadie le preguntan si quiere llamarse como su abuelo o su tío. Ese acto, la imposición del nombre, es la primera prueba de nuestra determinación por alguien más. Llegamos al mundo a formar parte de un grupo de personas que comparten características físicas, pero también una historia e ideologías políticas o religiosas. Conforme vivimos con ellos, conocemos a nuestros padres: aprendemos a detectar sus cualidades y sus defectos. En el futuro, una vez que partimos de casa y hacemos nuestra vida o nuestra familia, volveremos la vista atrás y nos daremos cuenta que nos hemos convertido, al menos un poco, en nuestros padres.
Eso mismo entenderá Danny cuando vuelva a reencontrarse con su padre, a quien aprenderá a conocer de nuevo; redescubriendo los antiguos defectos, pero también los gestos que él mismo ha heredado. Esto otorga a la película una dimensión global, es decir que The Meyerowitz Stories funciona como crónica o radiografía de cierta parte de la condición humana. Si bien muchos señalan que los problemas familiares específicos de los Meyerowitz son esencialmente burgueses, también es cierto que no sólo las familias burguesas tienen conflictos familiares. Por ello considero que es una comedia brillante que da tanto para la carcajada, como para la risa nerviosa o hasta las lágrimas, porque resulta difícil no verse reflejado en su historia.
Sordera selectiva, ese mal posmoderno
Hay muchos diálogos en esta película. Los personajes están hablando constantemente. Todos a todo mundo. El truco en The Meyerowitz Stories no está en lo que se dice, ni en como se dice, ni a quien se dice; nada de eso tiene importancia. Lo que hay que entender de toda esa verborrea incesante es que a nadie le interesa escuchar, sino decir su parte. Ya que los personajes parecen desesperados por soltar sus líneas, es imposible la comunicación elocuente o inteligible: todos están concentrados solamente en lo que quieren decir. Cuando el otro habla, están dentro de sí, esperando con ansiedad y repitiéndose a sí mismos lo que dirán cuando el otro calle. En ocasiones no precisan siquiera que el interlocutor deje de hablar para comenzar su diálogo. Esta es una de las circunstancias más atractivas del filme. Si el espectador, que lo ve todo desde afuera, presta suficiente atención comprenderá a los personajes mejor que lo que ellos mismos lo hacen.
La eterna adolescencia, ese otro mal posmoderno
Danny la está pasando mal por su cuenta y decide volver a vivir un tiempo con su padre. Su matrimonio ha fracasado y tiene una hija adolescente que desea ser artista. La dinámica relación entre Danny, su hija Eliza y su padre Harold se transforma con la evolución de los personajes quienes interpolan con frecuencia sus roles. Esto se debe a que las tres generaciones comparten una modernidad tan global que reduce en mucho las diferencias entre sí. Hace algunos años todos pensábamos en un adulto mayor como una persona peleada con la tecnología, alguien que no entendía en absoluto las referencias a la cultura pop porque conocía sólo música y películas viejas, pero en The Meyerowitz Stories tenemos a tres distintas generaciones que utilizan smartphones e Internet y comparten referencias culturales.
Se dice que en la sociedad actual todos vivimos en una especie de adolescencia. No pretendo saber lo suficiente de sociología para confirmarlo o negarlo, pero es seguro que los personajes de The Meyerowitz Stories si la viven. Eliza está conformando aún su identidad al formarse como estudiante superior; Danny ha perdido el camino y debe descubrir qué hacer con su vida y Harold ansía la atención, aceptación y reconocimiento de los demás En esta dinámica los tres son igualmente capaces del error inmaduro y de la mayor elocuencia, resultando la mayor parte del tiempo que Eliza es la más madura.
La construcción de la mismidad
Lo que dice Jean en algún momento: “uno tiene una historia de sí mismo y quiere aferrarse a ella” es consecuente con la realidad. Entre las situaciones dramáticas y cómicas de nuestras vidas, sepultamos pequeños (o grandes) secretos de nosotros que no queremos que nadie (incluso nosotros mismos) sepa. Siempre es posible poner en duda nuestros recuerdos e historia personal que contamos, o al menos cuestionarnos hasta donde llega la mentira o en qué momento la mentira se convierte en verdad. The Meyerowitz Stories es formidable porque nos da las narraciones de una serie de personajes (separadas por cortinillas en una segmentación muy Woody Allen) y con esas mismas nosotros debemos conformarlos, no sólo como individuos sino como miembros de una familia con una historia más grande aún. Así, todos los actores tienen un espacio enorme para crear y desarrollar a sus personajes.
Sólo me queda reiterar la recomendación de ver The Meyerowitz Stories. Películas formidables de Netflix como esta u Okja (y tantas más que Netflix continúa estrenando desde 2015 que produjo Beasts of no nation), que se consideraron aptas para competir en Cannes, están destinadas a pasar a la historia por cambiar las reglas del juego. Son estas películas las que abren el debate sobre la esencia y la experiencia del cine para renovar la distribución convencional en un camino que ya no se puede desandar. The Meyerowitz Stories sigue a Sandy Wexler en la lista de colaboraciones entre Netlix y Adam Sandler, misma que promete producir al menos cuatro largometrajes más. Esperemos que esto sea el inicio de una buena relación y de un cambio en la visión creativa de Sandler, que cada vez se anima más a salir de sus roles convencionales.