«Las Brujas»: una insípida y poco memorable adaptación de la obra de Dahl
Hace unos veinte años, al menos en México, sentarse cada sábado frente a la televisión esperando el maratón de películas era un ritual infaltable en los hogares de muchos niños y adolescentes. Las cintas de género dominaban la programación; xenomorfos, muñecos diabólicos y criaturas fantásticas siempre estaban invitados, así como las icónicas y malvadas brujas.
La adaptación de la novela de Roald Dahl no solo introdujo a miles de niños a uno de los conceptos contemporáneos de este ser, sino que les infundió, sin duda, un verdadero temor por esta representación. Ahora, tres décadas después, una nueva e insípida versión ha llegado para apreciar todavía más el clásico de culto de antaño.
A finales de los 60, un niño (Jahzir Kadeem Bruno) queda huérfano después de un terrible accidente. Tras ser acogido por su abuela (Octavia Spencer), el pequeño trata de asimilar su nueva vida, pero el encuentro con una bruja lo estresa todavía más.
Preocupada por su seguridad, la abuela decide llevárselo de vacaciones a un hotel junto a la playa. Pensando que estarán completamente a salvo, el niño finalmente encuentra algo de tranquilidad; sin embargo, la inesperada llegada de la Gran Bruja (Anne Hathaway) y su aquelarre lo ponen en un nuevo predicamento.
Si bien, últimamente, los remakes suelen ser vistos con demasiada suspicacia, y con razón, algunos surgen sin que nadie los haya pedido en absoluto. Las Brujas (The Witches, 2020) bien podría ser un ejemplo: ¿por qué tocar una cinta de culto apreciada por muchos? Podrá argumentarse que más bien se trata de una nueva adaptación de la obra de Dahl; sin embargo, las comparaciones con la de Nicolas Roeg resultan inevitables.
Robert Zemeckis, quien parece todavía vivir del legado de Volver al Futuro (1985) y Forrest Gump (1994), dirige esta película respaldado nada más y nada menos que por Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro. Aunque su inclusión, sobre todo de este último, merecía el beneficio de la duda, el resultado final es realmente decepcionante. Tratando de que su trabajo sea atractivo tanto para niños como para adultos, el equipo concibe una historia que puede ser desagradable por momentos y demasiado infantil en otros.
Esta nueva versión de Las Brujas incurre en algunos cambios para apegarse más a la novela, pero apuntando también hacia la inclusividad. Esto, por supuesto, no tiene nada de malo; de hecho, Zemeckis, del Toro y el coguionista Kenya Barris introducen un subtexto racial y social que hace referencia al horror del elitismo y el racismo.
En una escena, por ejemplo, la abuela le dice a su nieto que las brujas solo acechan a los pobres, los cuales, claramente, resultan las víctimas ideales, pues ¿quién se preocuparía por ellos una vez desaparecidos? Desafortunadamente, los guionistas escapan del tema en cuanto tienen oportunidad, y es que, a fin de cuentas, estamos ante una película para niños.
Fuera de eso, Las Brujas no toma ningún otro riesgo. La trama se desenvuelve más o menos de la misma forma que la de 1990. Anne Hathaway toma el icónico papel de Anjelica Huston como la Gran Bruja, aunque sin el mismo impacto que el de aquella vez. No hay duda de que su representación y la de su séquito parece demasiado terrorífica para los más pequeños; pero, en pleno 2020, hace falta más que efectos especiales y llamativos sets para asombrar a un público que ya lo ha visto todo.
Aunado a ello, el trabajo artesanal en el maquillaje y prostéticos de hace treinta años luce más convincente que el de ahora, el cual recibe significativas mejoras a través de imágenes por computadora. Demasiado limpio y elegante como para dejar alguna impresión, el esfuerzo parece inútil.
Al sumergirse en esta fantasía oscura, Zemeckis se deja arrastrar por el aspecto más rimbombante de la historia. Este, igualmente, lleva al espectador por un paseo que bien pudo haber sido sacado de un juego mecánico de los parques de Disney. La vista es curiosa por algunos momentos, pero cualquier signo de emoción se pierde entre las pobres actuaciones de los actores infantiles, quienes simplemente repiten las líneas que se aprendieron sin gracia alguna. El asunto cambia un poco cuando los vemos transformados en personajes animados; pero, nuevamente, lo artificial supera cualquier intento realizado en la vida real.
Irónicamente, el director obtiene lo mejor con Hathaway y Spencer. La primera, aunque no consigue opacar el recuerdo de Huston, trae consigo una malicia irresistible y burlona. La segunda, como la adorable abuelita, intenta avivar cada escena con sus intervenciones; lamentablemente, Bruno no tiene la presencia necesaria como para complementar a la veterana actriz. Con ella, el guion también se da el lujo de reflexionar sobre la vejez, el duelo y el cariño incondicional, lo cual contrasta notablemente con lo ligero del resto de la trama.
Al final, los momentos más valiosos son cortesía de los adultos. Stanley Tucci también tiene un papel como el sumiso Sr. Stringer, pero su participación es limitada. Sea como sea, si hay algo rescatable en la cinta es la aparición de las actrices ya mencionadas, quienes funcionan como el único gancho para mantener atentos a los adultos.
Las Brujas raya en la mediocridad. Cualquiera que haya sido la contribución de Cuarón y del Toro, esta queda diluida por un relato estrictamente genérico que es superado en todos los sentidos por su antecesora. La buena noticia es que, cuando llegue el momento de presentarle a nuestros hijos la versión cinematográfica de la novela, será sencillo escoger entre ambas.
Las Brujas se encuentra en cartelera de algunos cines de Latinoamérica.