Entre el código y la conciencia: Comentarios sobre “Tron: Ares”

La tecnología siempre entra en discusión en cuanto a su uso. Así como es considerada una herramienta para el desarrollo humano a través de la ingeniería, la ciencia y la supervivencia, también tiene una doble cara, donde la depredación, el poder y la violencia beben mucho de ella. En este contexto, la saga Tron siempre ha intentado nadar desde 1982 entre ambos polos, mostrando el cielo e infierno de la virtualidad según la mano que la maneje: la de un soñador con aires de colectividad hacia las nuevas tecnologías o la de un corporativista con una postura que roza lo dictatorial. Este punto de la cinta original se traduce, en este siglo, a Tron: Ares (2025), dirigida por Joachim Rønning, que continúa la constante batalla por el dominio de la tecnología en tiempos de inteligencia artificial.

En esta nueva entrega de la saga, el conflicto se adhiere mucho a su contexto: un mundo en el que la inteligencia artificial puede permitir la solución de problemas globales, pero al mismo tiempo llevar a la perdición hacia una sociedad más armamentista. Esto se divide en las visiones de dos CEO que entran en una carrera tecnológica por el poder. Si bien una tiene mejores intenciones que el otro, ambos comparten una ambición común: tener el control del futuro. Es entre estos dos personajes que aparece el elemento disruptivo de la cinta: Ares, un programa creado con inteligencia artificial y sistematizado con fines corporativistas y militares, pero que, dentro de esta red de códigos, posee ápices de libre albedrío y, por ende, una constante búsqueda por “sentir”.
A diferencia de otras partes de Tron, donde el hombre navegaba en la virtualidad, en Ares se propone al algoritmo intentando comprender la realidad con sus errores, tragedias, pero también con una impredecibilidad que escapa a un sistema de razonamiento automatizado. Rønning invierte la esencia de la narrativa de Tron, lo cual es lo que mejor funciona en la cinta. Por otro lado, el combate discursivo entre Eve (Greta Lee) y Dillinger (Peter Evans), si bien traslada el conflicto Flynn-Dillinger de la película original a la actualidad, se queda corto en profundidad y opta más por la espectacularidad de los enfrentamientos.

Otro punto a destacar es el uso de la música en Tron, que se ha respetado desde la primera parte. No solo se ha reclutado a figuras clave de la música electrónica, sino que esta siempre funciona como una simbiosis donde lo humano y lo tecnológico crean una melodía conjunta. En este caso, con el grupo de rock industrial Nine Inch Nails a cargo de la banda sonora. Hay siempre ese equilibrio entre lo creado por el individuo y la computadora, algo que también se refleja tanto en la música como en la relación entre Ares y Eve, que representa la conexión de ambos mundos.

Tron: Ares no alcanza la iconicidad visual de la cinta original ni la magnificencia de la banda sonora de su secuela Tron: Legacy (2010), compuesta por Daft Punk, pero su historia es la más coherente de esta trilogía (por ahora). Se desgasta por momentos al entregarse demasiado a la acción, aunque mantiene una constante reflexión sobre cómo la tecnología puede ser una aliada, dependiendo de la visión con la que se la mire.