“Relatos salvajes”, historias de odio, venganza y perdón
Fue en el año 2015 cuando diversos cines de Londres advertían sobre el riesgo y el impacto que la película Relatos salvajes (2014), del director Damián Szifron, podría causar en los espectadores debido a la explicites de sus historias, sin embargo, esta vez dicha advertencia no se refería a los hechos ficticios del filme, sino a una siniestra coincidencia con un terrible suceso de la vida real. Sin embargo, esto no impidió que esta antología argentina de comedia negra tuviera un gran éxito dentro y fuera de su país; el cual, sin duda alguna es más que merecido.
La película cuenta seis historias diferentes que oscilan entre lo perverso, lo ruin y, sobre todo, lo chusco, pues cada uno de sus fragmentos es capaz de llevar al espectador desde el enojo hasta las risas. Esto lo consigue debido a las situaciones tan cotidianas que se presentan en sus relatos, los cuales son tan salvajes como empáticos, pues fácilmente uno llega a sentirse identificado con al menos uno de los personajes o una de las circunstancias por las que éstos pasan, no por nada dicha cinta se ganó su lugar como Mejor película extranjera en los Óscar. Sin más, vayamos a ello:
Pasternak
Este relato es el primero de las seis que se cuentan en la película, no obstante y con apenas unos minutos de duración, es uno de los fragmentos más graciosos debido a su hilarante trama, la cual, por momentos es absurda pero por otros bastante escalofriante, pues debido a una serie de coincidencias que parecieran improbables la historia poco a poco se va tornando más oscura.
Salgado (Darío Grandinetti) es un crítico de música quien a mitad de un vuelo en un avión decide charlar con Isabel (María Marull) para hacer más ameno el camino. A mitad de la charla la mujer le menciona que uno de sus exnovios era músico, a lo que el hombre le pide saber el nombre de éste para saber si lo conoce; por desgracia es así. De esta manera se revela que ambos pasajeros en algún momento de su vida se cruzaron con un tal Gabriel Pasternak; y lo que pareciera ser una simple coincidencia pronto se convierte en una macabra experiencia cuando, poco a poco, todos los pasajeros se percatan que conocen al mismo sujeto, a quien, de alguna u otra manera, hicieron daño en el pasado.
Este fue el fragmento que escandalizó a todo Londres, pues si bien la película fue estrenada en 2014, ésta llegó a los cines londinenses en 2015 exactamente tres días después de que ocurriera el terrible accidente de Germanwings, donde un piloto se atrincheró en la cabina del vuelo que dirigía para luego estrellar el avión en una montaña de los Alpes franceses. Es por ello que fue necesario advertir al público que si bien la cinta podría herir susceptibilidades, todo se trataba de una mera coincidencia entre ficción y realidad.
Las ratas
El segundo relato nos lleva de la comprensión al odio y, más aún, quizá hasta los deseos oscuros de asesinar (por supuesto, todo desde la visión del personaje). La historia, al igual que la anterior, retrata la sed de venganza de aquellos que han sido dañados por el poder y la corrupción de otros.
Julieta Zylberberg interpreta a una honrada mesera quien se encuentra cubriendo el turno nocturno en el restaurante donde labora. La noche parece tranquila hasta que al lugar llega a cenar Cuenca (César Bordón), un hombre quien después nos enteramos que, además de dedicarse a actividades ilícitas, también fue el responsable del suicidio del padre de la mesera. Cuando la mujer le cuenta esto a la cocinera (Rita Cortés), esta última le sugiere envenenar la comida del criminal con veneno para ratas y así librar del mundo a un delincuente pero, sobre todo, vengar las desgracias que el sujeto le trajo a su familia.
Esta historia coloca fácilmente al espectador entre los límites del bien y del mal, pues por una parte le revela la trágica historia de la mesera, generando que en él se despierten sentimientos de odio hacia el hombre que destruyó la familia de ésta. Sin embargo, cuando ella tiene la posibilidad de asesinarlo es cuando el público también se pregunta “¿Qué haría yo en su lugar? ¿Perdonar o matar?”.
El más fuerte
Sin duda alguna este tercer relato se convierte en el más graciosos de los tres pero, también, en uno de los más violentos. Asimismo, funciona muy bien para dar a entender hasta dónde pueden llegar los límites del enojo y sus consecuencias.
Diego (Leonardo Sbaraglia) es un hombre de negocios viajando por una desierta carretera de la Provincia de Jujuy, y aunque prácticamente tiene toda la pista para pisar a fondo el acelerador de su Audi, su trayecto se ve interrumpido cuando se cruza con Mario (Walter Donado), un tipo mal encarado que no le permite el paso, por lo que el primero comienza a insultarlo hasta que al fin puede adelantarlo. Para desgracia de Diego una de las llantas de su auto se pincha más adelante, lo que da como resultado que Mario lo alcance y así se desate una de las peleas más brutales pero también más graciosas que se haya suscitado en carretera alguna.
La historia es un claro ejemplo de los problemas que conlleva el aferrarse a la venganza, pues si bien esta vida no se trata deponer la otra mejilla luego de una bofetada, también hay quienes prefieren poner en riesgo su propia integridad física y mental con tal de hacerle daño a cualquiera que los haya ofendido.
Bombita
Junto con la historia anterior, este relato fácilmente se posiciona como una historia siniestramente graciosa por su cotidianidad, pues es un retrato de todos los inconvenientes económicos y burocráticos que pueden llegar a representar los tramites gubernamentales de cualquier país que se jacte de tener ciudadanos responsables y enojados.
Simón (Ricardo Darín) es un exitoso ingeniero experto en explosivos y quien tiene todo lo que puede desear: un trabajo bien pagado y una familia; aunque como suele suceder, la estabilidad de uno de estos factores depende del desequilibrio del otro, por lo que su relación conyugal no es tan buena como pareciera. Además, todo se complica cuando por una u otra razón su automóvil es remolcado una y otra vez, por lo que el ingeniero deberá enfrentarse tanto a servidores públicos como a trámites burocráticos, cuyo único fin pareciera ser el de fungir como sanguijuelas dispuestas a beber todo el dinero de los ciudadanos. Ahora, harto de todo esto Simón decide hacer uso de su conocimiento en bombas para vengarse del gobierno.
Curiosa historia de un vengador que molesto y frustrado por sus problemas tanto personales como económicos, decide poner fin a los abusos del gobierno mediante una forma muy explosiva. Al tratarse de una situación tan común y tan odiosa como lo son las multas de tránsito, esta historia planteará la duda en el espectador sobre si el protagonista es un terrorista o simplemente un hombre que merece todos nuestros respetos.
La propuesta
Este relato es uno de los más interesantes de la película, pues es capaz de generar sentimientos que van del odio, pasando por el resentimiento y terminando en la comprensión. Esto se debe a que juega tanto con los valores familiares como la moralidad y valentía de cada uno de nosotros; pero no sólo eso, sino que nos enseña toda la desigualdad e impunidad que puede haber en este mundo cuando el único amo y señor de la humanidad se llama “Dinero”.
Mauricio (Óscar Martínez) es un adinerado hombre que hará todo lo posible porque su hijo Santiago (Alan Daicz) no vaya a la cárcel luego de que éste atropellara a una mujer embarazada, ocasionando la muerte de ella y del bebé. Para ello le propone al jardinero de la familia, José (Germán de Silva), asumir la responsabilidad del joven y declararse culpable del asesinato a cambio de una gran cantidad monetaria, trato que termina aceptando. No obstante, esto sólo desatará una serie de situaciones que harán ver a Mauricio que la amistad y lealtad se terminan cuando comienza la sed de dinero.
Siendo una de las historias con mayor duración de esta película, este relato es una montaña rusa de emociones, pues si bien seguramente todos conocemos algún caso de corrupción en el que la justicia no existe para el pobre pero sí para el rico, también nos presenta la otra cara de la moneda, haciéndonos ver que en los momentos de tempestad, las lágrimas del millonario no tienen un hombro amigo donde poder secarse.
Hasta que la muerte nos separe
Una de las más grandes promesas que una pareja puede hacerse es amarse hasta que la muerte los separe, por supuesto, todo esto en el marco de la noche de bodas, una noche que se supone debería ser uno de los momentos más felices de sus vidas. Sin embargo, ¿qué sucede cuando uno de los dos descubre, justo esa misma noche, que su amado o amada le ha sido infiel y que además ha sido con uno de los invitados a la celebración?
Romina (Érica Rivas) y Ariel (Diego Gentile) son dos novios que se encuentran festejando su boda en una gran fiesta llena de amigos y familiares. Lamentablemente, esa misma noche la novia descubre que su esposo le fue infiel con una de las invitadas, hecho que terminará destrozándola por completo y haciendo de la noche más feliz de su vida el peor de los infiernos. Sin embargo, Romina está decidida a vengarse del hombre que le prometió amor eterno, así que aprovechará el momento para humillarlo frente a todos los allí presentes de una forma que nunca podrán olvidar.
Como la mayoría de las películas y luego de todas las tragedias, “Relatos Salvajes” no podía quedar sin un final feliz , pues esta ultima historia si bien pareciera un hecho que derrumbaría a cualquiera de nosotros en caso de vivirlo en carne propia, también es un ejemplo de que el amor lo puede todo sin importar la cantidad de obstáculos que una relación en pareja pueda pasar. Por supuesto, para lograr el perdón primero se debe sufrir, y en este relato hay mucho, pero mucho sufrimiento.
De esta manera esta película argentina se convierte en una gran comedia negra que utiliza las situaciones más comunes para presentarnos historias totalmente descabelladas, pues desde los problemas amorosos hasta los económicos, fácilmente nos recuerda algunos momentos en los que probablemente también nosotros nos volvimos un poco salvajes.