«Cowboys de Filadelfia»: retrato inacabado de una peculiar subcultura

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En el norte de Filadelfia, el Fletcher Street Urban Riding Club —organización sin fines de lucro— mantiene viva la poco conocida tradición del vaquero negro. Como cualquier minoría, el grupo enfrenta los típicos problemas de nuestros tiempos: la segregación y el peligro de desaparecer. Con las calles olvidadas por el ayuntamiento como sus llanuras para cabalgar, y viejas estructuras adecuadas para funcionar como establos, estos vaqueros urbanos se aferran a un estilo de vida sumamente peculiar, el cual es amenazado por el sistema de su localidad. Cowboys de Filadelfia (2020) —adquirida por Netflix tras su presentación en el Festival de Toronto el año pasado— ofrece un vistazo a esta subcultura, el cual, a pesar de ser opacado por un melodrama ordinario en distintas ocasiones, pone bajo los reflectores a un grupo de individuos que luchan cada día por preservar su modo de vida.

Cole (Caleb McLaughlin) es un adolescente problemático sin rumbo. Su comportamiento obliga a su madre a enviarlo un tiempo con su padre Harp (Idris Elba), quien vive en Filadelfia, para ver si sienta cabeza. Este, por supuesto, se opone a vivir con él, pues apenas y lo conoce. Ya ahí, el joven descubre la comunidad a la que pertenece Harp: vaqueros urbanos que cuidan de sus corceles en caballerizas improvisadas. Renuente a involucrarse en las actividades de crianza de los caballos, Cole prefiere pasar tiempo con Smush (Jharrel Jerome), un amigo de la infancia —perteneciente alguna vez al grupo— que ahora se dedica a vender droga. Cuando los problemas surgen con Harp, Cole deberá decidir finalmente qué quiere hacer con su vida.

Cowboys de Filadelfia
Crédito: Tucker Tooley Entertainment, Green Door Pictures, Lee Daniels Entertainment, Neighborhood Film Co.

Ricky Staub —asistente de producción en los últimos años— debuta en Cowboys de Filaldelfia, un coming of age insertado en un contexto muy particular. Inspirada en la novela Ghetto Cowboy, de Greg Neri, la película se centra sobre una tradición que quizá muy pocos de los espectadores conocían. A través de este esfuerzo, el director trata de adentrarse en las complicaciones prácticas y sociales a las que deben hacer frente estos vaqueros urbanos; sin embargo, una historia de madurez —que hemos visto en un sinfín de ocasiones— entorpece esta tarea. El resultado es un relato bienintencionado que, al explorar distintas temáticas y subtramas, deja incompleta su labor de ahondar en el día a día de los jinetes de Filadelfia.

El filme se vale del talento de McLaughlin, quien por primera vez tiene la oportunidad de desenvolverse en un papel maduro, alejado por completo de Stranger Things. Como Cole, el actor hace lo necesario para que su frustración juvenil sea convincente. Aunque son pocos los momentos que pasa a lado del veterano Elba —cuyo conflicto pretende argumentarse con solo una escena—, ambos desarrollan una buena química. Su interacción goza de instantes dramáticos interesantes no tanto por la historia, sino por la carga emocional que soportan para tratar de darle credibilidad a sus personajes.

Desafortunadamente, el guion de Staub y Dan Walser muestra sus carencias a lo largo de toda la película. Es evidente que los escritores tuvieron muchas dificultades para encontrar una historia que pudieran conectar orgánicamente con la temática que eligieron. La trama nos presenta a distintos jinetes con su propio pasado de violencia y desplazamiento —destaca Jamil Prattis como un jinete discapacitado que también lo es en la vida real—, así como un entorno poco favorable para el desarrollo de una comunidad entera. El problema es que Staub y Walser lo dejan a medias mientras continúan desarrollando el conflicto entre padre e hijo. Al final, aunque vemos a los demás cabalgar, convivir y trabajar, el aspecto de su modo de vida no recibe el tratamiento ideal. Nunca nos adentramos realmente en sus tribulaciones más allá de lo evidente.

Cowboys de Filadelfia
Crédito: Tucker Tooley Entertainment, Green Door Pictures, Lee Daniels Entertainment, Neighborhood Film Co.

Smush, el otro personaje en el que los guionistas depositan su atención, también trae consigo dificultades narrativas que no son sorteadas de la mejor manera. Si bien este pone en un dilema a Cole, su resolución narrativa se moldea a partir de los clichés del típico drama criminal negro. Y cuando esto sucede, en el último acto, la cinta pierde el rumbo por completo. Las temáticas atrayentes a las que habíamos podido dar un vistazo al principio se quedan en un limbo narrativo. El final, aunque “triste”, ofrece la eterna esperanza de que todo mejorará, algo demasiado optimista y que solo dos escritores blancos pudieron haber concebido.

Pero uno de los mayores aciertos de Cowboys de Filadelfia son las alusiones raciales y sociales que muestran el sentir de los vaqueros urbanos. Hollywood, con sus incontables westerns sin presencia negra, y la ciudad, empeñada en gentrificar las zonas en las que se desenvuelven, no salen bien parados. “La gente creía que domar un caballo era someter la voluntad del animal, dominarlo y hacerle creer que solo sobreviviría si se doblegaba. La gente negra sabía que un caballo no debía dominarse, sino que debía ser libre”, dice la jinete Nessie (Lorraine Toussaint) como parte de una valiosa reflexión sobre la representación del vaquero que hemos asimilado desde siempre.

La cinta supone la desmitificación de una creencia que, como bien dicen los jinetes, surge de la forma en la que borraron a los negros de la historia del Viejo Oeste, en la que la subyugación perduró sobre la convivencia.

Cowboys de Filadelfia
Crédito: Tucker Tooley Entertainment, Green Door Pictures, Lee Daniels Entertainment, Neighborhood Film Co.

Desde el punto de vista técnico, lo que más llama la atención es la fotografía de Minka Farthing-Kohl, quien, con cámara en mano, le da un toque hiperrealista a las imágenes. La escena de persecución y en las que los vaqueros disfrutan de un rato charlando y compartiendo anécdotas son prueba de ello. El efecto dramático es parecido al de Nomadland (2020), que nos presentan las dificultades prácticas que enfrentan los nómadas, otra subcultura poco conocida. En ambas, la fotografía enmarca muy bien la conjunción entre lo urbano y lo natural, la cual parece definir la esencia de los jinetes —varios interpretados por integrante del grupo en la vida real—.

En Cowboys de Filadelfia, Staub y Walser entregan un trabajo ciertamente inconsistente, y en el que la multitud de discursos chocan entre sí. ¿Salir o no salir del gueto? Mientras que la participación de Smush sugiere lo primero, la conversación que el policía Leroy (Method Man) tiene con Cole indica lo segundo. Que el agente sea negro, y sobre todo que simpatice con los ideales del grupo, da una lectura poco clara y hasta distanciada de la realidad sobre el papel de las fuerzas policiacas en el desenvolvimiento de las minorías. Al final, la cinta no demuestra una conexión con su sujeto de estudio, y quizá de ahí surge el melodrama convencional que nos presenta.

Cowboys de Filadelfia está disponible en Netflix.