La cordillera: o lo que hay detrás del hombre común

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Preguntas sin respuesta

¿Es posible ser un hombre común y, al mismo tiempo, presidente de una nación? ¿quienes, en esta época, están en el poder, son trabajadores o emperadores? ¿existe el bien y el mal? ¿qué tanto de nuestra vida es una ficción? ¿qué hay detrás de las grandes acciones políticas? ¿es La cordillera un drama de intriga política o un thriller psicológico? Las casi dos horas que dura la película transcurren sin que estas preguntas, que asoman a menudo en la trama, logren resolverse.

Estamos ante una película que, desde su inicio, parece indecisa sobre cómo abordar la historia, comenzando con una secuencia que sigue a distintos personajes que parecen pasarse la estafeta, hasta llegar a una secretaria que habla por teléfono con el rostro cubierto por la angustia. El primer error del filme, uno común entre los escritores novatos, es que te arroja a mitad de nada, ante lo que parece un misterio del que se habla veladamente, pero sin dar pistas suficientes para interesarse por el asunto.

Fuente: punto-cine.com

El acontecimiento político

Nos enteramos entonces del acontecimiento central de la película (¿o no?): está por llevarse a cabo en Chile una cumbre de presidentes con el fin de lograr una alianza petrolera entre naciones de Sudamérica… y México. Los ojos del mundo están puestos en dos de los presidentes:  el mandatario brasileño, un tipo de mucha presencia con un lenguaje corporal que exuda poder y parece decir «soy un cabrón»,  y el presidente de Argentina,  un “hombre común” interpretado por un Ricardo Darín que es constante, sin llegar a su mejor nivel actoral. La contraposición es remarcada por la prensa, que considera al primero como un emperador, mientras que el segundo es señalado como «invisible» por haber llegado a la presidencia luego de haber sido regidor de una pequeña provincia.

Fuente: laotrabutaca.com.ar

El suceso fantástico

Detrás de esta situación política, se esconde un posible escándalo relacionado con la hija del presidente y su exesposo o esposo, el discurso es ambiguo y cambia varias veces en la película. El problema, que permanece como un misterio, obliga a Hernán Blanco, el presidente, a llevar a su hija a Los Andes, lugar elegido como sede de la cumbre. Marina llega con cara de adicta trastornada y hace una escena semisuicida que no se muestra de forma explicita, pero que resulta en una ventana rota, una silla enterrada en la nieve y la hija del presidente en cama, con algunas heridas y un estado catatónico de duración ridícula que es solucionado mediante una absurda hipnosis que da pie a una escena onírica interesante que, como muchos de los recursos utilizados en el filme, no vuelve a ser retomada.

Fuente: perroblanco.net

La indeterminación

Para entonces, uno cree que la película dará un vuelco hacia una historia de misterio psicológico que confronta dos posibles realidades: las historias del padre y la hija no concuerdan, alguno de los dos miente o está loco. El «recuerdo» despertado en la hipnosis puede ser verdadero o puede ser una metáfora de la pérdida de la libertad y la desintegración familiar, pero en ambos casos hace suponer que Hernán Blanco oculta un secreto oscuro que no quiere se divulgue.

Imposible saberlo porque Santiago Mitre se acuerda que estaba haciendo un drama político y despacha pronto al psiquiatra, quien puede darnos más respuestas, para llevarnos a una reunión ultrasecreta entre el presidente argentino y una “caca grande” del Departamento de Estado de los Estados Unidos, papel interpretado por un cínico y arrogante Christian Slater que sorprende con una aparición de tres minutos, claro desperdicio de un personaje que pudo ser más relevante, que bastan para voltear la situación en favor del país de las barras y las estrellas.

Tras la junta ocurre un pequeño drama entre el presidente y su mano derecha, quien en ese momento desaparece de la película, así como parte el canciller o la amante fortuita del presidente, dejando cabos sueltos que van desinflando una historia que vuelve al terreno familiar con la noticia de que el yerno está en un hospital a punto morir lo que lleva a Marina a perder el equilibrio, acusando a su padre de ser un asesino, a lo que este responde violentamente pidiendo el silencio, más con la urgencia de alguien que no quiere que se diga la verdad, que con la indignación de quien es acusado injustamente.

Fuente: laotrabutaca.com.ar

Clímax anticlimático

A nada de terminar la película, con la tensión provocada por la crisis familiar en su punto más alto, la historia gira de nuevo hacia los eventos de la cumbre, donde Blanco cumple con su parte del trato secreto, lo que le dará a ganar 5 mil millones de dolares, concluyendo la película en un punto medio de la trama, con los gringos siendo “el malo de la película”,  mal chiste y referencia que Slater había hecho antes en la cinta, y dejando un final abierto que,  al menos para mí, no cumple con la expectativa que se había generado: un final más bien anticlimático.

Fuente: mirevista.com

Balance final

Aunque la película en general queda a deber,  también tiene sus puntos rescatables: los aspectos técnicos están muy bien cuidados; la fotografía, a cargo de Javier Julia, no tiene pierde (disfruté mucho las tomas abiertas a la cordillera del Andes), aunque considero que el espacio físico no tiene tanto peso en la película para considerarse un elemento relevante y las tomas intercaladas entre los problemas del hombre y las majestuosas montañas nevadas no tienen más sentido que el puramente estético. Rescato además algunas transiciones entre escenas con fundidos muy agradables. El problema es que, de entrada, la cinta se antoja para mucho más y no para algo agradable.

Un elemento interesante de la historia son las entrevistas que la reportera realiza a los presidentes. Primero tenemos al presidente de Brasil, quien detiene las pretensiones metafóricas de la conversación para decir que las metáforas han hecho mucho daño a las naciones y él es enemigo de ellas; en cambio, el presidente Blanco tiene una conversación  metafórica con la que responde a la pregunta ¿cree usted que existe el bien y el mal? afirmando: el mal existe, y contando una historia de su niñez, un relato que no explica nada y deja la impresión de quedarse a medias, como la película que termina de pronto y me deja la pregunta ¿eso fue todo? ¿qué clase de  metáfora es esta? No me malentiendan: no soy enemigo de las metáforas (al contrario). Pero, como afirma el personaje de Slater para referirse a un rasgo del gobierno estadounidense, «no nos gustan las cosas a medias».

En mi opinión, siendo una coproducción millonaria entre Francia, Argentina y España que plantea la combinación de dos géneros interesantes,  la película podría dar para más, pero no acaba de responder siquiera qué hay detrás de Hernán Blanco, qué hay detrás del hombre común. De cualquier modo, recomiendo al lector que acuda a verla por sí mismo, si vives en Guadalajara puedes hacerlo todavía el día de hoy en el Cineforo de la Universidad como parte de la 63 Muestra Internacional de Cine. Quizá acabes viendo algo que yo no y me expliques porque fue nominada en Cannes y Toronto. De momento, no hay que perder de vista el trabajo de Santiago Mitre, quien tiene apenas poco en el cine y que, estoy seguro, realizará mejores películas en el futuro.