“Pyewacket”, de magia negra y adolescentes incomprendidos
A todos nos ha pasado, todos lo hemos vivido, así que ninguno de nosotros puede negar que la adolescencia es quizá la etapa más dura y conflictiva entre padres e hijos, pues sinceramente, ¿cuántos no discutimos a gritos con papá o mamá? O más aún, ¿qué hay de aquellos que por lo menos una vez en su vida les desearon la muerte –metafóricamente hablando- tras un gran enojo? Pero… ¿qué pasaría si este simple deseo se hiciera realidad? Para responder a esta pregunta el director Adam McDonald llega con su cinta Pyewacket (2017), donde los malos deseos, las peleas familiares y la brujería van de la mano.
Leah (Nicole Muñoz) es una adolescente con una relación bastante conflictiva con su madre (Laurie Holden), una mujer deprimida que por más que se esfuerza no logra estabilizar su vida ni la relación con su hija, así que las peleas entre ambas son constantes. Sin embargo no es sino hasta que las dos tienen un fuerte altercado que Leah decide practicar la magia negra para invocar a un espíritu que asesine a su mamá.
Desde el principio McDonald nos presenta una película que toma como base el sentimiento de rebeldía y soledad adolescente para contar esta historia, sólo que no lo hace de una forma muy allegada a la realidad, sino más bien genérica, pues las situaciones que usa para dar pie a una trama sobrenatural son bastante forzadas. Esto se debe, principalmente, al recurso de varios clichés respecto a la imagen del “joven incomprendido”.
Basta ver a Leah y sus amigos para darse cuenta de esto, pues son la imagen del típico grupo de inadaptados que gustan de escuchar black metal, tener pensamientos suicidas y quienes además cuentan con un gusto increíble por lo extraño, el satanismo y la brujería. Por supuesto, si a esto se agrega que cada uno es la representación de una situación conflictiva, entonces es fácil caer en los lugares comunes, pues tenemos a la hija que en todo momento pelea con su madre; el joven que parece hacer todo lo que quiere cuando él quiere; el enamorado incapaz de expresar sus sentimientos hacia la protagonista y, por supuesto, la chica que goza de total libertad gracias a que sus padres no le prestan la más mínima atención.
Sin embargo la trama se centra en Leah y su mamá, quienes deben afrontar la muerte del padre/esposo a poco tiempo de su fallecimiento pero les es difícil conseguirlo, pues tomando en cuenta la depresión de la segunda y la rebeldía de la primera, hasta una simple charla entre ambas su convierte en todo un caos. Es por ello que mientras la hija se siente totalmente incomprendida y asfixiada por la actitud de su progenitora, esta última actúa como una mujer totalmente devastada que no busca pero tampoco acepta la ayuda de su hija; sea como sea, ninguna de las dos se mira con la disposición de querer auxiliar a la otra, sino más bien de imponer sus propias decisiones.
Ejemplo de esto es cuando la madre de Leah, sin consultarle antes ni darle un previo aviso, le informa que se mudarán del pueblo para dejar atrás el pasado que las atormenta. Aunque por fortuna es este hecho el que desata el verdadero conflicto de la trama; y es que si decimos “por fortuna”, es porque hasta antes de las peleas que ocurren a raíz de esta decisión, sinceramente no sucede nada interesante en la película.
Así, gracias a una de tantas peleas que tienen, se presenta una terrible declaración hecha por la madre en un arranque de furia (de esos que hacen decir cosas sin medir la fuerza de las palabras) hacía su hija, lo que ocasiona que Leah termine odiándola momentáneamente, aunque basta ese breve instante para que la adolescente decida llevar a cabo un ritual de magia negra en medio del bosque con la intención de invocar un espíritu que la ayude a asesinar a su mamá. Y aunque no tarda en arrepentirse de esto al ver que realmente ha invocado a un ser diabólico dispuesto a cumplir su petición, esto tampoco ayuda a levantar el ritmo de la cinta.
Esto ocurre porque los elementos “sobrenaturales” que se presentan intentan confundir al espectador y hacerlo dudar sobre si lo que está viendo es la paranoia de la protagonista o si en verdad hay un ser maligno tras el alma de la madre. Sin embargo, aunque los intentos del director por hacer que esto funcione son buenos, no tienen la fuerza suficiente para hacer que el público se pregunte cuál es la diferencia entre la realidad y la fantasía, sino que más bien sirven para confundirlo con ciertas incoherencias que hay entre una escena y otra.
Por fortuna los momentos finales de la película no sólo son interesantes, sino también impactantes y brutales (casi al punto de llegar a lo desalmado), presentándose como el único punto a favor de esta cinta. Esto ocurre porque el clímax del filme llega en forma de una pelea interna entre la razón y la locura de la protagonista, quien para enmendar sus errores toma una decisión con resultados todavía más perversos y sádicos que el deseo que pidió originalmente.
En resumen, Pyewacket termina por ser una película bastante lenta, cuyo ritmo se percibe aún más pesado por sus personajes y situaciones tan clichés. Sin embargo su impactante e incluso inesperado final hace que la espera valga la pena para aquellos que decidan verla hasta sus últimos momentos; aunque aun así no deja de sentirse como un filme que pudo ser mejor si se hubiera enfocado en un terror más ligero en vez de intentar abordar lo psicológico
Y aunque se entiende que se trata de una historia que aborda la rebeldía adolescente y los peligros que ésta puede traer, después de todo, la mezcla entre rituales satánicos, una casa a mitad del bosque y un espíritu maligno se prestaba más para unos cuantos sustos de sobresalto en vez de un intento de triquiñuelas mentales.