“Suspiria”, una cinta que busca apartarse de la sombra de su creador
Por lo regular la palabra remake suele ser tomada por algunos como sinónimo de desastre, sobre todo si estos provienen de un género tan incomprendido como lo es el terror, por ello, cuando se anunció que Luca Guadagnino (Call me by your name, 2017) sería el director de la nueva versión de Suspiria, los amantes del género perdieron la cabeza, pues pareciera que así llegaba la “destrucción” del clásico italiano de Dario Argento. Sin embargo, sorpresivamente esta nueva versión resulta ser una oscura y tenebrosa obra que se aleja lo suficiente de la cinta original como para no ser cubierta por su sombra, tan así, que más que un remake estaríamos hablando ya de un gran reboot.
Suzy Bannion (Dakota Johnson), es una joven americana que viaja a la prestigiosa compañía de danza Tanz, en Berlín, donde Patricia (Chloë Grace Moretz), una de sus bailarinas, ha desaparecido misteriosamente. Sin embargo, a pesar de las preocupaciones que este hecho genera la nueva estudiante comienza a notar grandes progresos en su técnica gracias a Madame Blanc (Tilda Swinton), la directora de la academia. Al mismo tiempo, otra de las alumnas, Sara (Mia Goth), poco a poco empieza a sospechar que esta relación entre aprendiz y maestra podría ser más oscura de lo que parece.
Antes que nada hay que aclarar que la Suspiria (2018) de Luca Guadagnino no se trata de un remake al cien por ciento, sino como Tilda Swinton ya lo había dicho antes, “es una nueva versión” del clásico de Argento. Decimos esto porque efectivamente Guadagnino retoma la idea original pero la aborda de forma distinta. Tan es así, que podríamos decir que más que una cinta de terror sobrenatural al estilo italiano, se acerca más al estilo de The Witch (2015) o Hereditary (2018) -y si se piensa en otros géneros, hasta en Mother (2017) e incluso Black Swan (2010)-, donde el ambiente, la atmósfera y los símbolos se anteponen a los sustos.
De igual forma la trama hace un mayor énfasis en el conflicto socio-político del Berlín de los años 70, por lo que la academia de danza Tanz funciona como un templo donde las mujeres encuentran en el arte un recurso mediante el cual expresarse y liberarse de la opresión que viven. Sin embargo, es este mismo arte el que también las hace vivir un infierno, trayendo incluso fatídicas consecuencias para algunas de ellas.
Todo comienza con la llegada de Susy a la academia, pues en cuanto Madame Blanc pone su atención sobre ella los eventos sobrenaturales de la trama comienzan a quedar al descubierto. Por ello, la relación que se genera a lo largo de las dos horas y media de metraje (que originalmente serían tres) entre estos dos personajes es el pilar de toda la historia, ya que una no puede funcionar sin la otra. Asimismo, es interesante mirar cómo brota cierta intimidad entre ambas, pues su relación llega a ser tan cercana que podría mirarse como una situación casi maternal.
Asimismo el grupo de profesoras que las rodea es imprescindible para generar una atmósfera de suspenso y tensión, pues entre los diálogos que hay entre ellas pero, sobre todo, en las escenas en que éstas se reúnen como un simple grupo de amigas, bastan para saber que ocultan algo siniestro y turbio, pues a fin de cuentas, en todo momento dan la impresión de ser más un aquelarre que simples maestras.
Otro punto clave es la relación entre Susy y Sara, pues aunque amigas inseparables en un inicio, mientras la primera de ellas poco a poco se pierde entre los poderes de la academia y la danza, así como en la enorme fuerza de atracción que existe entre ella y Madame Blanc, la segunda no sólo comienza a investigar los tenebrosos eventos que allí ocurren, sino que lentamente se va derrumbando física y anímicamente; al contrario de Susy, quien durante toda la trama tiende a ascender en todo aspecto.
De igual forma la presencia del Dr. Jozef Klemperer (también interpretado por Swinton) y sus investigaciones respecto a la desaparición de Patricia son un elemento clave no sólo para introducir una figura masculina en la historia, sino también para reafirma lo que se intuye desde el inicio: la academia Tanz es un lugar profano.
Así, el mirar cómo poco a poco los personajes del Dr. Jozef y el de Sara son arrastrados a la locura, al mismo tiempo que la relación entre Susy y Madame Blanc se hace más profunda, íntima y perversa, son piezas fundamentales para armar un rompecabezas lleno de pesadillas y horrores que Guadagnino plasmó magníficamente en Suspiria.
Y si bien esta nueva versión se enfoca en un terror más anímico que visual, no por ello carece de escenas explícitas y quizá hasta un tanto controversiales. Además, aunque su director maneja un terror más sutil que Argento, también lo hace de una manera no sólo efectiva, sino bastante cruda e incluso atroz en algunos momentos.
Esto último se presenta a manera de una serie de pesadillas que aquejan a la protagonista, donde todos y cada uno de estos sueños están repletos de imágenes que van de lo sangriento a lo simbólico. Además, la película cuenta con algunas escenas que sin la necesidad del uso de tanta sangre logran transmitir una violencia increíble, casi incómoda de mirar debido a su bestialidad; aquí hay que hacer una mención especial para una secuencia en la que el cuerpo de una bailarina sufre un aterrador final, pues este termina por ser uno de los momentos más explícitos no sólo por su imagen, sino porque deja en claro el poder de las fuerzas oscuras dentro de la academia Tanz.
También es necesario mencionar la banda sonora, pues si bien Goblin hizo un trabajo excelente musicalizando la obra de Argento al crear más que tenebrosas melodías para aderezar la historia, y aunque su música se extraña en esta nueva propuesta, Thom Yorke hace lo suyo entregando una sonorización bastante interesante.
Otro de los aciertos de Guadagnino fue retomar la “leyenda” de Las tres madres, pues al igual que Argento en su trilogía original, no sólo se les menciona, sino que aquí la mitología de Mater Suspiriorum, Mater Tenebrarum y Mater Lachrymarum es llevada a un nivel que ayuda a expandir y profundizar más en el universo de éstas.
En cuanto a los “peros” de esta nueva versión, podríamos decir que se deja un poco de lado el tema de la brujería para centrarse más en una historia casi de “madres e hijas”, por lo que la balanza pareciera inclinarse más por un terror psicológico que por uno sobrenatural.
Asimismo, la película se olvida por completo de la saturadísima paleta de colores que tanto caracterizó a la Suspiria de Argento –aunque esto se retoma en los momentos finales casi a manera de un homenaje-, pues al contrario, la nueva versión ocurre en escenarios un tanto pálidos, casi fríos. Ahora, hablando de homenajes, el cameo de Jessica Harper es algo que se agradece, pues es entrañable volver a mirar a la original Suzy Bannion.
Sin embargo también podríamos decir que la decisión de dejar fuera estos elementos fue la clave para que Guadagnino le diera un rumbo diferente a su Suspiria, pues precisamente ésta funciona por eso mismo: porque no se parece a Suspiria.
En resumen, esta nueva versión plasma una trama bastante equilibrada entre un envolvente suspenso con una violencia mesurada pero que, la poca que presenta, es bastante explícita. Asimismo si bien la cinta retoma los personajes y los escenarios principales creados por Argento, también se toma la molestia y el atrevimiento (totalmente necesario) de despegarse de éstos para no tener que estar bajo la sombra del clásico, sino para apartarse lo necesario y ser capaz de crear su propia historia…o si se prefiere y en términos más ad hoc, para reclutar a su propio aquelarre.
Pd: Quédense hasta el final de los créditos.