“La Verónica”: entrevista al director Leonardo Medel

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Luego de su paso por la reciente edición del Festival de Cine de Lima, conversamos con el cineasta chileno sobre su interesante cinta La Verónica.

Verónica Lara es influencer y esposa de un exitoso futbolista. Su vida gira en torno al lujo y al culto a su imagen, lo cual debe exhibir constantemente en redes sociales. Su objetivo es alcanzar una determinada cantidad de seguidores para convertirse en el rostro de una importante marca. Nada se interpondrá en su camino para lograrlo.

Conociendo ya la premisa, estas son las preguntas que se le hicieron al director sobre el origen del proyecto, las decisiones estéticas, el trabajo con la protagonista y, por supuesto, su visión sobre las redes sociales.

¿Cómo surge la idea de hacer La Verónica?

Este proyecto tiene ya trece años. El primer teaser de La Verónica se grabó en 2008, con ese mismo nombre. Tenía otro guion, pero ya sentía que debía hacer una película completamente en primer plano. En ese momento, con el auge de YouTube, estaba muy presente el plano del youtuber que habla a cámara, cortando sobre el eje todo el tiempo. A eso se sumó la aparición de la selfie y otros elementos que se fueron integrando.

En 2013 hice un cortometraje con este mismo método, que fue exhibido en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile. Luego, en 2016, realicé un corto con Mariana Di Girolamo como parte de un largometraje colectivo llamado Transfusión. Ese corto era La Verónica, y si en ese momento ella pudo sostenerlo durante diez minutos, ahora el reto era hacerlo por una hora y cuarenta minutos.

¿Qué tan complejo fue para ti como director el trabajo actoral con Mariana Di Girolamo?

Lo primero que tuvimos que afrontar fue superar el pudor de estar casi dos horas frente a cámara todo el tiempo. Si hubieran más actores, al menos existiría la posibilidad de apoyarse si algo falla. Pero en este caso, toda la responsabilidad recaía sobre Mariana, porque es a ella a quien vemos en pantalla durante toda la película. Como ya habíamos trabajado juntos antes, había un grado de confianza. Y es en ese terreno donde se puede legitimar una propuesta como esta.

Otro desafío fue la cantidad de diálogo. La Verónica exige el doble de texto y presencia en pantalla de lo que suele tener un personaje protagónico. Mariana debía estar extremadamente concentrada para actuar con ese nivel de exigencia. Por eso intentamos tener al equipo técnico más reducido posible y darle su espacio. Para mí, ella fue como una jefa de departamento más, porque sabía que podía contar con su compromiso total.

La Verónica
Fuente: Festival de Cine de Lima

¿Por qué optar por esa puesta en cámara única a lo largo de toda la película?

Además de tomar como referencia el formato de YouTube, también pensé en la fotografía de maquillaje. Es algo aparentemente frívolo, pero que exige muchísima precisión. También hay una conexión con el lip sync, que ahora es muy popular en TikTok y tiene presencia en la película.

Que cada escena sea un plano secuencia era esencial para mí porque ahí se nota la influencia del melodrama occidental. Pienso en el cine de Bergman, en La pasión de Juana de Arco de Dreyer, y sobre todo en el documental Talking Heads de Kieślowski. Este último me marcó mucho por la mística que lo rodea: todos los testimonios parecen formar una sola manifestación del ser. Las personas entrevistadas, ordenadas por edad, escondían una divinidad que hacía parecer que, de algún modo, siempre estaban mintiendo. Ahí pensé: “¿Y si hiciera esta misma película con un solo personaje que mintiera en cada escena?”. El plano secuencia se usa para enfatizar esa mentira, y para que el espectador se sienta como alguien que vigila a una mentirosa.

¿De qué modo esa puesta en cámara se liga con un montaje muy marcado por los contrastes ?

El guion parte de una crónica en la que un periodista narra su experiencia en Ucrania. Una de las historias que contaba era la de una modelo que, después de una sesión de fotos, se ponía a llorar al mismo tiempo que su hija de año y medio. Esa imagen me pareció muy potente, y desde ahí surgió la relación simbiótica entre Verónica y el llanto de su hija.

Para mí, esta es una película cuya piedra angular es el plano secuencia. Pero también lo es el contraste. Lo veo como la expresión oculta de un todo, abordando dicotomías como rico/pobre, famoso/irrelevante o realidad/ficción. Esos contrastes son capas de una cebolla que debían encajar matemáticamente. En el fondo, todo era un modo de expresar una misma unidad subyacente.

La Verónica
Fuente: Festival de Cine de Lima

¿Para ti fue realmente importante querer desdibujar esta línea entre la realidad y la ficción con respecto a este mundo mediático de las redes sociales?

Mi aproximación al mundo de las redes sociales se dio en gran parte gracias a Coco Páez, mi esposa. Ella interpreta a “la Moni”, la amiga de Verónica, y es influencer en la vida real. Todo lo que aparece en la película está atravesado por nuestra experiencia directa: lo aberrante, lo terrible, lo frívolo.

El universo de las redes sociales es una metáfora del ego. Escoger qué foto mostrar o qué parte de nuestra vida compartir funciona del mismo modo en que opera el ego. Como dice Verónica en la película, usamos las redes “para hacer show”, y para eso creamos una determinada personalidad. Ese fue el territorio que quise explorar. El influencer es una hipérbole de algo que todos vivimos. Todos somos, en parte, Verónica Lara.

¿Crees que con esta película se podría enviar un contundente mensaje sobre todo a las generaciones más jóvenes que siguen influencers o incluso aspiran a ser como ellos?

En otra entrevista relacionada al festival me preguntaban por qué La Verónica contrastaba con las demás películas en competencia. Muchas retrataban una problemática latinoamericana evidente, mientras que esta se enfoca en la frivolidad. Pero creo que es justamente al ver tanta frivolidad acumulada que el espectador debería reaccionar. Y lo digo porque todos, de alguna forma, estamos inmersos en eso. Esta película genera una reacción más concreta porque no dice las cosas de manera tan explícita. Se activan más preguntas.

Como decía antes, el influencer es una gran caricatura de lo que hacemos todo el tiempo: representarnos a nosotros mismos, ser complacientes, medir la forma en la que nos relacionamos. Es como lo que David Lynch llama “el traje del payaso de goma”: una impostura que usamos para salir al mundo y hacer show.