Nosferatu: Una reinterpretación psicosexual del vampiro

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Robert Eggers, conocido por su precisión y por explorar los rincones más oscuros del folclore, revive el clásico Nosferatu de F.W. Murnau con una visión que rinde homenaje al expresionismo alemán mientras lo transforma con una intensidad que combina lo psicológioco y lo sexual.

La trama nos transporta a 1838, donde Thomas Hutter (interpretado por Nicholas Hoult), un joven agente inmobiliario. Él será enviado a los Cárpatos para cerrar un negocio con el misterioso Conde Orlok (Bill Skarsgård). Lo que comienza como un trabajo rutinario se convierte en una pesadilla, cuando Hutter descubre que Orlok es una criatura sobrenatural que no solo desea sangre, sino que también desarrolla una obsesión peligrosa por Ellen (Lily-Rose Depp), la esposa de Hutter, quien parece tener una conexión inexplicable con el conde.

Erotismo y sensualidad del vampiro

Eggers transforma la relación entre Orlok y Ellen en una tragedia gótica. El erotismo y la sensualidad se convierten en pilares fundamentales en esta versión de Nosferatu, destacándose como uno de los aspectos que resaltan dentro del género de terror. La conexión entre Ellen y el Conde Orlok no solo está teñida de horror, sino que también está envuelta en un inquietante velo de deseo y atracción física. Desde las primeras escenas, Eggers sugiere una atracción inevitable entre ambos, una relación que combina pasión y repulsión.

Este enfoque profundiza en la dualidad de Ellen, quien se encuentra dividida entre el amor puro que siente por su esposo y una oscura fascinación hacia Orlok, que representa tanto la muerte como un objeto de deseo retorcido. Bill Skarsgård redefine al conde Orlok con su interpretación imponente y perturbadora, y Lily-Rose Depp tiene un papel que equilibra vulnerabilidad y fuerza. Ambos logran construir una dinámica cargada de un erotismo oscuro que intensifica el tono trágico y visceral de la película.

La cinematografía de Jarin Blaschke juega con el claroscuro de una manera que evoca el expresionismo alemán sin caer en la imitación directa, mientras que los paisajes sombríos y las tomas casi monocromáticas refuerzan el tono sombrío de la película. 

Nosferatu de Murnau vs. Eggers

Una de las diferencias más notables entre esta versión de Nosferatu y el clásico de Murnau es cómo Robert Eggers amplía y actualiza los temas centrales de la historia. Mientras que la versión original usaba el vampirismo como una metáfora del miedo a lo desconocido, Eggers pone atención en la psicología de los personajes y en la complejidad de sus relaciones. Este Nosferatu explora de forma mucho más directa la carga erótica y la conexión emocional entre Ellen y Orlok, desarrollando un vínculo que en la obra de Murnau apenas se insinuaba. Este remake no se conforma con replicar la historia original; se atreve a profundizar en nuevos matices, llevando el terror gótico a un nivel más visceral y emocional.

Además, Eggers apuesta por una atmósfera que combina un riguroso sentido histórico con un tono gótico más intenso, incorporando elementos del horror contemporáneo pero sin perder la esencia del cine expresionista.

Aunque Nosferatu es visualmente impactante y emocionalmente poderosa, no está exenta de fallos. Algunos podrían encontrar su ritmo, especialmente en los momentos más reflexivos, un poco lento, lo que podría desconectar a quienes busquen un terror más dinámico. Además, el enfoque en simbolismos y erotismo puede resultar denso para quienes prefieren una narrativa más directa. Sin embargo, estas decisiones son parte del estilo distintivo de Eggers y de su visión de reinterpretar esta historia para una audiencia contemporánea.

En resumen, Nosferatu va más allá del terror convencional y se convierte en un análisis del deseo, la obsesión y la lucha interna entre la luz y la oscuridad. Robert Eggers no solo reimagina el mito vampírico, sino que lo reinventa con una audacia que lo reafirma como uno de los cineastas más destacados del género.