“Green Book”, condescendiente y entrañable historia de racismo y amistad
Hoy en día no es de sorprender que una cinta que toque fibras como la homosexualidad y el racismo sea tomada como una obra “inclusiva”, sobre todo si ésta es nominada a la categoría mayor de los Oscar. Ejemplo de ello es Moonlight, una película tanto criticada como alabada por esto mismo aunque, independientemente de si se está a favor o no de estas tramas, se debe aceptar cuando una historia sobresale gracias a su pulcra dirección y su equilibrio entre el humor y la seriedad, tal y como lo hace Green Book, del director Peter Farelly.
Tony Lip (Viggo Mortensen) es un italoamericano que gusta de resolver problemas mediante el uso de la violencia y su gran capacidad de convencimiento y sentido del humor, cualidades que hacen que su racismo pase a segundo término cuando se le conoce a fondo. Sin embargo, cuando se convierte en el chofer personal de Don Shirley (Mahershala Ali), un talentoso, rico y famoso pianista de raza negra, debe hacer a un lado sus prejuicios para ser el perfecto guardaespaldas del músico durante su gira por el sur de Estados Unidos.
Tras un inconsistente paso por la comedia con cintas como Dumb and Dumber To (2014) hasta otras bastante dignas como There´s Something About Mary (1998) y Me, Myself & Irene (2000), Farelly nos trae una película en la que por fortuna hace un buen manejo del humor para contar un drama racial que, al mismo tiempo, es una road movie en la que los conflictos entre el color de la piel y la homosexualidad –al menos en esta historia- son fáciles de superar cuando se maneja un Cadillac durante dos meses por carretera.
La película –que por cierto está inspirada en la historia real de estos personajes– no sólo es un viaje por la zona más intolerante de los EU durante los años 60, sino que también resulta ser una aventura interna por Tony y Don, ya que mientras el primero es un hombre blanco que vive la vida sin la más mínima preocupación, el segundo es un hombre negro que día con día debe soportar los abusos caucásicos y clasistas a pesar de contar con fama y renombre dentro del “mundo de los blancos y la alta sociedad”.
Por ello es que ambos personajes no sólo son necesarios para la subsistencia económica y física del otro, sino también para su salud mental y estado anímico. Es decir, Don le brinda a Tony la oportunidad de ser alguien un poco más culto además de darle un trabajo bien remunerado y hasta divertido; mientras que Tony le enseña a Don a disfrutar de la vida, a aprender más de su propia raza y a hacerse respetar pero, más importante aún, a aceptarse tal y como es.
Por ello la aventura comienza apenas Don contrata a Tony Vallelonga (o Tony Lip, para los amigos, y cuyo apodo se convierte en una cualidad más que un sobrenombre), para que sea su guardaespaldas, sin embargo, cuando parece que el verdadero trabajo será ver al personaje de Mortensen lidiar contra su racismo –el cual queda expuesto desde el inicio de la trama-, resulta que cada una de las paradas en los distintos hoteles y las casas llenas de lujos nos harán ver que, en realidad, él es el héroe de la historia, pero no sólo eso, sino que también fungirá como una especie de redentor y protector.
Esto ocurre porque como bien dijimos antes, Don es un pianista negro que a pesar de su fama e inteligencia, permite que lo humillen de las formas más denigrantes, aunque sin importar qué tan fuerte lo golpeen y lo rebajen, los golpes más fuertes se los propina él mismo, ya que ni todos los lujos ni toda la inteligencia que posee lo ayudan a formar parte de una raza ni de la otra, pues él mismo se considera “demasiado negro para los blancos, pero demasiado blanco para los negros”, siendo una especie de (auto)desterrado que no busca ni pide ayuda, sino que simplemente se conforma con aceptar “el lugar y el rol” que le tocó jugar en esta vida.
Por ello es que el personaje de Tony es tan importante, pues si bien puede ser un hombre inculto y bruto, es él quien le enseña a Don a encarar sus problemas, a desafiar a los demás y a introducirlo en su propia cultura negra. Por supuesto, para lograr esto ambos deben vivir una serie de situaciones que van desde lo cómico (y hasta casi absurdo) como lo es el comer pollo frito por primera vez, hasta lo frustrante como el no poder orinar en un baño de blancos a pesar de haber dado un concierto privado en casa de uno de ellos.
Es importante decir que si bien el humor –que se divide entre situaciones chuscas y bromas racistas que, más que ofensivas, son graciosas por el cliché que presentan– junto con la tensión ayudan a que la trama avance de manera natural y fluida, también es esto mismo lo que provoca que la cinta se perciba por demás condescendiente y quizá hasta predecible, pues toda ella es una secuencia de reflexiones y moralejas en las que la premisa esencial es encontrarse y aceptarse a sí mismo.
Ahora, si decimos que es un tanto predecible no es por el hecho de que sea aburrida, sino porque prácticamente los protagonistas salen “bien librados» de todos los problemas que se les presentan, generando que la diferencia entre razas se vea como algo bastante fácil de superar en el mundo real.
Esto último podría hacer que la cinta se perciba como otra historia más en la que el hombre blanco es el que de nueva cuenta termina por salvar, redimir y “hacer entrar en razón” al hombre negro, pues mientras Tony es un sujeto irreverente que vive la vida a su modo sin importar el qué dirán, Don es el hombre alcohólico e inseguro que durante toda la historia necesita de su ayuda.
Aunque curiosamente la fortaleza de la cinta radica precisamente en esto, ya que de alguna manera Farelly se las ingenia para crear una comedia en la cual más que ver a dos sujetos de razas diferentes limando asperezas, en lugar de ello el espectador percibe a dos amigos cuya amistad brota poco a poco hasta llegar a tal grado, que al final de la historia ambos personajes han evolucionado, aprendido uno del otro y, sobre todo, nos dan a entender que el racismo es cosa del pasado (de nuevo, al menos en esta historia, caso contrario a lo que propone BlacKkKlansman).
En resumen, Green Book es un drama dirigido de una forma tan elegante cuya pulcritud sólo es superada por los modales y refinamiento de Mahershala Ali, mientras que al mismo tiempo hace uso de un humor cuya sutileza sólo es rebasada por el carisma y la personalidad de Mortensen.
Y aunque bien puede ser una película bastante condescendiente en temas tan sensibles como la intolerancia, también es una entrañable historia en donde los protagonistas siempre encontrarán una ruta de escape segura, confortable y reflexiva en la amistad.