«La Madre del Blues»: Chadwick Boseman y Viola Davis brillan en un drama teatral
Cerca del final de La Madre del Blues (Ma Rainey’s Black Bottom, 2020), Levee (Chadwick Boseman), el trompetista de Ma Rainey, logra abrir una puerta del estudio de grabación donde se encuentra. Después de varios intentos, en un momento de gran desesperación, el impetuoso y confundido joven finalmente lo consigue; del otro lado, un callejón sin salida lo espera. Esta escena resume la película, la cual toma los deseos y frustraciones de un hombre negro consumido por una rabia artística y racial que lo autocondena de forma definitiva.
Durante una calurosa tarde en los 1920, Ma Rainey (Viola Davis) y su banda se disponen a grabar. La sesión empieza mal con la tardanza de algunos de ellos, pero empeora cuando la cantante se muestra déspota y pedante ante su mánager y el dueño del estudio, ambos blancos.
Por si fuera poco, Levee revela a sus compañeros sus planes de emprender una carrera en solitario, lo cual no tarda en elevar la tensión. La grabación sigue su curso, pero la confrontación entre todos los presentes resulta inevitable.
Netflix le da hogar al más reciente proyecto de Denzel Washington (productor), quien parece ya inclinarse más hacia los roles detrás de cámaras. A pesar de tener a un director relativamente desconocido en el mundo cinematográfico, la experiencia teatral de George C. Wolfe es determinante para concebir esta historia tal y como Washington la veía.
Basada en la obra del mismo nombre de August Wilson, La Madre del Blues no es en lo más mínimo una cinta biográfica; vamos, incluso podría decirse que Rainey ni siquiera es la protagonista de un filme que se interesa más por explorar las dinámicas raciales, sociales y generacionales de una época en la que la música era un verdadero negocio.
A pesar de un reparto que cumple con creces, todo el peso de la película cae sobre los hombros de Davis y Boseman, actores que ofrecen un par de memorables interpretaciones, sobre todo este último, quien, sin duda, entrega la mejor de su carrera. Tristemente, el actor no pudo atestiguar el gran recibimiento que ha tenido su trabajo; Boseman murió en agosto pasado.
Aunque los momentos que comparten en pantalla son escasos, sus historias en solitario abren viejas heridas, muestran su amor por la música y exhiben el costo de comprometerse con un arte que no es comprendido como quisieran.
Davis y Boseman encarnan a dos personajes que, a pesar de ser radicalmente opuestos, guardan varias cosas en común. Ambos protegen su trabajo con recelo, aunque Rainey no tiene reparo en tratar como escoria no solo a los blancos, sino a cualquiera cuyo comportamiento lo merezca, incluido Levee. Este último, en cambio, desahoga sus frustraciones con su misma raza y se muestra sumiso ante los blancos, todo sea por tener una oportunidad para brillar por sí solo.
Esto, por supuesto, le vale las críticas de los demás músicos, quienes aprovechan el tiempo muerto de la sesión para recordarle la brutalidad del hombre blanco y la necesidad de no agachar la cara ante su supuesta superioridad. Si bien ambos personajes resultan fascinantes, los traumas que Wolfe y el guionista Ruben-Santiago Hudson exploran le dan una dimensión mayor a un hombre profundamente traumatizado.
La Madre del Blues adopta por completo la esencia del material original. Con un extensivo uso de monólogos, apenas dos espacios en donde se desarrollan las acciones y todo centrado en las actuaciones, la cinta se presenta, básicamente, como una versión para la pantalla chica de esta puesta en escena.
Esto priva a los realizadores de internarse en nuevos territorios, pero la calidad de su trabajo nos hace olvidarnos de la falta de riesgos. De cualquier manera, breves pero placenteras escenas, como en la que vemos el cuidadoso y tortuoso proceso de grabar un disco en vinil, le dan un toque un más cinematográfico a la historia. Y claro, aquella en la que logran la primera toma buena es todo un deleite.
Davis se mete en la piel de Rainey de manera apabullante. Como un espectro que se mueve erráticamente humillando a quien se le ponga en frente, sobre todo si es blanco, este personaje despierta un gran interés en el espectador. Su permanente sudoración, terrible humor y actitud agresiva son asimilados por Davis para construir una versión poco idealizada pero sumamente efectiva de la icónica cantante.
De cualquier forma, aunque sea apenas durante un instante, es posible ver un lado más amable de Rainey cuando tiene la oportunidad de hablar con el líder de su banda sobre lo que realmente significa para ella su música.
La Madre del Blues es un tributo al legado de la legendaria cantante, pero también la demostración del gran talento de Boseman; no sería nada raro verlo nominado al Óscar de forma póstuma el próximo año. La tragedia del final, no solo la que tiene que ver con Levee, sino también la de su música, despierta un sentimiento similar al que exhibe momentos antes, cuando la desesperación se apodera de él durante una tarde llena de decepciones.
La Madre del Blues está disponible en Netflix.