The Mule, ¿lo bonito del crimen?
En países con una crisis de inseguridad y violencia (como México) se ha buscado dejar de romantizar el crimen, con el gran reto de no caer en propuestas absurdas, como esa de evitar la frase “matar dos pájaros de un tiro” (impulsada por PETA) para “combatir” el maltrato animal.
Infinidad de historias se han contado de aventureros que se condecoran como héroes al romper la ley. A veces por una rebeldía contra la opresión y un sistema injusto para beneficiar a los más necesitados, y en otras ocasiones, solo por beneficio propio. Porque “no hubo de otra”.
Es precisamente esto último lo que ha sido de gran impacto en sociedades con altos niveles de pobreza y malos gobiernos para disparar los niveles de criminalidad en todo el territorio. Si bien las películas son solo eso, fantasía en una pantalla (aunque algunas se basen en hechos reales), lamentablemente hay mentes débiles y fáciles de persuadir por historias de héroes criminales, y es precisamente de lo que trata The Mule (conocida en México como la “La mula”), dirigida, producida y protagonizada por el aclamado Clint Eastwood.
Para su nueva película, el legendario Clint tomó como inspiración un artículo publicado en el New York Times, que cuenta el ascenso y caída de Leo Sharp, un veterano de guerra y horticultor que con 90 años de edad comenzó a trabajar como ‘mula’ (quienes transportan grandes cantidades de droga vía terrestre) para Joaquín “el Chapo” Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, considerada como la organización criminal más peligrosa del mundo.
Las mulas requieren conocimiento milimétrico del territorio donde se mueven para no ser detectados por las autoridades, por lo que resultan clave en el fracaso o éxito de un cártel de drogas.
Eastwood nos cuenta lo que ya se vio hasta el cansancio en la grandísima Breaking Bad o las series biográficas Narcos y El Chapo; así como en películas que, como ya se mencionó, condecoran la figura del criminal y sus secuaces (Salvajes o Blow).
Por supuesto, para plagar de drama el largometraje, nos encontramos a los personajes (con nombres diferentes a los reales) en situaciones familiares complicadas, para dar fuerza al “no hubo de otra” y simpatizar con el pobre viejito (Earl Stone) que lo ha perdido todo. Así como en Breaking Bad fue el pobrecito enfermo de cáncer que no le queda nada más que cocinar metanfetaminas, aquí es el pobrecito y solitario viejito carismático, encantador y 100% viril, que renueva su vida al aliarse con el crimen organizado.
Y no podía faltar la visión que tienen los gringos del narcotraficante mexicano: pocho, tapizado en joyas, traicionero pero poco perspicaz y fácil de burlar, ya que el protagonista engaña sin problema a los violentísimos y sanguinarios criminales. Entonces, quizá no son tan peligrosos ¿cierto? O quizá Eastwood debió documentarse con medios mexicanos. Hubiera sido bueno echar un vistazo a la entrevista que hizo Julio Scherer al Mayo Zambada o algún otro documento similar, para tener una mejor idea del prototipo del narcotraficante mexicano y cómo operan.
Algo que se criticó mucho de Bohemian Rhapsody (2018) fueron las imprecisiones y cambios de algunos acontecimientos en la vida de los músicos, pero no es lo mismo una historia de un artista a la de unos criminales ¿o sí?
Por otro lado, las actuaciones de Eastwood y Bradley Cooper (Colin Bates) son excepcionales. Sin duda lo que levanta la película y algunas veces logra eclipsar para bien las inverosímiles situaciones durante las casi dos horas película. Aun así, ¿ganará premios? ¡Seguramente! ¿Aporta algo? No, nada. Por lo menos en México.