“Bayoneta”, puños mexicanos de dolor y expiación
Cuando de box y cine se habla, seguramente el primer referente que se nos viene a la mente es el semental italiano Rocky Balboa, interpretado por Sylvester Stallone y cuyas películas nos mostraron a un peleador que fue de menos a más para convertirse en leyenda. De igual forma hay otras como Southpaw (2015), con Jake Gyllenhaal, que más bien presentan la caída de un grande que vuelve a encontrar en el mundo de los guantes una manera de redimirse; y en este último aspecto es muy similar la historia de Miguel Galíndez (Luis Gerardo Méndez), un boxeador en búsqueda de expiar sus culpas en Bayoneta (2018), la nueva película del director Kyzza Terrazas.
Miguel “Bayoneta” Galíndez es un ex boxeador que, tras una brutal pelea, decide retirarse de los cuadriláteros para nunca más lastimar a nadie, incluido él mismo; aunque para lograr esto se ve en la necesidad de abandonar a su familia y su tierra natal, por lo que emigra de Tijuana a Finlandia para comenzar una nueva vida. Y aunque en ese país se dedica a entrenar a jóvenes promesas del boxeo, pronto la necesidad de liberar toda la furia y culpa que lleva dentro lo hará ponerse una vez más los guantes para dar una última pelea.
Luis Gerardo Méndez decide dejar atrás la comedia por esta ocasión para traernos el que hasta el momento ha sido su personaje más difícil de interpretar (al menos físicamente hablando), pues para dar vida a este pugilista tuvo que pasar por un exhaustivo entrenamiento de casi medio año al lado de verdaderos boxeadores. Aunque lo interesante aquí es su actuación como un hombre atormentado de quien poco a poco se va descubriendo su pasado.
Por ello se nos presenta a Galíndez como un sujeto que lejos de afrontar las consecuencias de sus actos decide huir de ellos a manera de castigo, tan es así que la mejor forma que encuentra es cambiarse de país y olvidarse de su esposa e hija. Sin embargo, lo que este boxeador parece no entender es que el deporte que eligió no sólo es bastante crudo, sino que es uno en el que se debe estar dispuesto a sufrir el más brutal daño físico pero, también, se tiene que ser lo bastante frío y capaz para infringir el mismo castigo a alguien más, lo cual, a veces tiene resultados en extremo catastróficos tanto mental, anímica y corporalmente.
Es por esto que si bien la película inicia con una interesante secuencia en la que vemos a Bayoneta tras vestidores al final de lo que parece haber sido un encarnizado combate, conforme la historia avanza se va revelando qué fue lo que sucedió en dicha pelea. Aunque si bien es fácil adivinar lo que ocurrió, lo llamativo es conocer las verdaderas razones de por qué las cosas terminaron de esa manera.
Para dar respuesta a esta pregunta primero se debe ver a Galíndez en su nueva vida como entrenador en un país que no es el suyo, donde el mayor reto no es encajar en ese lugar -pues incluso llega a formar una relación amorosa con Sarita (Laura Birn)-, sino más bien el reencontrarse a sí mismo, lo que le resulta más fácil embriagándose todas las noches. Pero como dijimos antes, más pronto que tarde el hombre se harta de esto, y sobre todo del ya no soportar más la culpa que lo carcome, por lo que en un acto de expiación pide a Denis (Brontis Jodorowsky) que sea su coach para que pueda dar una pelea final en la que demuestre que no sólo tiene lo necesario para ser boxeador otra vez, sino para probarse a sí mismo que es capaz de vencer el trauma que lo aqueja.
Ahora bien, esta es una de esas películas que dividirá al público en dos esquinas: la de aquellos que apostarán por la pelea interna de Galíndez; y la de quienes buscan ver una pelea boxística digna de ser el evento principal de la noche. Aunque es importante aclarar que en esta ocasión el combate no es tan reñido como se quisiera.
Esto ocurre porque desde el principio de la cinta la ventaja la lleva la esquina de quienes prefieren ver una lucha personal e interna en vez de un combate, pues Méndez hace un trabajo bastante digno interpretando al atormentado Galíndez, transmitiendo fácilmente la imagen de un hombre cuya vida ya no tiene sentido y sólo vive para culparse día tras día por los errores de su pasado. Además, el clima tan frío y los escenarios tan desiertos en los que ocurre la historia ayudan sobremanera a transmitir la soledad y la misma frialdad que el personaje guarda en su interior.
Es por esto que las verdaderas peleas ocurren dentro de la cabeza del personaje principal y no sobre el cuadrilátero, por lo que si bien es una buena forma de mostrar el tormento por el que pasa este pugilista, esto mismo también ocasiona que el ritmo de la cinta se sienta un tanto lento. Por supuesto esto no es malo al tratarse de un filme que busca profundizar en las sensaciones y los pensamientos, pero quizá sea un round perdido para aquellos que aquí esperaban ver grandes peleas de box.
Es por esto que aquellos que busquen una película llena de acción y grandes combates no la encontrarán aquí, pues a lo largo del filme no se presentan más que tres breves peleas, dos de las cuales son protagonizadas por Bayoneta. Ahora, cabe decir que mientras la primera de éstas se muestra a manera de flashbacks, y la cual revela poco a poco la tragedia que no permite dormir por las noches al protagonista, la segunda sirve para demostrar tanto la fortaleza moral como la ética deportiva de Galíndez, más que su destreza física.
Otro punto a destacar es la revelación del gran error que Bayoneta cometió en el pasado, el cual se siente más desolador y crudo si durante el metraje se pone la suficiente atención para captar algunos pequeñísimos detalles como ciertos ademanes, movimientos, acciones e incluso frases que el protagonista hace al momento de entrenar y pelear; todo lo cual da más sentido y peso a la culpa que siente.
Aunque cabe destacar, lo verdaderamente rescatable de estas peleas son dos cosas: sustancialmente está el hecho de exponer los vicios y la corrupción que existe dentro del mundo del boxeo, ya sea mediante jueces corruptos o alguna que otra artimaña sobre el cuadrilátero; mientras que narrativamente los combates, aunque cortos, son bastante crudos por la extrema brutalidad que presentan, sobre todo el primero, donde gracias a un buen maquillaje y prostéticos es fácil darse una idea del horrible daño que recibe el cuerpo humano en este deporte.
En resumen, en Bayoneta el director Kyzza Terrazas y el actor Luis Gerardo Méndez nos entregan una buena pelea interna de un boxeador contra los fantasmas de su pasado, pero por otro lado muestran algunos combates físicos que apenas llegan a ser entretenidos (aunque hay que estar conscientes que este no era el objetivo de la película). Por ello, si bien es fácil empatizar con el protagonista en su camino de redención, por desgracia la ligereza y brevedad de sus peleas hacen que uno se pregunte si tantos meses de entrenamiento en verdad valieron la pena al presentar una cinta a la que le hicieron falta unos cuantos rounds para ser un buen Pay-Per-View.
En pocas palabras, quien desee ver esta cinta debe estar consiente que aquí verá expiación, pero no acción; así como grandes peleas internas pero no físicas.