“La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos”, gamberra al extremo
Gamberra, inmoral, sucia, pervertida, cutre, sangrienta y ofensiva, a menudo, son condiciones para que una cinta de terror independiente se vuelva una obra de culto. En ese aspecto, La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos (1993) es una clase magistral sobre ello.
Tras asistir a un concierto de rock, un grupo de amigos sufre un accidente automovilístico en las inmediaciones de una comunidad rural gallega, donde se encuentran con la familia Machado, un grupo de campesinos que sobrevive mediante la producción y la venta de embutidos. Sin embargo, extraños y retorcidos eventos sumergirán a todos los presentes en una orgía de matanzas y de canibalismo como nunca antes se había visto.
Esta película, dirigida por Antonio Blanco y Ricardo Llovo, es uno de los mejores exponentes de la serie B, que además cumple con la premisa de “menos es más”. ¿Qué quiere decir esto? Que por sus recursos limitados, pésimas y exageradas actuaciones y su trama tan absurda y ofensiva, se vuelve una obra horriblemente perfecta.
Esto es gracias a que La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos en ningún momento pretende ser seria ni aterradora (¡ni siquiera lo intenta!). Todo lo contrario. Desde sus primeros minutos aclara que su objetivo es ser una comedia gore que rápidamente evoluciona a una parodia y culmina en una dura crítica social. Pero desmembremos esto poco a poco:
En primer lugar, se vale de clichés funcionales del terror, como el del grupo de amigos acechados por un psicópata. Lo interesante es que la trama se lleva a tal extremo que es imposible no reírse con las malas actuaciones (intencionales) y los todavía peores efectos especiales.
Por otro lado, el filme no escatima en ridiculeces ni gamberradas entre burdos asesinatos y un lenguaje grosero, sucio y pervertido. Si a esto le sumamos los maniquíes, la sangre falsa y los muñecos de bebés (que bien pudieron encontrar en un basurero), la historia puede causar algunas risas genuinas.
Tampoco hay que ser un gran detective para percatarse de que La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos es una parodia de La masacre de Texas (1974). Es más, se apropia descaradamente de escenas y de frases icónicas de la cinta y de sus secuelas y se lo restriega en la cara al espectador.
Por otro lado, aunque esta historia es un frenesí de violencia, canibalismo, sexo y pelotudeces, tampoco carece de un mensaje doloroso y certero. Dicha misiva es la del desprecio con el que se suele mirar a los campesinos, muchas veces tomándolos como seres ignorantes y rudimentarios, además de casi siempre abusar de su humildad.
Estas y otras razones son las que convierten a La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos en una bellísima obra del cine cutre. Su sabor es tan exquisito y exótico que a su término deja la sensación de querer un bocado más… aunque sea de carne humana.