La muñeca tetona: todo se vende, pero al mejor postor
Diego Enrique Osorno es un peso pesado del cine documental en México: ha escrito seis piezas documentales, entre las que destaca La libertad del diablo (2017) nominado como Mejor Película en la próxima edición del premio Ariel, de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas (AMACC).
Además, se ha desempeñado por años como un excepcional cronista y reportero, y ha cubierto una buena parte de los conflictos de finales del siglo XX y principios del XXI; de modo que la de Osorno, es una de las principales voces de estas disciplinas en México; al lado de Alexandro Aldrete, ha dirigido el documental La muñeca tetona, también nominado por la AMACC al Ariel, pero en la categoría de Mejor Documental Corto.
Se trata de una pieza de 25 minutos que ahonda en la historia de una curiosa fotografía: “colgada en 1987 en la sala de una casa de la Ciudad de México”, en ella se encuentran retratadas Elena Poniatowska, Margo Su, Iván Restrepo, Carlos Monsiváis, Benjamín Wong, Héctor Aguilar Camín, Miguel Ángel Granados Chapa, Gabriel García Márquez y León García Soler –todos prominentes escritores y periodistas– con el expresidente de México, y persona non grata: Carlos Salinas de Gortari.
En la fotografía todos se miran en una actitud de desenfado, sonrientes… pero a un costado de todos ellos, como en silencio, sentada en un sillón aparte, se encuentra una curiosa invitada: una muñeca de trapo con grandes tetas. ¿Quién es esa muñeca’, ¿qué hace ahí sentada? Y más importante: ¿por qué todas esas personalidades están ahí, como muy contentas, al lado de Carlos Salinas?
El significado y las implicaciones de esa fotografía serán el tema principal de La muñeca tetona. A través de tres actos, el documental narra la histórica relación que los intelectuales han tenido con el poder, y cómo esa relación es percibida por los que están afuera, sobre todo a la sombra de un personaje como Gortari, que implementó las reformas que, en palabras de Denise Dresser, constituyen el lastre más importante de nuestro país.
La periodista, entrevistada en el documental, afirma lo siguiente: “Salinas es un hombre de una inteligencia privilegiada, pero perversa. Y ciertamente era un modernizador, pero un modernizador a medias, de clóset. En su clóset escondía nada menos que a su hermano, que representa el andamiaje de corrupción que rige todos los niveles de la vida política y cultural del México de hoy”.
En la voz de prominentes periodistas y escritores, incluso de los propios protagonistas: los retratados en la fotografía hace treinta años, nos enteraremos de las razones que hubo detrás de tal reunión, y de la importancia que tuvo para el desarrollo posterior de la vida tanto política como cultural de México.
Y es que desde los tiempos del porfiriato, el Estado ha servido como un mecenas del arte; sabemos, por ejemplo, que fue el propio gobierno de Porfirio Díaz, junto a su rostro dictatorial y su manejo político ‘a garrote’, el que financió la educación de los hermanos Flores Magón; y que fue la propia calidad intelectual de Justo Sierra, el embajador del positivismo, lo que alimentó a sus críticos a defender la libertad de cátedra.
De modo que la relación de los intelectuales con el poder no necesariamente es negativa, pero ¿qué sucede cuando los intelectuales terminan como una de las muchas clientelas del poder? Una vez más, Dresser explica: “el PRI ha sido tan eficaz manteniendo el poder, porque supo cómo generar clientelas. Cuando decimos ‘clientelas’ evidentemente nos referimos a los pobres que intercambian su voto por una lavadora o un saco de cemento… pero estas clientelas también pueden darse a nivel cultural: con becas a los escritores, apoyos estatales para publicar”.
La creación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y del Sistema Nacional de Creadores, aquí en México, obedeció al menos de manera parcial a ese clientelismo. Ricardo Chávez Castañeda y Celso Santajuliana exhibieron esa red mafiosa de forma brutal en su libro La generación de los enterradores (2000), que desgrana uno a uno todos los aspectos de esa Monarquía Literaria, ese Continente de la Literatura Mexicana, cuya mesa oval es precisamente el comedor del presidente.
Los escándalos que arrastra Héctor Aguilar Camín y la revista Nexos, por haber servido al régimen Salinista a cambio de billetes (se habla de casi 34 millones de pesos actuales) están ahí para darle dimensión al asunto. Hay una parte muy curiosa dentro del documental: en la entrevista al propio Salinas de Gortari, cita de memoria el teléfono personal de Aguilar Camín.
Esta relación insinuada, a veces concreta y real, toca también al escritor colombiano García Márquez, quien según palabras del propio expresidente Salinas, sirvió como un intermediario entre el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, y el comandante Fidel Castro, en un importante diálogo que tenía como objetivo frenar la crisis de inmigrantes cubanos.
La charla que sostienen García Márquez y Pablo Neruda, para la televisión, en la víspera del premio Nobel al chileno, sirve también para atisbar esta relación que tienen los escritores con el poder, pero más específicamente, con el encargado del poder.
En medio de este relato político, el personaje de la muñeca comienza a brillar calladamente, hasta que finalmente es desvelado por el propio Iván Restrepo: tiene una historia personal, pero también una historia subalterna: se trata de una efigie; de la reproducción de una verdad incómoda para México, que se hizo palpable precisamente en el sexenio de Salinas, que ha servido como la principal estrategia económica hasta nuestros días: todo se vende, pero al mejor postor.
El periódico El País de forma exclusiva está transmitiendo el documental en línea. Estará disponible todo el día sábado 28 de abril, hasta las 9 de la mañana del domingo 29. Puedes acceder a él, aquí.