[Entrevista] Gabriel Mascaro, director de “Divino amor”

La posibilidad de tomarle el pulso a la sociedad brasileña desde un futuro en el que el conservadurismo se ha instalado desde la religión y la burocracia, son los motivos principales de esta producción de Gabriel Mascaro, una de las voces más frescas de la cinematografía de ese país. Tras una larga ruta de festivales, “Divino amor” llega a salas mexicanas y fue una buena ocasión para conversar con su director.

Formado en el documental, Gabriel Mascaro trasladó sus inquietudes por el análisis de la realidad social de su país desde la ficción. Ya desde “Vientos de agosto” (2014) insinuaba su vocación por deconstruir el cuerpo humano en una relación indivisible con su entorno, mirada que ahondó en “Boi Neon” (2015) tratando de descifrar los mundos internos de vaqueros y cirqueros del Brasil rural a través de la exploración de una anatomía que se desenvuelve en torno a los deseos, o más bien, no puede renunciar a ellos.

“Divino amor” supone un salto mayor en esa búsqueda al instalarse en una realidad distópica que se adelantó a la ola radicalista y conservadora que puso en la presidencia a Jair Bolsonaro, icono de una intolerancia instrumentalizada desde la alianza con iglesias que han sido sus mejores aliados políticos. Desde esa visión, la historia sigue con mirada calma a Joana (Dira Paes), una empleada de notaría empeñada por un afán moralista en hacer desistir del divorcio a las parejas que le solicitan los trámites, sometiéndolos al filtro de la burocracia más engorrosa.

En ese empeño, somos testigos de la ferviente fe de la mujer en sus preceptos morales, su entregada vida a una iglesia que es más una suerte de culto colectivo en torno a la sexualidad grupal y su intensa vida amorosa con su esposo Danilo (Julio Machado), pero pese a ello, no tienen suerte con traer un hijo al mundo. Con el telón de fondo de una sociedad en la que los colores pastel brillan por doquier, con puestos de consulta con pastores al paso y la religión evangelista instalando una suerte de dictadura del pensamiento, los deseos de Joana tendrán una respuesta a sus plegarias, aunque el anuncio de su embarazo la lleve a cuestionar la promesa de felicidad de ese mundo diseñado a su medida.

Tras su paso por los festivales de Berlín, Sundance, Montreal, Guadalajara y Lima, finalmente “Divino amor” ha llegado a la cartelera mexicana. Su propuesta nada concesiva la hace un título imprescindible para el gusto cinéfilo.

Sayo Hurtado: Un rasgo que define mucho de tu cine es la exploración de las capas sociales a través de su intimidad…

Gabriel Mascaro: Yo creo que no es algo muy consciente sino un deseo muy singular de investigar el cuerpo. Los elementos que envuelven la intimidad son parte de ello. Cuando pensamos, por ejemplo, en “Boi Neón”, estamos investigando un cuerpo ambivalente entre la sensibilidad, la bravura, la violencia y el placer.

En “Divino amor” tenía un desafío que era pensar en el evangelismo, que es una idea que a primera vista nos dice que es una cultura conservadora, naif y aburrida. En verdad, lo que intento explicar es que es un prejuicio muy complicado. Cuando empecé a investigar los rituales evangelistas, me di cuenta que es una religión muy contemporánea y muy viva. Todo el tiempo están incorporando elementos de la cultura joven, del pop, del hip hop y la música electrónica, por lo que es una religión muy conservadora pero a la vez sofisticada.

Ellos son muy conscientes de su capacidad de actualización y de su conexión con la cultura pop. Eso es muy diferente de la tradición antigua de la iglesia apostólica romana, en la que tienes los ornamentos o el barroco. La historia del arte está muy definida en el cristianismo tradicional y ahora tenemos una religión en base al arte conceptual: no hay esculturas, no hay santos, no hay cruz ni imágenes en la pared, apenas la palabra de Dios.

¿Cómo pensar en un ritual espiritualizante sin ningún elemento medieval? El desafío era imaginar un futuro en el que la religión fuera capaz de incorporar la luz, la música y la sexualidad. Estamos hablando de conceptos abstractos y sensoriales para trascender política y estéticamente un cuerpo controlado.

¿”Divino amor” podría tomarse como una advertencia frente al crecimiento del pensamiento conservador en Brasil?

Es como si yo quisiera hacer una crítica a la tradición bíblica usando la propia Biblia como herramienta e incorporando elementos del cine distópico y el soft porno. Juego un poco con la tradición de los 80 en Brasil que tenía manifestaciones como la “porno chanchada”, que era un movimiento del soft porno casi equivalente a las pink movies japonesas.

Estéticamente, es una mirada futurista que a pesar de tener elementos chillones, sobre todo en el color, no es desbocada sino sutil…

La verdad, me molestaba pensar la idea de una distopía asociada a un futuro muy fantástico o radical, casi como un fetiche. No quería hacer una película sobre el futuro cercano y pensar en el cambio solo por la tecnología. Cuando la película empieza con una voz que dice: “La fiesta más importante ya no era el carnaval, era la fiesta del amor supremo» (un rave evangelista), piensas en que si no hay carnaval, entonces se trata de un cambio muy grande en la cultura brasileña…

En una película como esta, el compromiso de los actores es muy importante dada la gran carga sexual de la historia. ¿Cómo manejaste este aspecto con la protagonista, Dira Paes?

La verdad, es la misma pregunta que me hicieron en el estreno mundial en el Festival de Sundance. Lo más difícil no es hacer una película que tiene una carga muy fuerte de erotismo religioso, algo que inicialmente era inconcebible para nosotros, sino mostrar una sexualidad muy explícita al servicio de Dios y que sientas al ver la película que esto es hecho por la fe. En ese sentido, Dira entregó toda su energía y fuerza para hacer un personaje tan excéntrico.

Al momento de escoger los actores no me guio por dogmas. Creo que cada película es muy viva y responde sus propias preguntas. La verdad, la primera vez que trabajé en cine como asistente del asistente, Dira Paes estaba en el elenco y yo la vi pero ni siquiera tuvimos contacto, pero si tenía una memoria afectiva en torno a ella y fue la razón por la que la convoque aquí.

El clímax de la película propone una idea que debería ser una celebración para quienes creen fervientemente –y de manera prácticamente irracional- en la religión, pero eso se convierte más bien en un punto de cuestionamiento para ellos mismos…

Esa ambivalencia se da porque Joana (Dira Paes) es un personaje que trata de salvar a la familia de los otros sin pensar cuan complicada es la de ella. Es una mujer que trata en todo instante usar la burocracia a su servicio para evitar que las parejas se puedan divorciar, pero luego esta se vuelve contra ella. Es una película muy simple sobre un personaje que tiene un deseo muy grande por ser mamá y está a la espera de una señal divina, pero cuando esta llega es algo mucho mayor de lo que ella podría recibir.

No deja de ser curioso el como la historia recoge las prácticas “swingers” para incorporarlas a las terapias grupales religiosas…

En la Edad Media, muchas mujeres entregaron sus cuerpos a sus ministros religiosos en busca de un orgasmo divino. La idea sobre como la sexualidad ocupa un lugar importante para la sed y el éxtasis religioso no es nada nuevo. El cuerpo como elemento de una práctica de devoción y servicio a Dios en un punto encuentra placer sexual. En un contexto de religión que canaliza la sexualidad en pro de una idea divina, me pareció muy normal y orgánico. Es una práctica contemporánea utilizada para avanzar más en la agenda conservadora y mantener más unida a la familia cristiana.

¿La película ha tenido problemas durante su estreno comercial en Brasil debido a las políticas intolerantes de Jair Bolsonaro?

La película se estrenó prácticamente en el mismo momento en el que Bolsonaro se proclamaba presidente. El tipo de cine que yo hago no se enmarca dentro del cine comercial más grande, está más en el circuito de cine arte, por eso el gran público no la conoció y no sabe que existe. Estoy ansioso por ver el momento en que los evangelistas la descubran.

“Aquarius” de Kleber Mendonca Filho sufrió el veto de la Academia Brasileña en su carrera al Oscar por unas declaraciones de respaldo de Sonia Braga a Dilma Roussef en el Festival de Cannes. ¿No temías sufrir algún veto gubernamental?

Cuando estoy creando no pienso en las consecuencias, tengo un pensamiento más libre. Es siempre un desafío muy grande estrenar una película y lidiar con las contradicciones que el medio político está pasando. Vivimos un momento en el que se está desmontando la política cultural porque el gobierno está utilizando las herramientas burocráticas e ideológicas para frenarla. Tenemos una pandemia y un virus, pero peor que eso es Jair Bolsonaro. Ese es el peor virus.

De la sociedad brasileña siempre se ha tenido un concepto como de muy relajada con el tema del pudor y la desnudez, entonces el brasileño promedio no tendría que sorprenderse demasiado con lo que se ve en tu película.

Supongo que sí, pero todavía hay gente que se espanta. Recuerda que estamos hablando de una desnudez conectada a una fe religiosa. Creo que la idea acerca de que Brasil es una cultura liberal ahora es una utopía.

El hijo de Joana tiene voz en la historia y es de alguna manera la síntesis de todo, pero a final de cuentas, deja de ser importante de donde sale él, siendo más relevante la contradicción que genera para el pensamiento religioso.

La propia vida tiene una fábula muy surreal para explicar el nacimiento de Jesús. Entonces, me pareció muy especial actualizar esta mirada bíblica sobre una historia contemporánea. Si la película habla del concepto de un cuerpo controlado, este bebé es un cuerpo descontrolado, sin registro y sin documento. Es, potencialmente, el nacimiento de una nueva libertad.  

¿Hay alguna cinematografía en particular que ha influido en tu manera de hacer cine?

Yo creo que soy de una generación que ingresó al cine de una manera más difusa, no tan dogmática. Cada proyecto me conecta a referencias muy específicas, pero recuerdo que cuando vi “Beau Travail” (1999) de Claire Denis me influyó mucho la manera en que ella observa los cuerpos; también las películas de Jia Zhangke y como contempla los paisajes y la contemporaneidad de China para explicar de una manera sencilla las contradicciones de un cambio político y geográfico debido a la industrialización. Son dos directores contemporáneos que me dan mucha energía.