Happy as Lazzaro, la bondad trae felicidad
Lazzaro podría ser un ángel, un fantasma, un tonto o un chico demasiado bueno. Lazzaro podría ser una o todas las anteriores y la directora, Alice Rohrwacher, hace que el viaje que protagoniza este jovencito en su película sea especial. Happy as Lazzaro (Lazzaro felice), una de las favoritas para obtener la Palma de Oro en Cannes, solo logró la estatuilla por el mejor guion. La producción italiana es estética y conceptualmente encantadora, por lo que ha sonado bastante desde su estreno. Netflix la tiene disponible en su plataforma.
En Inviolata, una especie de hacienda tabaquera, hay decenas de campesinos de distintas generaciones que trabajan en paupérrimas condiciones. La dueña, a la que llaman la Marquesa Di Luna, y un empleado de ella los han engañado durante años haciéndoles creer que están atrapados, endeudados, y que lo único seguro en la vida es trabajar para ella. Resignados al trabajo casi esclavo, hacinados en un par de viviendas rurales y pobres, compartiendo su miseria en conjunto, un par de chicos aspira irse a la ciudad pero el mandamás lo impide. No conocen nada distinto.
Lazzaro, que es un campesino más del grupo, tiene una mirada intensa que nos hace pensar en la bondad plena. Sus rasgos físicos nos recuerdan a los personajes retratados por Caravaggio: ondulado cabello castaño oscuro, piel blanquecina y ojos brillantes. Y aunque Lazzaro es uno más, se distingue de todos porque dentro de sí existe una genuina intención de hacer el bien. Es incapaz de negar su ayudar a cualquiera, los apoya sin reproches y luce feliz de hacerlo. Esto le genera mucho trabajo extra: se aprovechan descaradamente de su inocencia.
Un día, el hijo de la marquesa llamado Tancredi, se harta de la situación en la casa principal y decide huir. Se junta con Lazzaro y se marcha con él a su escondite en una colina de la hacienda. Tancredi, que es arrogante pero imaginativo, intenta sacarle dinero a su madre con la ayuda del campesino y finge un secuestro. Además de involucrarse afectivamente con el jovencito de ojos vivos, su travesura de niño mimado termina por atraer a la policía y destapa el escándalo que dirigía su madre.
Pero cuando todo esto ocurre Lazzaro sufre un accidente. Al despertar se encuentra con la hacienda vacía. Sin saber lo que ocurrió, se lanza a la ciudad a pie para buscar a Tancredi para pedirle perdón. El muchacho, en esta segunda parte de la película, viaja no solo espacialmente, sino también en el tiempo.
Humor y denuncia
Esta película tiene un asidero en la realidad ocurrido en los años 80 en la nación mediterránea. Se trata de la historia de una marquesa que se aprovechó del aislamiento de sus numerosas propiedades para ocultar a los campesinos que las cultivaban sobre la aparición de los derechos y las nuevas reglas del juego. La cineasta afirma que la historia conmovedora de estos campesinos «que llegaron tarde a esta cita con la historia» la marcó profundamente. Pero más allá de ahondar en este detalle, la belleza de la película recae en su personaje protagónico y en lo que representa como elemento de contraste.
Lazzaro es personificado por Adriano Tardiolo, que sin experiencia previa interpreta de manera magnífica a tan atípico personaje. La hermana de la directora, Alba Rohrwacher, vuelve a aparecer en una de sus cintas esta vez encarnando a Antonia, otra de las campesinas que ha llegado a la ciudad.
En Happy as Lazzaro, la directora muestra las terribles desigualdades que se vivieron en épocas pasadas y al mismo tiempo las compara con las actuales. Es así como critica con el mismo énfasis la esclavitud de esas épocas relativas a los campesinos y la esclavitud moderna que tiene como protagonista a los migrantes ilegales o los ignorados por el sistema. El mensaje llega entre destellos de humor y con imágenes muy realistas.
Para contar esta historia, Rohrwacher utiliza las técnicas del realismo mágico, guiña aspectos del cine de Fellini y aprovecha las fábulas mitológicas como las de Edipo Rey. Alicia en el País de las Maravillas también aparece evocada en el filme.
Lo cierto es que Lazzaro no es cualquiera, es mágico, milagroso y bueno, sin llegar a ser una figura religiosa. Quizá el contraste más importante y el que te queda hacia al final de la película es que la pobreza real no es material y que a través de la bondad es posible vivir mejor, encontrar la felicidad.