«Atroz», o del gusto por la violencia, la depravación y el morbo
En México, curiosamente el cine de terror es uno de los más vistos entre los espectadores e, incluso, durante el 2015 a nivel mundial fue el país que más consumió este género. Ssí lo reveló una encuesta realizada por la American Film Market & Conference. Sin embargo, resulta increíble que a pesar de estos resultados, este tipo de filmes tienen muy poca producción y difusión en el mercado nacional.
Sin embargo, en los últimos años han surgido diversas cintas de terror mexicanas que han logrado un cierto “resurgir” del género en el país, un ejemplo de esto es Atroz (2015), del director Lex Ortega, el cual, ha sido (auto)nombrado como “la película más violenta en la historia del cine mexicano” (¡y efectivamente lo es!). Sin embargo, ¿quiere esto decir que es buena sólo por este motivo? ¿Vale la pena mirarla? ¿En verdad es necesaria tanta violencia en una película?
Comencemos por decir que Atroz cuenta la historia de un par de asesinos seriales mexicanos que gustan de grabar las violentísimas torturas que infligen a sus víctimas antes de asesinarlas. Sin embargo, debido a un accidente automovilístico serán atrapados por la policía, quienes descubrirán el horror que estos psicópatas han generado y que han dejado plasmado en los videocasetes que dan cuenta de todos sus crímenes y depravaciones sexuales.
Por supuesto, no está de más mencionar que este filme seguramente encantará a aquellos fanáticos de cintas como The Human Centipede 2 (2011) I Spit On Your Grave (1978) o A Serbian Film (2010), pues Atroz no carece de contenido que muestre violencia sexual, excremento, torturas, gore y… púas.
Ahora bien, la mayor fortaleza de esta cinta es el riesgo al que se atrevió de presentar escenas demasiado explícitas y quizá hasta ofensivas, algo que nunca se había visto en una película de género en México, o al menos no en la cantidad y la crudeza con que Atroz lo presenta. Y es que a pesar de contar con un bajísimo presupuesto para su realización, el maquillaje y los efectos especiales hechos “a la vieja escuela” que presenta, logran generar una atmosfera de violencia tan natural y obscura que en verdad podría incomodar al espectador, no por nada hay quienes decidieron abandonar la sala de cine durante su proyección; pues las torturas que muestra (especialmente aquella donde asesinan a un transexual), son tan bien logradas que llegan a doler en carne propia.
Otro punto a su favor es haberse tomado el atrevimiento de profundizar en el tema de las perversiones sexuales llevadas al extremo, un tema que no muchas cintas se animan a retomar y mostrar sabiendo que la ética y la moral de un sector del público podrían no estar “listas” para mirar este tipo de productos (que si bien son películas, sabemos que en la vida real ocurren cosas peores). Así, Atroz retoma la ya eterna pregunta sobre si el asesino nace o se crea y además la responde; pero no sólo eso, sino que también muestra qué tanto tiene que ver la vida sexual en el hombre para “forjar” su carácter, o bien, para crearle ciertos trastornos psicológicos.
Y aunque la grandeza de Atroz radica en su atrevimiento por mostrar este tipo de temas y escenas, tiene un par de elementos que afectan de gran manera a la película.
El primero y más importante de ellos es su trama, pues conforme la historia avanza se presentarán un par de situaciones con las cuales se pretende dar un par de giros inesperados que impacten al espectador no sólo en lo visual, sino también en lo narrativo. Lamentablemente estos “giros” son por demás forzados y prácticamente sin sentido, demostrando que lo único que Atroz pretende es mostrar sangre sin importarle una buena historia y mucho menos un buen desenlace, a pesar de los temas tan interesantes que maneja.
No obstante y sin afán de justificar este error, el mismo Lex Ortega ha comentado que el verdadero objetivo de esta película es que la gente no terminará de verla debido a la explicites que presenta, y en ese aspecto cumple su función. Sin embargo, cabe preguntarse si los espectadores que decidieron abandonar la sala lo hicieron porque no soportaron ver tanta violencia, o porque la trama nunca terminó de atraparlos.
Ahora bien, el segundo punto en contra de la cinta es esta misma violencia que muestra, pues a pesar del gore (muy bien conseguido) que presenta, por momentos resulta tan excesivo que lamentablemente llega a perder el efecto de incomodidad y repulsión que pudo haber causado en el público, pues las secuencias tan largas en algunas torturas terminan por acostumbrar al espectador a ese “dolor visual”, ocasionando que el impacto se diluya poco a poco.
Ahora, respondiendo a las preguntas del principio: No, Atroz NO es una buena película sólo por la violencia que muestra –pudiendo incluso ahorrarse un poco de ésta con tal de contar una mejor historia-, pero efectivamente vale la pena mirarla pues, como mencionamos antes, el gore y el atrevimiento que se tomó resultan bastante interesantes. En definitiva, esta es una película hecha para aquellos que gustan del gusto por el mal gusto y el morbo.