“Mandy”: motosierras, drogas, torturas, sectas y… Nicolas Cage
Mad Max (1979) nos emocionó con sus motociclistas y conductores totalmente locos en un mundo post apocalíptico; La masacre de Texas 2 (1986) trajo uno de los más emocionantes y graciosos duelos con motosierras; Trainspotting (1996) nos adentró en el mundo de las drogas y las alucinaciones, así como Hellraiser (1987) nos transportó a una dimensión de demonios vestidos de cuero con una gran fascinación por el dolor; ahora, ¿qué pasaría si toman todos estos elementos y los mezclan? El resultado de este experimento sería nada más y nada menos que Mandy (2018), la nueva película del director Panos Cosmatos, protagonizada por Nicolas Cage.
Red (Cage) y Mandy (Andrea Riseborough) son una feliz y ermitaña pareja que sólo necesitan de su mutua compañía para vivir tranquilos, en paz y enamorados, sin embargo la situación cambia cuando Jeremiah (Linus Roache), el líder de una pervertida secta, se obsesiona con Mandy al grado de secuestrarla. Ahora Red, totalmente trastornado y sin nada más que perder, saldrá en búsqueda de venganza, aunque para ello deberá enfrentar de formas brutales a cultos psicópatas y locos motociclistas.
Panos Cosmatos presenta aquí una historia llena de locura, violencia e irrealidad a cargo de Nicolas Cage y Andrea Riseborough, donde ambos ponen a prueba sus capacidades actorales para interpretar a un hombre y una mujer capaces de ir de una faceta tranquila a otra totalmente desquiciada. Sin embargo, para desmembrar un poco mejor esta cinta podríamos dividirla en dos partes, cada una representada por uno de ellos: la primera se enfoca a la brutalidad y al terror; la segunda, al sadismo y la locura.
Esto sucede porque la película se equilibra de gran manera mediante Red y Mandy, aunque es mediante esta última que se desata el terror y la brutalidad. Ella es la clásica mujer rockera pero a la vez introvertida, alguien que pese a su aspecto “rudo” disfruta de la soledad y la tranquilidad, aunque por desgracia esto se acaba cuando por una mala jugada del azar se cruza con Jeremiah y su culto.
Es en este momento cuando Jeremiah queda totalmente enamorado y con tal de quedarse con Mandy hace un pacto con un grupo de motociclistas con trajes de cuero llenos de picos y clavos, mismos que harán hasta lo imposible por conseguirle a su nueva novia a cambio de una jugosa pero extraña recompensa. Sin embargo, aunque la participación de estos renegados es breve (prácticamente sólo unos minutos a mitad de película y otros al final) su aparición vale totalmente la pena.
Más temibles que estos motoristas son el mismo culto de Jeremiah, conformados por hombres y mujeres totalmente irracionales, manipulables y dispuestos a hacer lo que sea para tener la aprobación de su líder. Es aquí cando brota el terror y la brutalidad en la historia, pues con tal de obligar a Mandy a unirse con su jefe –a quien tratan y miran como una deidad- la sumergen en un viaje mental lleno de drogas y psicotrópicos, así como torturas psicológicas con horribles consecuencias.
A partir de este momento se deja de lado el terror para dar paso a la locura y al sadismo de Red, que con tal de conseguir su venganza, dejará atrás su cordura y su salud, convirtiéndose en un loco animal.
A tal grado llegará su decisión que incluso construirá armas al más puro estilo medieval con la finalidad de asesinar de atroces manera a aquellos que se llevaron a su amada. Además, si a esto le sumamos unas cuantas motosierras, armas de fuego y poderosas drogas con la capacidad de causar la locura en tan sólo unos instantes, entonces es fácil adivinar que la revancha del protagonista no sólo estará llena de sangre y dolor, sino también de alucinantes secuencias capaces de volarle la cabeza a cualquiera…y no metafóricamente hablando.
Asimismo, otra gran hazaña que el director Cosmatos consigue con esta cinta es pintar un viaje lleno de alucinaciones y excesos gracias a los escenarios que muestra. Así, aunque toda la historia ocurre en medio de un bosque común y corriente, sus escenarios están totalmente envueltos en un saturadísimo color rojo y azul, elementos que sólo consiguen crear una atmósfera sofocante y tensa, por lo que es fácil comprender la locura y la psicopatía que viven todos y cada uno de los personajes.
En cuanto a la violencia, si bien esta no es excesiva –pues las torturas más brutales aquí son las psicológicas- el filme contiene un par de escenas dignas de cualquier carnicería, las cuales resaltan por estar hechas con una extrema crudeza. Si a esto sumamos unas cuantas secuencias totalmente alucinatorias en las que hay drogas de por medio, entonces estamos hablando de una cinta que promete hacer estallar todos los sentidos del espectador.
Por si fuera poco, el fallecido Jóhann Jóhannsson fue el encargado de componer la música para el filme, así es que si se atreven a mirar esta cinta, tengan por seguro que su vista así como sus oídos sufrirán una explosión de locura.
En resumen, Mandy se coloca como una exquisita propuesta que a pesar de percibirse como una obra bastante saturada en todos sus aspectos, además de ser una mezcla de géneros y películas que hacen homenaje a la época de los 80, también logra equilibrar muy bien todos estos factores para traernos una historia repleta de terror y acción pero, sobre todo, con muchas drogas y violencia.