«Cherry»: los hermanos Russo optan por el estilo sobre la sustancia
Ver Cherry (2021) —lo nuevo de los hermanos Russo— supone un importante esfuerzo de parte del espectador. No solo por su maratónica duración de 2 horas y 20 minutos, sino por el suplicio que representa exponerse a las imágenes que este par de directores presentan. Los responsables de la película más taquillera de la historia (Avengers: Endgame) —o al menos hasta hace unos días— están de vuelta con, aparentemente, una bastante más íntima con un enfoque social; sin embargo, su más reciente trabajo traiciona la premisa de la que parten, y en su lugar se embarcan en un relato inyectado de esteroides que se preocupa más por el estilo que por la sustancia.
Cherry (Tom Holland), un joven universitario, se enamora de Emily (Ciara Bravo), su compañera de clase. No mucho después de haber comenzado una relación, esta se pone en peligro cuando Emily decide irse a otro lado y cortar por lo sano. Decepcionado, Cherry se enlista en el ejército, y aunque eventualmente se reconcilia con su novia, su decisión de irse se mantiene. Ahí, el ya adulto experimenta toda clase de horrores, los cuales marcarán su vida al regreso un par de años después. Sin dinero, seducido por las drogas y sin rumbo alguno en la vida, Cherry opta por el camino más fácil: el crimen.
Con gran expectación por lo que harían después de llevar a buen puerto el épico desenlace de una historia construida por más de una década, Apple depositaba toda su confianza en los hermanos Russo. Ante el panorama incierto de las salas, su servicio de streaming resultaba el canal ideal para distribuir lo más nuevo de los cotizados realizadores. Y claro, con la joven superestrella Tom Holland a bordo, adentrándose en un papel “más serio”, parecía que poco podía salir mal. Y si a esto le agregamos la historia real en la que está basada la cinta —material perfecto para capturar la atención del público—, Cherry tenía algo de sustento como para, al menos, no terminar en lo que finalmente es.
La película comienza con una tierna historia de amor a primera vista. Holland y Bravo interpretan a dos chicos inconformes con sus relaciones, ya sean familiares o románticas. Su emparejamiento parece natural; sin embargo, el primer rompimiento no tarda en llegar, y es aquí donde comienzan los problemas, y no solo para ellos.
La dirección de casting brilla por su ausencia. Asumir que Holland y Bravo podrán hacerse pasar por cuarentones hacia el final de la trama fue demasiado ingenuo. Además, al principio, mientras los vemos en el arrumaco, por momentos pareciese que estamos viendo algo indebido. Los rostros casi angelicales de los actores son un problema para su representación, sobre todo en el último acto, cuando tienen que hacerla de drogadictos enfermizos.
Aunado a ello, el guion de Angela Russo-Otstot —hermana de los directores— y Jessica Goldberg falla recién empezada la historia, cuando la toxicidad de pareja, una de las tantas temáticas del filme, se hace presente. La súbita partida de Emily surge como un pretexto para pasar al siguiente capítulo, y no como la culminación de una serie de desgastantes episodios entre su nuevo amante y ella. Si bien hay un guiño a un dolor provocado por un enfrentamiento con su padre, el conflicto de Emily nunca más vuelve a ser referenciado. Por ello, Holland se convierte en el responsable de cargar con la película en sus hombros. Pero ni si quiera el evidente esfuerzo de su parte es suficiente para corregir una enorme cantidad de decisiones narrativas cuestionables.
El todavía joven actor nos remite a otra cinta poco convincente en la que se esmera bastante, tratando, brevemente, de alejarse de la imagen Spider-Man. En El Diablo a Todas Horas (The Devil All the Time, 2020), Holland igualmente interpreta a un chico rodeado de oscuridad. En el filme de Antonio Campos, esto al menos es respaldado por el estilo gótico que despliega; sin embargo, aquí los Russo se toman a la ligera el sufrimiento de su personaje. El aparato diseñado para mostrar los acontecimientos de la vida de Cherry incluso podría ser visto como una falta de respeto. Lo más importante son ellos y no el relato. El hecho de que nunca nadie se refiera por su nombre lo confirma. Christopher Nolan podría decir una o dos cosas al respecto —en Tenet (2020), John David Washington simplemente es «El Protagonista»—.
Antes de continuar, hay que señalar que Cherry está basada en la vida del veterano de la Guerra de Iraq Nico Walker (el autor escribió la novela del mismo nombre mientras estaba en prisión por robar bancos). La narración, por supuesto, se convierte en un elemento importante de la trama, aunque ciertamente excesivo y hasta molesto por bastantes lapsos. El guiño a Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990) es evidente, quizá más de lo que los Russo hubieran deseado. Al asegurarse que nada quede a la imaginación, es difícil poder involucrarse con el personaje y su terrible vivencia.
En el segundo capítulo —que luce como una mezcla barata pero más violenta de Cara de Guerra (Full Metal Jacket, 1987), Forrest Gump (1995) y un video de MTV de principios del milenio— las cosas se salen de control. Aunque, claro, la intención de los directores es criticar el entorno tóxico de las fuerzas armadas, la narrativa no tarda en contagiarse de este mal. Las vistosas secuencias, los textos en la pantalla, la frenética edición y las brutales imágenes dejan al descubierto una fascinación secreta por demostrar algo, lo que sea —como si los Russo hubieran estado esperando este momento para dejar ver de lo que son capaces, aun sin el respaldo de Marvel—.
Los siguientes capítulos parecen sacados de Trainspotting (1996) y de Pups (1999) — cinta sobre un niño con playera de carita feliz que roba un banco—. La adicción a los opioides, que se suponía era la temática principal que los Russo abordarían vehementemente, acapara la última parte del filme. Desafortunadamente, para este momento resulta complicado seguir interesado en su propuesta.
Cherry tiene poco o nada que decir sobre los horrores de la adicción. La mayor parte del tiempo vemos al protagonista y a su novia drogados y tirados en casa; incluso hay un perro por ahí que nos hace rogar que no tenga el mismo destino que el gato de Tommy en Trainspotting. Cuando los robos a bancos se convierten en el nuevo foco de atención, los Russo y sus guionistas se han quedado sin argumentos, si es que alguna vez los tuvieron.
Holland hace lo que puede interpretando a un tipo lastimado y perturbado encaminado a convertirse en una carga para el Estado. De hecho, los directores no dudan en recordárnoslo con varios recursos satíricos que rompen la cuarta pared, pero que realmente son más que un pie de página o una curiosidad.
El final —o epílogo, como le llaman ellos— es quizá lo más ridículo de todo el asunto. Abaratando el recurso de la elipsis, y contradiciéndose al enaltecer el amor como la única respuesta a los problemas de Cherry, los Russo llegan a una conclusión autocomplaciente que no encaja con la autodestrucción con la que se comprometieron sus personajes durante el último tramo de la película. Después de dos horas de un poco vergüenza ajena, el final es, irónicamente, la cereza en el pastel. Al querer abarcar demasiado, los Russo terminan sin decir algo relevante.
Cherry está disponible en Apple TV+.