“Belzebuth”, la reivindicación del cine de terror mexicano
Cuando de cine de terror mexicano se habla, se suele pensar en películas de mala calidad por el sólo hecho “de ser mexicanas”, y para ser sinceros muchas veces se tiene razón, sobre todo cuando se habla de los infames remakes de los clásicos de Carlos Enrique Taboada o, más aún, de historias como Cañitas (2007). Sin embargo, afortunadamente hay algunas cuantas joyas que demuestran el potencial de este país en cuanto a dicho género, y hoy en día el ejemplo más grande y claro es Belzebuth, del director Emilio Portes y protagonizada por Joaquín Cosío y Tobin Bell.
Emmanuel Ritter (Cosío) es un agente que se verá envuelto en una serie de brutales crímenes cometidos en la frontera entre México y Estados Unidos. Sin embargo, para resolverlos deberá hacer equipo con un sacerdote, pues conforme las investigaciones avanzan todas las sospechas indican que quien está detrás de tales atrocidades podría ser un poderoso y antiguo demonio.
La película funciona sobremanera gracias a una fórmula que mezcla ciertas situaciones –como el crimen organizado y la corrupción- que se viven día con día en México pero que a la vez son contadas con un ritmo y una narrativa similar a cintas estadounidenses, tales como Insidious (2010) o Saw (2004), pues recurre tanto a una historia sobrenatural como a un profundo suspenso que hasta cierto punto la acercan a las grandes producciones de Hollywood (refiriéndonos, claro está, a las actuales, más no a los clásicos).
Y es que ni siquiera pasan 10 minutos de metraje cuando la historia ya nos presenta una serie de inconcebibles asesinatos (que cabe decir, la primera de estas matanzas no es algo que se acostumbre a filmar en México) para engancharnos totalmente con su historia, pues qué mejor que comenzar un relato de terror que de una forma sangrienta. De esta manera es como conoceremos al agente Ritter, un hombre atormentado por su pasado y quien gracias a estos primeros asesinatos decide enfocar su vida y su trabajo para atrapar al responsable detrás de ellos.
No obstante y sin la necesidad de que pase mucho tiempo para ello, la trama poco a poco le demostrará tanto al protagonista como al espectador que estos delitos van más allá de lo humano para entrar casi en lo satánico, por lo cual y como es de suponer en este tipo de tramas, pronto requerirá de la ayuda de la iglesia en la figura del sacerdote Ivan Franco (Tate Ellington).
Es a partir de que estos dos sujetos hacen equipo que la cinta comienza a presentar los elementos sobrenaturales necesarios para pasar de una historia detectivesca a una de terror, pues en cada una de las escenas del crimen se revelan pistas y elementos que apuntan a fuerzas oscuras y más antiguas que la humanidad. Además, es en estos momentos cuando hace su aparición un misterioso personaje llamado Vasilio Canetti (Tobin Bell …sí, nos referimos al mismísimo Tobin Bell de las cintas de Saw).
Sin embargo, tras la aparición de Canetti la historia no sólo se tornará más oscura, sino que la trama presenta una serie de giros de tuerca (algunos predecibles pero otros totalmente inesperados) que resultan bastante buenos para que la historia conecte ciertos hechos que parecen ser meras coincidencias, pero al mismo tiempo que esto suceda sin la necesidad de sentirse como algo bastante forzado.
Ahora bien, a raíz de que los tres protagonistas se conocen, la película comienza a tener algunos altibajos en su trama, pues una vez que se descubren los verdaderos motivos de los crímenes el ritmo puede llegar a sentirse un tanto lento. Sin embargo, la emoción, el suspenso e incluso el miedo se recuperan mediante unas cuantas situaciones que resultan ser las mayores fortalezas de la película, las cuales están resumidas en un par de posesiones satánicas y exorcismos.
Sin embargo cabe destacar que si bien esta película se trata de una cinta de terror, no es un terror basado en jumpsacares ni en el recurso del gore, pues en ningún momento se pretende asustar al espectador mediante estruendosos ruidos o espectros que aparecen de un momento a otro; sino todo lo contrario, pues el terror que se genera se da gracias a la historia y, como lo dijimos antes, a los elementos satánicos, después de todo, es una cinta sobre demonios y profecías.
Además, si bien la historia podría sentirse un tanto exagerada e incluso inconcebible (y no porque sea mala, sino por el país en donde ocurre), antes de cuestionar esto cabría preguntarnos, ¿por qué situaciones de este tipo sólo pueden pasar en Estados Unidos y no en otras naciones, en este caso México? Después de todo y parafraseando a los protagonista de la cinta, “Si no es en México, ¿entonces dónde? Pues en este país hasta los más ateos son católicos”.
Retomando la trama, como bien comentamos los puntos fuertes ocurren al momento de las posesiones y los exorcismos, y llegados a este punto hemos de resaltar que mientras la primera manifestación de una posesión demoníaca en Belzebuth ocurre en un escenario totalmente profano (debido a que de cierta forma se pervierte la imagen de un Cristo), en la segunda, es decir, en el exorcismo, este ritual ya tantas veces visto aquí ocurre en una situación bastante emocionante, aunque sin llegar a presentar los vómitos verdosos ni a las contorsiones exageradas.
Mención honorifica para Joaquín Cosío y Bell, ya que mientras el primero no sólo se ha convertido en uno de los actores más reconocidos y queridos por el público mexicano (aunque quizá muchos lo conozcan por su participación como “El ángel de la plata” en la serie The Strain), en esta película vuelve a dar muestra de sus grandes capacidades actorales; mientras que el segundo, y aunque su tiempo en pantalla no es mucho, logra su cometido al otorgarnos a un personaje bastante misterioso (además de fungir como un atractivo para que los fans de Saw se acerquen a la cinta).
De esta forma podemos decir que si bien Belzebuth no es una película que presenta una historia totalmente diferente a otras de exorcismos y profecías, sí cuenta con los elementos suficientes para hacerla resaltar entre las cintas de terror mexicanas, pues pocas veces un director ha logrado crear una cinta que se siente nacional pero que a la vez dé la impresión de estar mirando un producto extranjero. Después de todo, el director Emilio Portes logró emparejar de buena forma elementos mexicanos con una fórmula casi hollywoodense.