“Frankenhooker”, cadáveres, prostitutas, sexo y científicos locos
El año 1816 será recordado como uno de los más importantes en la historia de la literatura gracias a una mujer llamada Mary Shelley, quien mediante un reto creado por su amigo Lord Byron concibió uno de los relatos más dulces pero también más escalofriantes del género gótico, nos referimos a “Frankenstein o el moderno Prometeo”. Sin embargo y en lo respectivo a este tema, 1990 tampoco será olvidado, pues fue el año en que el director Frank Henenlotter concibió la cinta Frankenhooker, una irreverente película llena de sexo, cadáveres y mucha electricidad.
Jeffrey Franken (James Lorinz) y Elizabeth Shelley (Patty Mullen) son una feliz pareja a punto de cazarse, sin embargo, un horrible y peculiar accidente termina por arrebatarle la vida a la joven novia. Frank, trastornado por el asunto y sumergido en retorcidos experimentos científicos, decide traer de vuelta a su amada, para la cual se verá obligado a usar partes corporales de diversas prostitutas.
Frankenhooker es una comedia de terror que resulta ser una de esas películas de culto capaces de despertar un gran cumulo de emociones, pues fácilmente va de lo risible, gracioso y absurdo hasta lo penoso y ofensivo al presentar una trama que si bien es divertida no deja de ser inapropiada para algunos otros (quizá aún más en la actualidad que en el contexto en que fue estrenada) debido a ciertos temas que aborda como la prostitución y la explotación sexual.
Sin embargo también resulta ser una gran crítica social hacía estos últimos temas que no por presentarse de una forma casi ridícula deja de ser efectiva y certera.
Risible, graciosa y absurda por…
Sus actuaciones, situaciones y trama totalmente irreverentes durante toda la cinta, pues desde un inicio se deja en claro que Frenkenhooker no es y ni siquiera intenta ser un producto serio, sino todo lo contrario, ya que busca generar la pena ajena en el espectador mediante escenas sin sentido o totalmente exageradas que provocan risas –y tal vez hasta carcajadas en los más fanáticos de lo cutre y el cine B– no porque sean de calidad, sino porque su exageración y su extravagancia llegan incluso a lo gracioso pero grotesco.
Esto último se deja notar desde los primeros minutos, cuando vemos la lamentable pero irreal muerte de Elizabeth y el trauma que esto genera en su novio Frank, un sujeto introvertido pero brillante cuya obsesión por revivir a su prometida lo lleva a realizar experimentos tan retorcidos como impactantes y graciosos con tal de regresarla a la vida. Además, aunque a primera vista pareciera ser alguien no más peligroso que un niño y su laboratorio de juguete, poco a poco la historia nos deja ver que también es un hombre fríamente calculador y con una obsesión bastante enfermiza.
Claro, esta obsesión es lo que lo orilla a idear un plan al más puro y fiel estilo del Doctor Víctor Frankenstein, pues aunque en ningún momento se hace mención directa de este personaje literario ni de la novela en general, los métodos usados por el Frank de esta película para crear un nuevo ser humano son los mismos que los del Frank de Mary Shelly; sólo que valiéndose de recursos y técnicas menos serias pero más “peculiares”.
Ahora, son precisamente las técnicas, recursos y medios tan particulares a los que nos referimos por lo cual Frankenhooker podría sentirse como una cinta un tanto…
Penosa y ofensiva porque…
Como dijimos antes el tema de la explotación sexual, la prostitución, el asesinato y la drogadicción son el principal eje de la cinta, sólo que esto se presenta de una manera tanto directa como graciosa.
Con esto nos referimos a que si bien Frank necesita conseguir partes frescas de cadáveres para “reconstruir” a Elizabeth y rehacerla con un cuerpo perfecto, no decide desenterrar estos restos humanos del cementerio ni comprarlos clandestinamente en las morgues; no, sino que se va por un camino más fácil según él: asesinar a aquellas mujeres a quien nadie va a extrañar, a las que viven una vida de desenfreno, perversión y drogadicción, a aquellas que no están protegidas por la ley y cuya desaparición no significaría nada, es decir, a prostitutas.
Es en esta parte de la cinta donde radica cierta crítica hacia el peligro al que están expuestas las sexoservidoras, pero también es aquí cuando entra la mayor cantidad de comedia y humor negro de Frankenhooker, ya que si bien nos adentra de una forma un tanto extraña a los bajos mundos de la drogadicción y el sexo en la ciudad, lo hace de una manera absurda y risible.
Estas características se presentan principalmente cuando Frank idea y lleva a cabo su horripilante plan, pues lo logra de una manera en extremo exagerada pero a la vez graciosa al darle vida a una criatura bastante inocente pero peligrosa, que después de todo, termina por recordar al original monstruo de Frankenstein.
Además, como cualquier cinta de serie B, los efectos especiales así como las situaciones “extremas” de la trama son elementos tan exorbitantes y de baja calidad que, aunque penosos, no se puede hacer otra cosa más que reír de ellos, pues una vez que Frank logra su cometido la cinta toma un enfoque completamente cómico donde cada situación es más absurda que la anterior, llegando incluso a unos momentos finales que son más graciosos por cuanto más malos se presentan a la vista y a la lógica.
Por si fuera poco, tomando en cuenta que se trata de una película del mismo director responsable de obras como Basketcase o Brain Damage, entonces ya tenemos una idea de qué tipo de criaturas veremos.
En resumen, Frankenhooker es una película de terror que si bien puede tocar temas demasiado espinosos, lo hace de una manera tan cómica y absurda que termina por ser un filme cuya fortaleza se alberga en el ridículo, consiguiendo que el espectador la mire como lo que es y sólo como lo que es, una gran comedia de terror de cine B.