Never Rarely Sometimes Always (2020): problemas urgentes
Los entornos tienen más peso en nuestras vidas de lo que nos gustaría pensar. ¿Se puede explicar a alguien al margen de su crianza, de sus traumas, de su entorno amical, de la situación de su país? Pues sí, y se puede también explicarla ‘a pesar’ de todo eso.
La película de Eliza Hittman, Never Rarely Sometimes Always (2020), nos obliga a ir por la primera posibilidad: ahí donde abunda la incomprensión y la apatía abundan también los incomprendidos y los apáticos. Claro está: no mostrarse vulnerable y no sentir nada son dos cosas muy distintas.
Disonancias y convergencias
Autumn Callahan (Sidney Flanigan) se siente alineada por su familia, por un trabajo monótono y sin muchas esperanzas para el futuro, por una cultura de hombres prepotentes y burocracias rígidas, con solo unas cuantas vías de escape para encontrar un mejor futuro. Embarazada y sin un entorno donde criar a su hijo, decide embarcarse junto a su prima (Talia Ryder) a Nueva York donde podrá realizarse un aborto seguro.
Es difícil no ver esta película sin recordar la dureza de 4 meses, 3 semanas y 2 días (2007), la Palma de Oro de Cristian Mungiu. No solo por la temática de fondo o el devenir narrativo del metraje, sino por las situaciones extremas a las que llegan sus personajes, todas mujeres acorraladas por las circunstancias en un mundo que no está hecho para ellas. «¿No te gustaría ser un chico a veces?», se escucha a alguien decir en el trailer. Curioso que el drama de Mungiu ocurra en una Rumanía en ruinas y el de Hittman en la tierra de la libertad, pese a que los conflictos son virtualmente iguales.
Hay diferencias, claro está. Si bien las leyes norteamericanas permiten el aborto, el cuerpo social donde viven las protagonistas no parece estar en sintonía con él, ni con nadie que pretenda distraerlo de su propia miseria. A nivel formal, también hay puntos divergentes. Salvo contadas excepciones, Hittman prefiere acercar la cámara lo más posible a Sidney con tal de no perderse un instante de su magnífica interpretación. No hace falta decirlo: la directora conoce muy bien a sus actrices y saca lo mejor de ellas.
El resultado es claustrofóbico, una distancia mínima hacia las emociones y los conflictos que solo en apariencia coloca al entorno del personaje en segundo plano. No obstante, hay momentos en que el lente prefiere las vistas más amplias, las que solo se consiguen desde la ventana de un autobus o hacia la calle llena de gente, y siempre desde la perspectiva de la adolescente. Es ahí donde experimentamos su mundo, rodeada por llanos de nieve, casas en ruinas y colores desaturados hasta donde alcanza la mirada. Agradezcámosle a Hélène Louvart, la Directora de fotografía, por saber hacer visibles las emociones. La Nueva York recreada por la película está mucho más cerca a la estética de Lou Reed que a Woody Allen. Huye de la retórica, de las melancolías y los romanticismos.
Historias de ficción para problemas urgentes
La poca ayuda que recibe Autumm en la película vienen de la mano de otras mujeres. Su prima, para empezar, así como las médicas que le ayudan en su operación. Entre estas manos solidarias, Hittman nos ofrece una escena potente. Una que, además de darle su título a la película, es garante de una de las interpretaciones mejor llevadas que se pueden ver este año. Curiosamente, aquí el estilo de Hittman se aproxima al de Mungiu. Filma en un solo plano que parece prolongarse hasta el infinito, sin movimientos de cámara o música de ningún tipo, dispuesta a seguir hasta alcanzar las profundidades afectivas del personaje.
Además de la sororidad, la indiferencia es ese otro eje temático que vertebra la película. En ocasiones quedarse de brazos cruzados es la mejor forma de colocarse del lado del victimario. Es una forma de participar sin intervenir, por usar la célebre fórmula de Sontag. En lugar de declararse abiertamente en su contra, gran parte del mundo de Never Rarely Sometimes Always peca de este veneno, por eso es más pernicioso y difícil de combatir. Por más que no se le detecte, sus efectos sobre la trama y las decisiones de las protagonistas son muy reales.
‘Sincera’ es con frecuencia una muletilla para referirse a tramas de esta índole. Casi siempre es un término impreciso. Ninguna película puede ser ‘sincera’. No obstante, algo en las imágenes de Hittman se siente como tal. Tal vez porque nunca se puede decir demasiado de una problemática social.
La película se entiende mejor como una falsa confesión. ‘Falsa’ por su condición de ficción, pero que dice ‘la verdad’ al colocar frente a nosotros conflictos que van más allá del medio audiovisual: increíblemente honesta, y extremadamente urgente.