“Noche de paz, noche de muerte”, todo muere en derredor
“Malditos traumas de la niñez”, una frase que seguramente todos y cada uno de nosotros hemos escuchado, otros que incluso hemos dicho pero, ¿cuántos la hemos experimentado en carne propia? Y es que la infancia puede estar rodeada de experiencias para nada gratas que, en ocasiones, son tan intensas, impactantes y desagradables que impiden llevar una vida adulta sana. Ejemplo de ello es Noche de paz, noche de muerte (Silent Night, Deadly Night, 1984), la historia de un hombre para quien la Navidad se convirtió en una festividad sangrienta.
Billy Chapman (Robert Brian Wilson) es un joven traumatizado y temeroso de Santa Claus debido a que de niño observó cómo sus padres fueron asesinados por un hombre disfrazado de Papá Noel. Ahora, ya de adulto y en su nuevo empleo, Billy es obligado a vestirse como Santa para divertir a los niños, sin embargo, esto ocasionará que en su mente se despierte un oscuro trauma que lo orillará a castigar brutalmente a todos aquellos que se porten mal durante Navidad.
El director Charles Sellier Jr. es el hombre responsable de traernos este clásico de culto de terror navideño, imprescindible para los fanáticos del slasher, pues aunque no cuenta con grandes actuaciones, ni con un enorme presupuesto, su historia es por demás envolvente debido al desarrollo psicológico del protagonista.
Todo comienza cuando de niño Billy visita a su abuelo, quien se encarga de plantarle la idea de que Santa Claus no da regalos, sino que simplemente su misión es castigar a los niños malos durante la Navidad; debido a esto el pequeño Billy desarrolla un miedo terrible por la figura de Papá Noel, miedo que encuentra un fundamento cuando un hombre vestido como este personaje asesina a sus padres de una horrible manera, dejándolo huérfano.
Este evento provoca que Billy y su hermano menor sean enviados a un orfanato, en el que lejos de ser comprendidos son castigados por la Madre superiora (Lilyan Chauvin), quien está empeñada en usar sus propios y estrictos “métodos” con tal de hacer desaparecer el trauma del niño. Sin embargo, lejos de ayudar, estos castigos ocasionan que el infante se vuelva todavía más introvertido, pero no sólo eso, sino que en ese lugar también aprende que el sexo es malo y debe ser castigado.
Un enorme miedo por Santa Claus y una aversión hacía el sexo definitivamente no pueden ser una buena combinación, y menos en nochebuena, lo cual queda demostrado cuando Billy, ya adulto, es obligado a disfrazarse como Santa. Esto se convierte en el factor detonante para que este hombre reviva sus traumas y decida dejar de lado los regalos y los “ho-ho-ho” para, en su lugar, tomar un hacha y salir a las calles decidido a castigar a todos aquellos que se hayan portado mal.
La historia de la cinta es interesante precisamente por estas tres etapas por las que pasa el personaje, pues la primera de ellas, cuando es niño, es esencial para que en el protagonista se siembre la semilla de la locura, hecho que se mira más perverso al saberse que lo que un niño mira normalmente como una ilusión y una fantasía –en este caso Santa Claus-, de pronto se convierte en algo monstruoso y en un símbolo de muerte y castigo.
La segunda fase, cuando Billy está en el orfanato y si bien es un segmento que no abarca gran parte de la trama, sirve bastante bien para que el niño aprenda no sólo que las relaciones sexuales son malas, sino que éstas deben castigarse cuando se practican a una edad temprana y, más aún, fuera del matrimonio. Sin embargo, más importante para el desarrollo de su psicopatía es cuando la monja encargada del orfanato le enseña que el castigo físico no sólo es bueno, sino también necesario para expiar las culpas.
Ahora, si bien durante estas dos partes de la cinta la historia no presenta tanto terror, sino más bien un suspenso bastante ligero y muy apresurado hacia el clímax, no es sino hasta el tercer momento de la trama cuando se introduce el elemento slasher, es decir, cuando comienzan las mutilaciones y los asesinatos. Sin embargo, es importante decir que las muertes que se muestran en pantalla no son tan explícitas, sino apenas lo bastante creíbles para que el espectador mantenga la atención en la historia.
Esto se debe porque además de que los asesinatos son al azar, pareciera que es la noche de suerte de este psicópata vestido de Santa, pues prácticamente todos los lugares que visita son escenarios estratégicos en los que hay jóvenes maltratando a otros o simplemente teniendo sexo. Por supuesto, esto genera que la violencia y las matanzas que se muestran se perciban como meros pretextos con tal de mostrar algo de sangre.
Sin embargo y dicho sea de paso, cabe resaltar que los asesinatos son bastante dignos, pues están hechos con ese maquillaje y efectos tan peculiares de los años 80 que seguramente disfrutarán en demasía los amantes de los prostéticos y la sangre falsa. Todo esto ayuda a que el final de la película, aunque algo precipitado, termine dejando en los fans del slasher clásico un buen sabor de boca.
En resumen, Noche de paz, noche de muerte, es un slasher sencillo pero eficaz, que aborda de gran manera el tema de los traumas infantiles para crear una historia interesante, en la cual si bien no abusa de la violencia tampoco carece de ella. Y aunque sus actuaciones pueden no ser buenas y el ritmo de su trama es algo apresurado, la película cumple su cometido de mostrar una historia de terror con bastantes asesinatos en pantalla.
PD: No confundir con You Better Watch Out (1980) de Lewis Jackson.
Te compartimos el trailer de Silent Night, Deadly Night: