“Muñeca diabólica”, si no tienes amigos, ¡hazte uno!
Son pocas las cintas en el cine de género contemporáneo que hoy en día logran un muy buen equilibrio entre el terror visceral y el psicológico, con lo cual consiguen una mezcla –muchas veces perfecta- entre una trama envolvente y un miedo y suspenso bastante bien construidos. Ejemplo de ello es la película May (Muñeca diabólica, 2003) del director Lucky McKee.
May nos presenta la historia de la típica joven inadaptada y por demás introvertida cuyo mayor deseo es tener un verdadero amigo; uno que la ame, la comprenda y no la juzgue ni la obligue a hacer nada que no quiera. Afortunadamente en su camino se cruzarán un hombre y una mujer que, tanto sentimental como sexualmente la harán experimentar sensaciones que nunca había vivido; sin embargo esta relación no durará mucho, por lo cual la joven decidirá que la única manera de salir de su soledad es bastante simple: construirse –como si fuera un muñeco de trapo- a su propio compañero.
La película funciona por su simpleza, pues con una premisa tan sencilla como lo es la típica joven inmadura y tímida que sólo busca encajar en el mundo, McKee únicamente agregó unos cuantos elementos tenebrosos para convertir esta cinta en buen drama de terror.
Tales elementos son dos: el ligero gore que la cinta muestra; y la locura que la protagonista May (Angela Bettis) desarrolla durante toda la cinta.
Comencemos por el segundo punto:
Angela Bettis interpreta muy bien su papel de mujer tímida; y aunque si bien físicamente ya es una persona madura, psicológicamente su mente apenas comienza a desarrollar tanto la necesidad como la capacidad de relacionarse con la gente a su alrededor. Asimismo, sexualmente es totalmente inmadura, motivo por el cual en un principio muestra un fetichismo por ciertas partes corporales de la gente que la rodea; aunque después este fetiche se tornará bastante retorcido cuando nos demos cuenta de la razón por la cual la joven se siente atraída por miembros específicos del cuerpo humano.
Ahora bien, durante el transcurso de la película veremos a la cordura de May fracturarse poco a poco al verse imposibilitada de mantener una relación «sana» tanto con su amiga Polly (Anna Faris) cómo con Adam (Jeremy Sisto), de quien parece estar enamorada.
Estos dos personajes afectarán de gran manera la personalidad de la joven, pues mientras se ve envuelta entre una relación lésbica -limitada únicamente a lo sexual- con su amiga, por otro lado desarrollará una enfermiza obsesión por Adam. Pronto estas relaciones comenzarán a desmoronarse, lo que sumirá a May en una profunda tristeza que terminará por convertirse en locura; motivo por el cual deberá buscar otro método de liberar su libido y su necesidad de tener a alguien que la comprenda.
Es aquí cuando retomamos el primer punto, es decir, el gore y la parte visceral de la cinta. Ahora bien, cabe destacar que esta no es una cinta gore, sino una película que utiliza en menor medida este recurso para contar la historia.
Esto funciona muy bien gracias a que no hay un exceso de escenas con contenido explícito, sino apenas las suficientes para crear cierto miedo y tensión en el espectador, lo que permite que la trama se desarrolle sin la necesidad de centrarse en el morbo.
Sin embargo, la locura de May combinada con el gore permiten que la película tenga uno de los mejores finales en cuanto a terror psicológico, pues mientras en muchas películas de esta índole al final se nos suele revelar que el horror se encontraba dentro de la cabeza del protagonista, en esta película la incertidumbre se mantiene y hace que el espectador se cuestione si lo que acaba de ver fue producto de la imaginación de la trastornada mujer o, si después de todo, logró conseguir su mórbido objetivo.