Sueño en otro idioma: un epitafio y una oda a las lenguas originales
Sueño en otro idioma, tercer largometraje del veracruzano Ernesto Contreras, escrito igual que todos por su hermano Carlos, ha brillado ahí donde ha ido: en el festival de Sundance ganó el Premio de la Audiencia y estuvo nominada al Gran Premio del Jurado; en el Festival Internacional de Cine de Oslo, Noruega, ganó el Premio del Jurado; en el St. Paul International, de Minneapolis, el de la Audiencia.
Incluso aquí en México fue reconocida en el Festival de Cine de Guadalajara con el Premio de la Prensa y el Mayahuel para sus protagonistas actores: Eligio Meléndez y Juan Manuel Poncelis; y de las 13 estatuillas plateadas del Ariel que tenía nominadas, se llevó seis. Con lo que Sueño en otro idioma se coloca como la película mexicana más importante del año… quizá de los últimos años.
Su historia, una conmovedora fábula sobre el perdón, el amor y la palabra, tiene como protagonistas a dos viejos: Evaristo (Meléndez) e Isauro (Poncelis), los dos últimos hablantes de la lengua zikril, una milenaria que permite a seres humanos, animales y a todos los entes comunicarse. Martín (Fernando Álvarez Rebeil) un joven lingüista de la Universidad Veracruzana, pretende salvar de la inminente extinción a la lengua zikril, y sólo Evaristo e Isauro pueden ayudarle.
Martín pretende que ambos sostengan una conversación en zikril, mientras él registra todo en audio y video; pero los dos viejos están peleados a muerte, y llevan así más de 50 años. Martín, por amor a la profesión, y como una afrenta personal por el cariño que ha desarrollado por Lluvia (Fátima Molina), nieta de Evaristo, pretenderá reconciliar a los enfrentados para que hablen, y todo el cosmos zikirl renazca de las cenizas.
Esta es la premisa de Sueño en otro idioma, un filme muy particular en muchos sentidos. Quizá el más evidente, su contexto: México, de acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), es el segundo país de América Latina con mayor diversidad lingüística. De hecho, en el país, se hablan 69 idiomas, 68 de ellos son indígenas, y el otro es el español.
Específicamente en el país existen 11 familias lingüísticas (Maya, totonaca, mixe-zoque, chontal, etcétera), de las cuales se desprenden 364 variantes, de 68 agrupaciones. De esas 364 variantes, al menos 107 están en muy alto riesgo de desaparecer, y al menos el 60% de todas se encuentran bajo amenaza.
Las razones de esa amenaza rebasan por entero los propósitos de esta reseña, pero baste aclarar que ese contexto, esa presencia del español como lengua colonizadora, es la atmósfera que rodea a la película; y el zikril, lengua creada ex profeso para el film por Francisco Javier Félix Valdez, es la efigie de esa amenaza, de esa muerte. El colapso del zikril, en ese sentido, no sólo es una pérdida cultural, sino la pérdida de un espíritu, de un cosmos, y más importante, de una muy conmovedora historia de amor.
Porque la muerte de una lengua en Sueño en otro idioma sirve solamente para sostener la historia de Evaristo e Isauro: las razones de su enemistad, y todo lo que no se han dicho en cinco décadas son los verdaderos protagonistas de la película. Pudiera decirse que la conversación que los dos viejos tienen pendiente es el centro rector de Sueño en otro idioma.
Esa conversación, que sí tendrá lugar dentro del film, desatará fuerzas indomables en ambos personajes; fuerzas que ni siquiera Martín, o Lluvia, o los ancestros zikril podrán controlar; el espectador, como un humilde asistente, resbalará sin defensas ante una historia que se cuenta delicadamente, como una flor que se abre, y acaba entre cenizas, como una flor en llamas.
Alejada de patetismos, la película de los hermanos Contreras es una pieza de ficción que parte de una realidad concreta, pero la supera por entero; más bien: sublima la realidad, la desmecaniza y una vez alcanzado ese estado, la devuelve resignificada a sus espectadores.
Después de ver Sueño en otro idioma, uno termina preguntándose irremediablemente cómo ha contribuido a la muerte de una lengua; qué papel juega un hablante del español en un país como México. El papel de Martín, en este sentido, es crucial, es el puente entre dos lenguas: el español y el zikril, y entre los espectadores y los protagonistas de la película.
Respecto a los motivos que llevaron a Ernesto y Carlos Contreras a la realización de esta extraordinaria pieza de cine, han hablado: “No queríamos utilizar una lengua real por respeto a las que están verdaderamente muriendo; preferimos inventar una, para eso nos acercamos a Félix Valdez que creó un idioma nuevo, con su gramática, su pronunciación, y todos los actores fueron muy rigurosos para aprendérselo”.
La historia, comenta Ernesto en entrevista: “partió de una nota periodística, en donde hablaban sobre dos viejos que eran los últimos hablantes de una lengua regional en Tabasco, y que estaban peleado a muerte. Creímos que ahí había algo muy profundo que contar”.
Filmada en medio de la selva, en San Andrés, Tuxtla, Veracruz, Sueño en otro idioma es a la vez un epitafio y una oda; el testimonio de que la muerte de una lengua es la muerte de un cosmos, y que en el centro de una lengua, y también de una muerte, hay siempre una canción.