“Soy un cyborg”, la excéntrica apuesta de Park Chan-wook
A primera vista, Soy un cyborg (I’m A Cyborg, But That’s OK, 2006) no parece otra obra del director surcoreano Park Chan-wook. Tras quitarnos la respiración con los thrillers sombríos de La Trilogía de la Venganza (2002-2005), el presente largometraje se asemeja más a un arrebato creativo del cineasta. Quizá, hasta un capricho que le brindó un espacio para lucir sus recursos creativos y la versatilidad que posee a la hora de darle su impronta a historia atípicas.
En esta comedia romántica cargada de nostalgia —el cambio de curso narrativo más drástico de su carrera— nos presentará a la anti-heroína Young-goon (Im Soo-jung), una inestable trabajadora de una línea de producción que cree que es un robot de combate. La joven comenzará su travesía una vez termine internada en un hospital psiquiátrico, al sobrevivir a una descarga eléctrica ocasionada por ella misma. Lo anterior, en el afán de seguir las instrucciones que dictamina una voz en su cabeza.
En el lugar nos recibirá un conjunto pintoresco y extravagante de distintos pacientes con patologías que escapan de las comunes retratadas en el séptimo arte. Tendremos desde un hombre que se culpa por todo lo existente, hasta una mujer obsesionada con el canto yodel, luego de fallar en la audición del coro Edelweiss.
Sin embargo, el paciente más excepcional de todos será Il-sun (Jung Ji Hoon), un desadaptado que “roba” el alma de las personas —adjudicándose sus particularidades — para liberar a los demás de sus problemas de forma momentánea. Esta terapia acogida por los propios internos hará que Young-goon se interese en ser parte de ella, con el fin de perder su compasión y así poder eliminar a quienes son responsables de sus penurias.
Mientras recibimos fragmentos de los distintos trastornos de la institución mental, perfilados con voluntad caricaturesca, notaremos que la condición de la protagonista será crítica cuando lleve días sin comer, por estar convencida de que hacerlo le impedirá completar su destino como cyborg. Cuando los métodos para alimentarla fallen, Il-sun se unirá a la causa provocando que ambos desarrollen un vínculo afectuoso.
Con Soy un cyborg, Park nos desconcertará nuevamente con su puesta en escena. Si bien tendremos una fotografía colorida, música jocosa y chispazos dulces que nos harán sentir cómodos como espectadores, el trasfondo de las vivencias de los personajes y su lucha interna nos conmoverán por la crudeza de lo que inferimos.
Un ejemplo de lo mencionado, es que una de las pacientes engulle el almuerzo que una débil Young-goon rechaza pasando por alto su bienestar. Aunque se muestre la situación con una aparente trivialidad, si reflexionamos sobre la apatía que existe de una persona a otra, el mensaje del filme adquiere un tinte sombrío que estará presente durante toda su extensión.
¿Una mirada fresca o un boicot fílmico?
El debate sobre este experimento audiovisual del director no se hizo esperar por parte de la crítica. Tanto para especialistas como para seguidores de Park, esta oposición a su trabajo previo resultó en una experiencia inquietante, en la que se cuestionó si el asiático pecó de pretencioso o si nos invitó a disfrutar de una cinta refrescante en comparación a otras cargados de la angustia propia que traen las complicaciones psiquiátricas.
¿Park trató muy a la ligera la alienación, el padecer y el enojo de los enfermos mentales? ¿El origen del cuadro depresivo de Young-goon alcanzó una profundidad dramática satisfactoria en la película? Al respecto, un bando de opinión condena la superficialidad del director para contarnos una anécdota que enfrenta temas delicados.
La existencia del resto de personajes y el universo donde habitan, también se ha tildado de condescendiente. O, dicho de otra forma, como la excusa para aportar capas de diversión a la atmósfera de ensueño en que nos sumergimos.
De todas formas, para los que se familiarizan con su visión, ésta fue una apuesta en la que Park cumplió más de lo que erró. Una muestra de cómo fue capaz de usar el humor inherente de una dolencia esquizofrénica para transmitir mejor las implicaciones dramáticas de la misma.
A manos de un profesional menos capacitado que él, la idea pudo convertirse en un sinsentido irresponsable y sin mayor trascendencia. Pero, al no ser el caso, apreciamos la elegancia con que nos insiste en que el bienestar sólo se logra si tenemos a alguien que nos entienda. Así como Il-sun comprende a Young-goon y viceversa, nosotros tenemos la oportunidad de romper la división entre la gente promedio y los pacientes, a través de momentos cálidos de bondad.