El otro lado de la esperanza de Aki Kaurismäki: la voz silenciosa del refugiado
No hay duda de que los hermanos Kaurismäki, Aki y Mika, se han posicionado como los directores más renombrados del cine finlandés; reconocidos por su crítica social, contando historias protagonizadas por outsiders y ambientadas en las clases sociales más desfavorecidas, en especial en el norte de Europa, a menudo con situaciones y personajes extravagantes. Mika es reconocido por su filme L. A. Without a Map (1998), protagonizado por David Tennant, Julie Delpy, Vincent Gallo, Johnny Depp, James LeGros, Anouk Aimée y Joe Dallesandro. Aki, quien comenzó su carrera adaptando el clásico de Dostoyevski Crimen y Castigo a la modernidad finlandesa, logró el triunfo internacional con Un hombre sin pasado (2002), película que ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes, siendo nominada al Óscar a la mejor película de habla no inglesa.
Al estilo Kaurismäki
La tendencia crítica que marca sus obras, habitadas por personajes que huyen del hogar a causa de problemas sociales, esta presente en Toivon tuolla puolen, comercializada en español como El otro lado de la esperanza. Queda la impresión de estar frente un retrato austero, silencioso y parco sobre un tema espinoso de la actualidad. Precisamente como un retrato simple y llano, Toivon tuolla poulen no abunda en diálogos, (el retrato no se expresa de forma verbal) y carece de adornos o pretensiones de genialidad; los personajes se sitúan frente a la cámara, bajo una luz que, sin emitir juicios e interpretaciones, se posa sobre los rostros para mostrarlos tal cual son.
Lo que diferencia esta película de un retrato tradicional que permanece fijo en un sólo punto, sin moverse (como los filmes, que casi podrían catalogarse pinturas, de Tarkovski), es que Aki multiplica los cuadros y constantemente cambia el enfoque de la cámara, como en un videoclip, para agotar los posibles detalles del espacio de fondo: algo que podría catalogar como un realismo fragmentario.
La película debe su estructura al encuentro circunstancial: el dueño del restaurante, quien se hace rico en un insólito y ridículo juego de cartas; y el exiliado, quien acaba en Finlandia por azar (sube a un barco para esconderse sin saber a donde se dirige, eficaz analogía que expresa la situación de deriva experimentada por los refugiados) se encuentran casi al inicio del filme, cuando el primero está a punto de atropellar al segundo. Ya avanzada la trama, se da un reencuentro entre ambos personajes, pero esta ocasión, el hombre rico ayuda al pobre refugiado, en lo que parece una especie de absolución, una acción que busca despertar alguna clase de motivación de vida.
La utopía nórdica
Una de las características principales de Toivon tuolla poulen es que aborda una historia de zozobra y desamparo en uno de los países más idealizados y romantizados por las sociedades tercermundistas. Parece sabido por todos que los países nórdicos viven en un estado de bienestar generalizado, lo dicen las estadísticas y lo cree el resto del mundo. En el caso particular de Finlandia, el país goza de una de las economías mundiales más prosperas, alcanzando un alto grado de reconocimiento por sus sectores de salud, educación y desarrollo industrial, así como una política altamente funcional con niveles bastante bajos de corrupción.
Sin embargo, el autor se encarga de mostrarnos una grieta en la construcción «perfecta» del estado de bienestar capitalista para enfrentarnos a un mundo que dista de ser el paraíso. Si bien es cierto que, desde nuestra perspectiva latinoamericana, vemos que las prisiones en Finlandia casi podrían antojarse acogedoras y que los funcionarios públicos pueden auxiliar a la gente (algo casi impensable en nuestros lares); también somos testigos de la fuerte presencia de ideologías racistas (las organizaciones de extrema derecha cobran cada vez más relevancia en el país), así como de la existencia del machismo, la indigencia, la explotación laboral o, simplemente, la depresión generalizada.
El silencio, mecanismo de la indiferencia
De paso, y sin hacer mucho escándalo o drama (incluso las situaciones climáticas de la película se cuentan con austeridad; desde lo que podría considerarse una anti-espectacularidad), la obra de Aki Kaurismäki pega con fuerza en uno de los retos sociales más complejos de nuestra época: el éxodo de refugiados que arriban a Europa por millares desde Afganistán, Irak, Siria o Ucrania, mismos que mueren por montones en el afán de encontrar un nuevo hogar; un tema que encuentra parangón con el fenómeno migratorio a los Estados Unidos en América y que ha sido trending topic del cine europeo, el independiente claro, de los últimos años.
El mensaje de Aki Kaurismäki no puede ser contado de otra manera: el silencio, en ocasiones se siente denso como niebla, que colma la película, funciona como metáfora de la invisibilidad del refugiado, quien ya no sólo es visto de mala manera, sino es que es ignorado por completo en ocasiones. El dedo del cineasta escarba directo al inconsciente y parece decir a las naciones con mayor índice de bienestar: no nos hagamos idiotas, tenemos graves problemas que no se arreglarán volteando las luces a nuestros logros egoístas porque si, pese a ser “el mejor país del mundo”, no somos felices es porque tenemos asuntos sin resolver que nos laceran por dentro.
Con mucha inteligencia y sutileza, Kaurismäki parece cuestionar las acciones legales como solución al problema de los refugiados. El problema radica en que el rechazo de asilo no es efectivo; la gente prefiere fugarse antes de ser expatriados, eligendo vivir como prófugos en Finlandia y no como ciudadanos legales en Siria. Es decir, el gobierno de Finlandia es incapaz de dar asilo a todos los refugiados, así que debe negar el acceso a muchos inmigrantes. Por desgracia, estos últimos se resisten a la expatriación, por lo que, lejos de «desafanarse» de ellos, acaban por convertirse en un serio problema social.
Fatalismo optimista o cinismo de la esperanza
Pero, con todo y lo derrotista del tema, Aki Kaurismäki se las arregla para construir una obra curiosamente optimista, en tanto que la fatalidad va cargada de cierta esperanza y la tristeza esconde alegrías. Es decir, no es una película oportunista que busque engrandecerse con la compasión de la gente, algo común del cine hollywoodense sobre la segunda guerra mundial. Toivon tuolla poulen desprende un ligero brillo asentado en un humor también silencioso que surge de la misma fuente del problema tratado: la humanidad. En medio de la oscuridad y el desamparo, el protagonista se topa con personas dispuestas a ayudarle. Esta extraña ambigüedad han hecho de este filme mi favorito, hasta el momento, de los que se han exhibido dentro de la 63 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca. ¡Aplauso de pie y recomendación infinita!