Misión Imposible: Sentencia Final – Entre el vértigo y el desgaste

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¿Hasta dónde puede llegar una saga antes de que la adrenalina empiece a desgastarse?

La nueva entrega de Misión Imposible quiere ser mucho más que otra secuela. Se siente como el principio del gran cierre, un homenaje a casi treinta años de explosiones, persecuciones y saltos imposibles, con Ethan Hunt al frente como el rostro eterno del cine de acción. Y, en buena medida, lo consigue: las escenas de riesgo siguen siendo espectaculares: desde una secuencia submarina que te deja sin aire, hasta una icónica persecución aérea en una avioneta. Y Tom Cruise, fiel a su promesa de darlo todo, sigue llevando su cuerpo al límite. Hay espectáculo, hay nostalgia, y también esa sensación de que cada una de las siete películas anteriores nos fue preparando para esto.

¿Qué queda por arriesgar cuando ya lo has entregado todo?

Pero esa misma ambición es también su mayor debilidad. Sentencia Final dura casi tres horas, y se sienten. Hay tramos donde las explicaciones se alargan más de la cuenta, donde se sienten eternas —como la escena submarina— donde la historia se repite o pierde el foco, y la tensión, que siempre fue el motor que mantuvo viva a la saga, empieza a desinflarse. El villano, interpretado por Esai Morales, no termina de asentarse, y algunos personajes de siempre, como Luther (Ving Rhames) o Benji (Simon Pegg), parecen estar en piloto automático.

Aun así, cuando Cruise vuelve a hacer lo imposible —esas escenas físicas, filmadas de verdad, sin CGI, sin que todo parezca generado por computadora—, es donde la película llega a pico más alto. Christopher McQuarrie, que ya lleva varias entregas al mando, sigue siendo un maestro para las secuencias de acción, aunque en esta ocasión sacrifica el ritmo en favor del cierre emocional y los guiños al pasado.Sentencia Final no es perfecta, pero sí una despedida digna. Tiene momentos que rozan la grandeza y otros que te sacan un poco de la historia. Pero al final, sigue recordándonos por qué Ethan Hunt y su equipo representan esa última forma de hacer cine de acción a la vieja escuela: el que se siente físico, real, sudoroso y palpitante. El que todavía te hace apretar los puños y los dientes en la butaca.