«La Paloma y el Lobo»: entrevista con Carlos Lenin y Paloma Petra
Desde la década pasada, distintos cineastas, emergentes y veteranos, han buscado retratar las consecuencias que la narcoviolencia ha tenido en el tejido social en México. Los estragos de la guerra declarada por el expresidente Felipe Calderón contra los cárteles de la droga han quedado plasmados en diversos relatos cinematográficos. Desde Heli (2013) hasta Sin Señas Particulares (2020), estas historias han procurado ofrecer la perspectiva de aquellos directamente impactados por la violencia, como adolescentes reclutados por el crimen, migrantes y los menos privilegiados. Ahora, La Paloma y el Lobo (2020), ópera prima de Carlos Lenin, toma el punto de vista de una pareja de desplazados para explorar cómo la violencia que ha vivido impacta en su desenvolvimiento social.
Carlos Lenin, regiomontano egresado de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC), comenzó como editor y posproductor en el documental Vivos Se los Llevaron (2007) y como fotógrafo en Días Distintos (2010). Su corto 24° 51’ Minutos Latitud Norte (2015) fue seleccionado por el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias y nominado a Mejor Cortometraje de Ficción en los Premios Ariel. La Paloma y el Lobo se estrenará en este 2021, así como su nuevo corto, El Sueño Más Largo que Recuerdo, el cual compitió este año en el Festival de Sundance.
Paloma Petra, también regiomontana, es cofundadora de Huasteca Casa Cinematográfica. La actriz se ha desempeñado igualmente como productora de los cortometrajes 24° 51’ Minutos Latitud Norte y El Sueño Más Largo que Recuerdo.
En La Paloma y el Lobo, Paloma y Lobo viven en condiciones precarias en algún lugar remoto de México. Desplazados por un acto de violencia en su lugar de origen, ambos experimentan las dificultades de estar lejos de casa, enfrentando problemas en su trabajo y con los habitantes del lugar. Aunque Paloma desea volver a pesar del riesgo, el trauma y el dolor impiden a Lobo tomar la misma decisión.
Carlos, tu ópera prima retrata cómo la violencia, en muchos niveles, afecta la relación entre dos individuos. ¿Dónde surgió la inspiración para crear esta historia?
Viene de los relatos amorosos con los que crecí y de los que formaban parte de mi cotidianidad como linarense. Me interesaba mucho crear un relato cinematográfico que situara en el centro estas historias e imágenes que ya formaban parte de mí, en el contexto de la realidad concreta en la que existimos, que es la violencia como resultado de la guerra contra el narcotráfico; pero también la que implica la falta de oportunidades laborales y existir en una ciudad que todo el tiempo promete el bienestar, cuando claramente se percibe entre sus paredes y avenidas que eso no está sucediendo.
La idea de donde surge todo es una imagen que vi: una pareja esperando el camión en la Avenida Ruiz Cortines, aquí en Monterrey. Mientras yo estaba en el tránsito, vi cómo estaba él de un lado y ella del otro, separados por un tren de carga. Se estaban esperando mutuamente, a que este dejase de pasar. Me pareció que esa imagen representaba cómo me sentía en términos amorosos en esta ciudad y en ese momento.
¿Entonces filmaron en Monterrey?
Sí, en Monterrey, Linares y algunos fragmentos en la Ciudad de México. Filmamos en los tres lugares en los que he vivido.
Paloma, tus personajes, tanto en el largo como en el corto, son obligados a desplazarse de alguna forma por la violencia. Mientras en la primera pretende regresar, en el segundo se va en busca de un ser querido. ¿Cómo te preparaste para mostrar la aflicción que proyectan?
Fue un proceso de mucho diálogo con Lenin. Para mí era importante que fueran personajes tridimensionales con vulnerabilidades y fortalezas, y que tomaran decisiones por sí mismos. Hay un contexto que te va empujando a ciertas situaciones. Para Paloma, en La Paloma y el Lobo, el querer regresar a casa es un deseo de ella, y tenía que hacerlo a pesar de Lobo, por más que le doliera y lo amara. Tiene que hacer lo que la hará feliz, lo cual también es una manera de resistir a la violencia que vivimos en el norte del país.
En el caso de Tania (en El Sueño Más Largo que Recuerdo), ella también deja a su “lobo” (Humberto Rubio) para irse. Lo importante es que sigan sus sueños, que sus metas no tuvieran que ver con alguien, sino con deseos firmes suyos. Desde ellas para ellas. Eso fue esencial en la construcción de los personajes. Obviamente, todo está plagado de nostalgia y añoranza, que creo que es algo que nos representa y nos nutre mucho acá, sujetos a la violencia que se vive.
¿Cómo fue trabajar con Armando Hernández en La Paloma y el Lobo?
Increíble. Armando es un actor que admiro muchísimo, y tenía muchas ganas de trabajar con él. Lo conocí cuando estábamos haciendo 24° 51’ Latitud Norte, la tesis fílmica del CUEC (ahora ENAC) de Lenin, que también produje. Además de que es una gran persona, es muy chistoso, y tenemos una buena relación. Pero llevarla hacia el territorio profesional fue algo increíble para mí. Aprendí muchísimo de él. Me identifico con cómo Armando puede acceder a ese acervo de emociones que tiene embotelladas en el cuerpo y cómo puede llegar a ellas rápida y directamente.
De esa misma manera, yo he estado ejercitándome como actriz de cine, porque no es lo mismo ser un actor de teatro que para cine, y esa es una de las cosas que pongo en práctica en el set, y que pensaba que hacía muy bien; pero luego, viendo a Armando… Sí es un monstruo. Tiene una infinidad de recursos y una sensibilidad que siempre están a flor de piel. Es algo muy bonito de ver. Quisiera seguir aprendiendo de él en cuanto a la comedia, porque a mí me da mucho miedo, creo que es uno de los géneros más difíciles, pero a Armando se le da con mucha facilidad.
Carlos, tu propuesta parece continuar lo que cintas como Heli comenzaron a mostrar hace algunos años. ¿Te sientes influenciado directamente por directores como Amat Escalante a pesar de tratar la violencia de forma distinta?
Más que sentirme influenciado por la filmografía de Amat, que también se ha acercado a este tipo de temáticas desde su perspectiva, creo que tiene que ver con la realidad de mi entorno. Esta aproximación se refiere a la realidad con la que he crecido y convivo. Me interesa mucho, al menos en esta parte de mi proceso de aprendizaje como cineasta, explorar las historias que están sucediendo en mi barrio y en mi comunidad, las que puedo sentir y con las que tengo algo por compartir. En El Sueño Más Largo que Recuerdo estamos tratando de hablar sobre los desaparecidos en nuestro país. El conflicto central de la protagonista es que está pensando en dejar su pueblo, y eso es a lo que yo me enfrenté pensando en ir a estudiar cine a la Ciudad de México. Todo esto viene de una relación directa y honesta con la realidad.
Sobre las aproximaciones visuales, mi fotógrafo, Diego Tenorio, y yo, pensamos que, si nos acercamos con honestidad y humildad al relato, nuestras influencias cinematográficas emergerán por sí solas. Entonces, es muy probable que la mirada de cineastas con los que me he formado surja por sí misma. En vez de ponerla en un primer plano, confío en que esta imaginería colectiva, que claramente se nutre de muchos cineastas nacionales y extranjeros, va a salir mientras esté explorando el set o la locación.
El estilo visual que has desarrollado con Diego Tenorio inmediatamente destaca, tanto en el corto como en el largometraje.
Es una búsqueda en la que estamos. Una de las constantes en ambos proyectos, en cuanto a nuestro sistema de imágenes, era tratar de hacer presente, con cierta carga de identidad, tanto a nuestros personajes como los espacios, que se relacionaran mutuamente. Y encontramos en esta idea, del cuadro dentro del cuadro, y al centro nuestros procesos emocionales, una forma de comunicar.
Paloma, ¿qué reto ha significado para ti desempeñarte como actriz y productora al mismo tiempo?
Poder producir ha nutrido muchísimo mi proceso como actriz. Como actores en realidad no tenemos formación cinematográfica. Como productora, he podido aprender más del lenguaje cinematográfico; y eso, inevitablemente, me afecta como actriz, y creo que soy mejor ahora por ello. Entonces, sí me gusta producir, pero lo que más me gusta es actuar.
Me gustaría no tener que producir siempre para poder actuar, pero así es como se han dado las cosas. En un futuro, aunque no sea productora, quisiera formar parte de todos los procesos de producción, como los scoutings, pues es muy importante ver las locaciones. Como actores, no tenemos acceso a esa parte, a poder decir: “sí, aquí vive mi personaje, aquí se relaciona”.
Entonces, todas estas tareas de producción las aprendiste sobre la marcha.
Sí, yo no estudié cine, sino arte. Tengo la carrera trunca, pero estoy retomándola ahora en línea. Todo lo he aprendido sobre la marcha, y obviamente Lenin me ha enseñado muchísimas cosas. Por supuesto, esto ha tenido sus ventajas y desventajas.
Cintas como La Paloma y el Lobo, Cómprame un Revólver, Ya No Estoy Aquí y Sin Señas Particulares muestran esa interminable preocupación por mostrar el desamparo de una sociedad lastimada por la narcoviolencia. ¿Consideran que el cine mexicano ha adquirido una mayor responsabilidad social en los últimos tiempos?
Sí. Al intentar hablar de la realidad que nos rodea, cada autor, desde su perspectiva, está tratando de aproximarse a ella para agendar diálogos y discusiones, y creo que nos estamos haciendo un poco más conscientes y responsables de nuestro presente. Por ello, estas historias están surgiendo de una forma más orgánica. Pronto nos encontramos hablando de los mismos temas porque, antes que temas, son realidad, y esta nos envuelve de maneras distintas.
¿Cuáles son los planes de distribución de la película considerando la emergencia que vivimos actualmente?
La Paloma y el Lobo es distribuida por Piano, y estamos pensando tener un estreno hacia finales de febrero en salas comerciales (Nota del editor: la cinta se estrenará finalmente este 22 de abril). Obviamente, no sabemos si la pandemia lo va a permitir o no, pero esperamos que sí. Y si no, buscaremos el mejor momento. Después vendrán las plataformas de streaming.
También estamos desarrollando nuestro segundo largometraje, Dios y la Cumbia del Diablo. Yo estoy escribiendo otro llamado La Monstrua. Esperamos obtener el financiamiento para hacerlos realidad próximamente.
Imagen del encabezado: Festival Internacional de Cine de Morelia